sábado, 28 de julio de 2018

Memoria


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Siempre he estado contra las ideas generalizadas que muchos aplican a todos los mexicanos. No creo, por ejemplo, que todos seamos transas, flojos, corruptos, desmemoriados, inconscientes o ignorantes; estoy convencida de que son los menos y de esos tipos no sólo hay en México.
Tampoco creo que baste un triunfo deportivo para que nos olvidemos de todos los agravios de la clase política. No lo creo y voy a insistir en ello hasta que nos creamos lo que verdaderamente somos: un pueblo inteligente, noble, trabajador, pacífico, ingenioso, creativo, alegre, solidario, compasivo, devoto, responsable, luchón, generoso, culto, sabio, con raíces, historia y valores.
De entre todos los defectos que nos achacan y nos creemos, al que quiero referirme hoy es el de la desmemoria. No estoy de acuerdo, sí tenemos memoria y hablo de los mexicanos de a pie como usted y como yo.
Me acuerdo, por ejemplo, de que hace muchos años, desde que tengo memoria periodística, líderes empresariales y académicos pugnaban siempre que podían porque se hiciera efectiva la descentralización. El tema era recurrentemente abordado también por historiadores porque se trata de un mal añejo en estas tierras: época prehispánica, colonia y actualidad.
Otro asunto de los preferidos de los partidos de oposición (aun como comparsas del sistema), de los mismos líderes empresariales y de la academia, era la necesidad de “adelgazar” el aparato burocrático… Recuerdo que se hicieron intentos, vanos todos, porque siempre aparecía el obstáculo de los sindicatos pero sobre todo, porque los políticos sabían bien que quien controlaba la burocracia fortalecía y consolidaba espacios de poder nada despreciables. Claro que esto sigue vigente.
En 2009, David Arellano Gault escribió: “La administración pública mexicana ha sido durante muchos años la principal arena de la lucha política, un importante espacio de representación social y el mecanismo o instrumento de poder más valioso y manejable del ejecutivo federal”. Así de sencillo (el artículo completo, muy interesante por cierto, está disponible aquí: "La burocracia mexicana...").
Los argumentos de los diferentes actores sociales para demandar al Gobierno federal medidas a favor de la descentralización y de la reducción del aparato burocrático se han sustentado en conceptos como eficiencia, productividad, sanidad administrativa, menos cotos de poder, reducción de espacios para el corporativismo, menores posibilidades de usar a la burocracia como carne de urna; reducción presupuestal enfocada en gasto corriente y, por ende, liberalización de recursos para gasto productivo; reducción de costos y duplicidades que repercutirían en beneficios para los sectores productivos por eficiencia, eficacia y productividad, menos horas hombre perdidas, menos corrupción, en fin.
De la mano con estos reclamos estaban los correspondientes a la reducción de los sueldos de la burocracia dorada, un asunto que se empezó a descomponer a partir del sexenio de Salinas y empeoró a niveles insostenibles con los panistas Fox y Calderón (aquí en Jalisco con González Márquez especialmente).

Fuente: AEI Noticias.
Y las posturas a favor de la descentralización se han centrado en desahogar a la Ciudad de México, antes Distrito Federal, de la carga poblacional, menos dinero en subsidios para los habitantes de la gran capital, lógica en la distribución de los recursos administrativos, eficiencia también, productividad, salud mental incluso...
Pues bueno, ahora resulta que ambas medidas, anunciadas desde la campaña y detalladas un poco más por el candidato presidencial ganador de las elecciones del 1 de julio pasado, Andrés Manuel López Obrador, y por algunos miembros de su equipo, están siendo duramente cuestionadas por quienes antes las exigían de manera airada. ¿De verdad no se acuerdan? ¿O de qué se trata?
Esto por un lado y, por otro, está el hecho de que AMLO todavía no toma posesión y se están haciendo reclamos en redes sociales como si sus anuncios fueran ley; hay quienes dicen que “empezó” con “tropezones” como califican a estas dos propuestas. ¿Empezó? ¿Qué no será hasta el uno de diciembre?
De verdad, el llamado aquí es a la claridad de miras y a hacer acopio, para tenerlo siempre a la mano, del amor que le tenemos a México y de las que fueron nuestras demandas y preocupaciones de tantas décadas de rezagos, corrupción y malos manejos, de negligencia y cotos de poder, de burocracia perezosa e ineficiente. Alguien viene y propone cambios largamente anhelados y se cuestionan y se combaten, con todo, y que sí tenemos memoria.

Columna publicada el sábado 28 de julio de 2018 en El Informador.