Ciudad Adentro
Se podría
pensar, como Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones de hace tres
semanas de manera tan clara y contundente, que el futuro Presidente de México
tiene un cheque en blanco con un capital político casi inconmensurable para
hacer lo que quiera. Yo no lo creo.
No lo creo, ni
por los mexicanos que todavía sienten terror porque ganó ni por los más de 30
millones de mexicanos que votaron por él. El voto masivo que se le otorgó no es
ninguna garantía de que todo, absolutamente todo lo que diga o haga o proponga
tendrá el respaldo popular, a menos que se trate de iniciativas sensatas, realistas,
posibles y necesarias. Es decir, la relativa facilidad con la que podrá llevar
adelante diferentes propuestas no implica que intentará locuras, no puede, no
debe.
Las expectativas
en torno a su gestión que empezará en cinco meses, poco menos, las tienen unos
y otros y son altísimas, es decir, tanto los que votaron por él como los que no;
y el paquete es enorme. No será fácil ni terso atender todos los pendientes y
como nunca ningún mandatario en la historia de nuestro país, los ojos del
pueblo de México y del mundo estarán (están, de hecho) sobre él sin pestañear para
que cumpla sus compromisos y para que no se equivoque.
La lección de
traición que nos aplicó Vicente Fox es todavía muy reciente (y además el propio
Fox impide que se nos olvide con su intervención constante como si fuera youtuber en redes sociales y canales
virtuales; debería retirarse, no sé quién le dijo que a alguien le importa lo
que opine, hace más daño que nadie, en fin, pero este es otro tema) y, por lo
tanto, duele mucho. Fox llegó casi por aclamación y no tanto por él sino porque
significaba la única posibilidad de deshacernos del PRI y en este punto, sólo
en este punto, hay coincidencia con AMLO. López Obrador sabe que Fox y los
posteriores, en diferentes medidas y también los anteriores, han traicionado a
los mexicanos; lo sabe y lo ha expresado: en su discurso del 1 de julio y
antes, durante la campaña, ha reiterado dos afirmaciones, que si no cumple, así
le costará de caro: “yo no les voy a fallar” y “no los voy a traicionar”.
Fuente: El Economista. |
Sí, la traición
ha sido una conducta recurrente en políticos de poca monta como Fox, una de las
peores equivocaciones del electorado mexicano que no hizo sino votar de buena
fe por quien se creyó nos sacaría del atraso y la corrupción que ha construido
el PRI y con la que ha contaminado a la clase política gobernante de la
denominación política que sea.
Yo creo que los
mexicanos ya no aguantamos otra traición de esa magnitud. Las malas decisiones
de los presidentes de los últimos años, de los setenta del siglo pasado a la
fecha (podría decir, de Echeverría a nuestros días, incluyendo su desempeño
como secretario de Gobernación con Díaz Ordaz), han llevado al país a los
peores momentos de su historia y hemos llegado al máximo de violencia y
corrupción. Insostenible ya.
No creo, que el
entramado de porquería en el que están asentadas las administraciones públicas
en general, en México (federal, estatales y municipales), se deshaga en este
sexenio. Hay inercias, resistencias, intereses, mucho dinero involucrado, modus operandi y modus vivendi que sostienen a estructuras masivas… la violencia
política inédita de estas elecciones son una muestra. No lo creo pues, pero lo
que sí creo, es que en esta administración federal que está por empezar, por lo
menos se darán los primeros pasos para una purga profunda, para una
erradicación que restituya el tejido social y sanee las relaciones entre los
mexicanos de todos los niveles, de todos los órdenes, de todos los tipos de
educación y de ingreso y de origen.
Algo más dijo
López Obrador el 1 de julio que alimenta las expectativas en torno a lo que
será su actuación: “quiero pasar a la historia como un buen presidente”. Esta
frase revela una intención nunca antes manifestada que deja en evidencia que la
actitud del próximo Presidente, como tal, será diferente de cara a la sociedad,
a los 130 millones de mexicanos que somos y que desde hace décadas esperamos
justicia, claridad, honestidad, eficiencia en el ejercicio de gobierno;
millones de mexicanos que merecemos una conducta proba, transparente,
responsable, de amor a México. Las expectativas son muy altas y el tiempo es
corto.
Columna publicada en El Informador el sábado 21 de julio de 2018.