Ciudad Adentro
Siempre he
estado contra las ideas generalizadas que muchos aplican a todos los mexicanos.
No creo, por ejemplo, que todos seamos transas, flojos, corruptos,
desmemoriados, inconscientes o ignorantes; estoy convencida de que son los
menos y de esos tipos no sólo hay en México.
Tampoco creo que
baste un triunfo deportivo para que nos olvidemos de todos los agravios de la
clase política. No lo creo y voy a insistir en ello hasta que nos creamos lo
que verdaderamente somos: un pueblo inteligente, noble, trabajador, pacífico,
ingenioso, creativo, alegre, solidario, compasivo, devoto, responsable, luchón,
generoso, culto, sabio, con raíces, historia y valores.
De entre todos
los defectos que nos achacan y nos creemos, al que quiero referirme hoy es el
de la desmemoria. No estoy de acuerdo, sí tenemos memoria y hablo de los
mexicanos de a pie como usted y como yo.
Me acuerdo, por
ejemplo, de que hace muchos años, desde que tengo memoria periodística, líderes
empresariales y académicos pugnaban siempre que podían porque se hiciera
efectiva la descentralización. El tema era recurrentemente abordado también por
historiadores porque se trata de un mal añejo en estas tierras: época
prehispánica, colonia y actualidad.
Otro asunto de
los preferidos de los partidos de oposición (aun como comparsas del sistema),
de los mismos líderes empresariales y de la academia, era la necesidad de
“adelgazar” el aparato burocrático… Recuerdo que se hicieron intentos, vanos
todos, porque siempre aparecía el obstáculo de los sindicatos pero sobre todo, porque
los políticos sabían bien que quien controlaba la burocracia fortalecía y
consolidaba espacios de poder nada despreciables. Claro que esto sigue vigente.
En 2009, David
Arellano Gault escribió: “La administración pública mexicana ha sido durante
muchos años la principal arena de la lucha política, un importante espacio de
representación social y el mecanismo o instrumento de poder más valioso y
manejable del ejecutivo federal”. Así de sencillo (el artículo completo, muy
interesante por cierto, está disponible aquí: "La burocracia mexicana...").
Los argumentos
de los diferentes actores sociales para demandar al Gobierno federal medidas a
favor de la descentralización y de la reducción del aparato burocrático se han
sustentado en conceptos como eficiencia, productividad, sanidad administrativa,
menos cotos de poder, reducción de espacios para el corporativismo, menores
posibilidades de usar a la burocracia como carne de urna; reducción
presupuestal enfocada en gasto corriente y, por ende, liberalización de
recursos para gasto productivo; reducción de costos y duplicidades que
repercutirían en beneficios para los sectores productivos por eficiencia,
eficacia y productividad, menos horas hombre perdidas, menos corrupción, en
fin.
De la mano con
estos reclamos estaban los correspondientes a la reducción de los sueldos de la
burocracia dorada, un asunto que se empezó a descomponer a partir del sexenio
de Salinas y empeoró a niveles insostenibles con los panistas Fox y Calderón
(aquí en Jalisco con González Márquez especialmente).
Y las posturas a
favor de la descentralización se han centrado en desahogar a la Ciudad de
México, antes Distrito Federal, de la carga poblacional, menos dinero en
subsidios para los habitantes de la gran capital, lógica en la distribución de
los recursos administrativos, eficiencia también, productividad, salud mental
incluso...
Fuente: AEI Noticias. |
Pues bueno,
ahora resulta que ambas medidas, anunciadas desde la campaña y detalladas un
poco más por el candidato presidencial ganador de las elecciones del 1 de julio
pasado, Andrés Manuel López Obrador, y por algunos miembros de su equipo, están
siendo duramente cuestionadas por quienes antes las exigían de manera airada.
¿De verdad no se acuerdan? ¿O de qué se trata?
Esto por un lado
y, por otro, está el hecho de que AMLO todavía no toma posesión y se están
haciendo reclamos en redes sociales como si sus anuncios fueran ley; hay
quienes dicen que “empezó” con “tropezones” como califican a estas dos
propuestas. ¿Empezó? ¿Qué no será hasta el uno de diciembre?
De verdad, el
llamado aquí es a la claridad de miras y a hacer acopio, para tenerlo siempre a
la mano, del amor que le tenemos a México y de las que fueron nuestras demandas
y preocupaciones de tantas décadas de rezagos, corrupción y malos manejos, de
negligencia y cotos de poder, de burocracia perezosa e ineficiente. Alguien
viene y propone cambios largamente anhelados y se cuestionan y se combaten, con
todo, y que sí tenemos memoria.
Columna publicada el sábado 28 de julio de 2018 en El Informador.