Ciudad Adentro
Sí, Gerardo Fernández
Noroña se pasó de la raya y llevó al terreno de lo personal una discusión que
implicaba cuestionar a una funcionaria cuya actuación como servidora pública
está en entredicho, y con pruebas, aun cuando ella las desdeñe. Había otras
maneras de decirlo. De hecho, creo que la forma como planteó el asunto el
diputado del PT distrae con respecto a lo importante y sin duda habrá quienes
cambien de idea o de bando sólo por las expresiones desafortunadas del
legislador.
Ojalá las cosas
no queden ahí porque incluso mujeres de las que preguntaban a Rosario Robles,
titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), sobre los resultados de la Auditoría Superior
de la Federación reaccionaron a la metida de pata de Noroña ¿cómo se le ocurre?
Claro que la
misma Rosario Robles no se quedó atrás cuando aseguró que la investigación es
ejemplo de “violencia política de género”. ¿Entonces qué? ¿Ser mujer garantiza
impunidad? ¿Se dio cuenta de lo que dijo? Ahora resulta…
Esta afirmación
fue un error garrafal, un ardid grotesco, grosero y burdo, para desviar los
señalamientos. Imposible algo así dada la magnitud del fraude que está
documentado en medios de comunicación y confirmado por la Auditoria. Quien,
paradójicamente, vino a ayudarla fue nada menos y nada más que Fernández
Noroña. Ni cuenta se dio pero generó un efecto perverso que como político
experimentado debería haber calculado con precisión milimétrica. Y no, le ganó
el estilo de diputado de oposición que sigue manteniendo a pesar de que no lo
es.
Para efectos de
que se haga justicia no es relevante la vida personal de los funcionarios
hombres o mujeres, a menos que las parejas estén coludidas y, en todo caso,
debió plantearse de otra manera, de una forma que la palabra “amante” no
atrajera la atención de defensores y críticos. Esto por un lado y, por otro,
entre los argumentos válidos, sin duda alguna, está el de que no se ha hecho
pública en estos términos, una relación similar de un político varón para
incluirla en los cuestionamientos con respecto a una actuación pública en
particular; y vaya que hay ejemplos, aquí en Jalisco para no ir muy lejos y de
décadas atrás.
Fernández
Noroña, si sigue así, hará un daño terrible al país porque no está argumentando
de una manera que dé noticia de que las cosas van a cambiar en el Poder
Legislativo con la composición actual. Sus discursos y señalamientos son del
mismo tipo de los que lanzaba en la calle y puede obstaculizar con epítetos y
notas personales, preguntas y cuestionamientos reales que tienen como propósito
indagar y hasta acorralar a una funcionaria que, se sabe, es corrupta.
Ahora bien,
respecto a la postura de Rosario Robles y sus dichos, son indignantes; lo he
dicho antes en este mismo espacio, es una mujer que ha traicionado la causa
feminista de equidad de género y paridad en las responsabilidades políticas y
de servicio público; y se ha desempeñado en un escenario alejado de las
necesidades sociales reales, avalando paliativos como protagonista de diez y
nota en materia de simulación y corrupción.
Dice que da la
cara y que qué bueno que van a investigar. Si los datos del fraude están a la
vista de todos y la ASF ya los comprobó, la única manera en la que me explico
su seguridad es que está tan bien armado el desfalco, con prestanombres y
prácticas de esta naturaleza, que difícilmente, con todo y pruebas, podrán ir por
ella para que pague por las acusaciones en su contra, hasta ahora, en el
terreno de lo mediático.
Tania Montalvo,
editora de Animal Político, el medio
que publicó el reportaje “La estafa maestra” puso el dedo en la llaga con la
afirmación de Robles de que era violencia de género: “Habría que recordarle a
la funcionaria lo delicado que es hablar de violencia de género en un país en
el que los cálculos más conservadores hablan de siete feminicidios diarios (y
subrayo que son cálculos, porque no hay estadísticas suficientes para saber
cuántos son en realidad). Un país en el que hay jueces que consideran que solo
cuando hay mutilaciones en el cuerpo de la mujer y agresión sexual antes del
asesinato se trata de un feminicidio […] Eso nada tiene que ver con el desvío
millonario de recursos públicos. Porque la corrupción no tiene género” (El País, https://elpais.com/internacional/2018/10/17/mexico/1539781400_825007.html). Ahora
resulta.
Columna publicada en El Informador el sábado 20 de octubre de 2018.