Ciudad Adentro
Es una frase que
aplica perfecto para la situación que se vive en México desde que empezó el año
y es la nota de los últimos días: los árboles impiden ver el bosque, donde los
árboles son las molestias por el desabasto de gasolina en ciudades de ocho
estados del país, más o menos; la búsqueda de gasolinerías con disponibilidad
de combustible, levantarse temprano, esperar turno y así.
Estos
inconvenientes que generan un sinfín de terroríficas
e insoportables contrariedades, impiden ver que la razón de las medidas
tiene que ver con erradicar el robo de gasolina en México que nos perjudica a
todos. Se estima que al año la extracción y comercialización ilegal de
combustibles le generan al Estado mexicano pérdidas por 60 mil millones de
pesos (unos tres mil millones de dólares; un dineral… la cantidad es
equivalente más o menos a la mitad del presupuesto de egresos 2019 del Estado
de Jalisco, que no es poca cosa).
Me queda claro
en que la medida tenía que ser así, sin aviso previo porque de otra manera no
estaría surtiendo los efectos que reporta ahora. Una prueba de esto es que, a
unos días del cierre de ductos, se saboteó uno de Veracruz cuyo contenido era
para surtir a la Ciudad de México.
Una planeación
del reparto de combustible sólo en pipas implicaría revelar lo que se estaba
fraguando desde el gobierno para combatir esta modalidad del crimen organizado
en México, porque ahora sabemos que no sólo eran los auténticos huachicoleros
que extraían o extraen combustible mediante perforaciones inseguras sino una
red mucho más grande, estructurada y organizada adentro y afuera de Petróleos
Mexicanos ¿cómo combatir eso? ¿Avisándoles?
¿Desde cuándo se
ha ido tejiendo esta red en la que operan en contubernio funcionarios,
narcotraficantes y bandas especializadas en el robo de combustibles? ¿Alguien
había hecho algo? Encontré una información de 2017 en la que se identifica el
problema pero ahí se queda, en un diagnóstico, cero medidas de combate con
resultados susceptibles de ser medidos y evaluados.
Esto se sabe
desde hace mucho tiempo, por lo menos, por sus declaraciones desafortunadas,
desde la administración de Felipe Calderón, sin que hasta ahora, con visos de
erradicación, se hubiera emprendido ninguna acción notable y definitiva. Nada.
No podemos
quejarnos de que ahora por fin se esté haciendo algo. Me cuesta entender
ciertas posturas, más frecuentes de lo que me gustaría, que cuestionan la
medida, que se quejan de una decisión compleja que tiene como propósito acabar
con el robo de combustibles y recuperar
para el Estado mexicano y para atender necesidades del país, alrededor
de 60 mil millones de pesos al año.
Es un problema
grande, grave y era urgente atenderlo. A veces toca sacrificarse un poco,
molestarse un poco, en aras de un bien mayor. ¿Qué no hay un partido por ahí
que ha pregonado el orden como ideal para nuestro país desde hace décadas? ¿No
es eso lo que está en el fondo de las medidas contra el robo de combustible?
¿Poner orden en la compra-venta y distribución de las gasolinas?
Es una medida,
como dije, de una complejidad extrema, valiente, riesgosa y que necesariamente
requería un diseño así, de factor sorpresa, para que diera resultados claros y
contundentes. Se está combatiendo la corrupción y se nota. El desabasto (que no
la escasez) es temporal y nada nos cuesta apoyar la medida. El sector
empresarial por ejemplo, debería ser el primero en celebrar que se estén tomando
cartas de esta magnitud en el asunto y deberían, en lugar de sólo quejarse o
decir que se “hubiera planeado mejor”, idear una manera de acelerar la
distribución en los estados afectados. Tienen con qué, se podrían solidarizar y
enfrentar una situación que sí, nos afecta a todos, pero nos beneficiará a
todos.
Erradicar es
arrancar de raíz, eliminar, desaparecer. No es una medida paliativa, ni para
dar atole o tapar ojos, no es para navegar con bandera no es cosmética ni
superficial; es de largo alcance. Esto es el bosque.