Ciudad Adentro
Urgente como es,
una de las primeras acciones de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de
México fue la presentación ante el Poder Legislativo, el 12 de diciembre de
2018, de su iniciativa de reforma educativa; como se anunció y se prometió en
campaña, el principal punto era la abrogación de la anterior, una dizque
reforma que en este espacio critiqué de principio a fin (2012-2018) en
repetidas ocasiones por varias cuestiones, entre otras, porque no era educativa
sino laboral; porque hasta las postrimerías del sexenio se empezó a abordar la
parte de los contenidos con un “nuevo modelo” que se alcanzó a aplicar en
formato piloto, apenas; y porque incluía una serie de elementos manipuladores
de los mismos profesores como los métodos de evaluación, que a lo largo de todo
el periodo generaron recurrentes manifestaciones, paros y bloqueos.
Y la critiqué
sobre todo por la falta de gestión política para resolver un problema añejo que
el mismo Estado mexicano creó. Otros puntos eran cuestionables como la
tergiversación y criminalización que se urdieron desde los medios de
comunicación contra los docentes y de cómo los puntos finos de sus protestas no
trascendían. Una de las ideas torcidas favoritas era insistir en que los
maestros se manifestaban porque no querían ser evaluados y esto no es exacto, el
punto de la inconformidad era que mediante las evaluaciones se pretendía
presionar y deshacerse de maestros incómodos para la dirigencia magisterial.
El gobierno de
Peña nunca intentó un diálogo sincero para resolver el problema; nunca se
instaló una mesa de negociaciones para escuchar, atender, proponer y, tal cual,
negociar; nunca. La estrategia fue de descalificación permanente mediante
juicios y prejuicios unilaterales y, reitero, de manipulación.
Esto no quiere
decir tampoco que todos los maestros sean perfectos y todos sus reclamos, justos,
de hecho, traigo aquí el caso reciente de los docentes de la CNTE que irresponsablemente
se prestaron al juego de Silvano Aureoles en Michoacán y bloquearon en enero
las vías férreas con una afectación de miles de millones de pesos. Hay
profesores del sistema de educación pública que se resisten a perder los
privilegios que el mismo Estado mexicano les otorgó, desde los años 30 y 40 del
siglo pasado, para usarlos como carne de urna y que efectivamente no quieren
someterse a evaluaciones porque no las librarían. Pero no son todos, ni son la
mayoría.
Arreglar el
entuerto de los antepasados políticos con respecto a su relación con el
magisterio y cómo ha sido usado, nunca ha sido la intención ni el propósito de
ningún mandatario, hasta ahora, porque han seguido la misma conducta que sus
antecesores. Hoy hay visos de que las cosas pueden cambiar de fondo, de verdad.
De entrada, se
ejerció oficio político y labores de gestión para que maestros de la CNTE que
bloquearon el trabajo de los diputados justo cuando abordarían la iniciativa
esta semana, levantaran la obstrucción y se sentaran a dialogar con las
autoridades, tanto la Secretaría de Gobernación como la de Educación Pública.
Esto cuenta y contó antes, la manera como abordó el conflicto el Presidente
para no dejar opción a los maestros inconformes más que de moverse, sentarse y
dialogar.
Decían o dicen
los manifestantes que el jefe del Ejecutivo federal no está cumpliendo sus
promesas de campaña de abrogar la anterior reforma educativa, pero es justo lo
que está haciendo. No para simplemente borrarla, sino que se están planteando
elementos que responden a las demandas de la mayoría de los docentes y corrigen
las decisiones autoritarias de la anterior. Se expusieron a los maestros las
diferencias entre una iniciativa y otra; además de que se garantizó que no
habría represión ni autoritarismo contra sus reclamos, sino diálogo y
transparencia; una invitación a proponer y participar en el proceso. No había
manera de decir que no. Esto hizo falta en la administración anterior y ha hecho
falta en general en los gobiernos de las últimas décadas: se ha desdeñado el
poder y el sentir de la sociedad y de sus organizaciones, se ha minimizado y
catalogado a los mexicanos de “menores de edad” con esta idea claramente
autoritaria de que sólo ellos, los que están en el gobierno, saben cómo hacerlo.
El tema
educativo dará mucho más de qué hablar los próximos días y la invitación es a
estar atentos e involucrarnos porque creo que por primera vez habrá cambios de
fondo, trascendentales, que contribuirán a que México salga de la mediocridad
en materia educativa.
Columna publicada en El Informador el sábado 23 de marzo de 2019.