domingo, 24 de marzo de 2019

Gestión y oficio político


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Urgente como es, una de las primeras acciones de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México fue la presentación ante el Poder Legislativo, el 12 de diciembre de 2018, de su iniciativa de reforma educativa; como se anunció y se prometió en campaña, el principal punto era la abrogación de la anterior, una dizque reforma que en este espacio critiqué de principio a fin (2012-2018) en repetidas ocasiones por varias cuestiones, entre otras, porque no era educativa sino laboral; porque hasta las postrimerías del sexenio se empezó a abordar la parte de los contenidos con un “nuevo modelo” que se alcanzó a aplicar en formato piloto, apenas; y porque incluía una serie de elementos manipuladores de los mismos profesores como los métodos de evaluación, que a lo largo de todo el periodo generaron recurrentes manifestaciones, paros y bloqueos.
Y la critiqué sobre todo por la falta de gestión política para resolver un problema añejo que el mismo Estado mexicano creó. Otros puntos eran cuestionables como la tergiversación y criminalización que se urdieron desde los medios de comunicación contra los docentes y de cómo los puntos finos de sus protestas no trascendían. Una de las ideas torcidas favoritas era insistir en que los maestros se manifestaban porque no querían ser evaluados y esto no es exacto, el punto de la inconformidad era que mediante las evaluaciones se pretendía presionar y deshacerse de maestros incómodos para la dirigencia magisterial.
El gobierno de Peña nunca intentó un diálogo sincero para resolver el problema; nunca se instaló una mesa de negociaciones para escuchar, atender, proponer y, tal cual, negociar; nunca. La estrategia fue de descalificación permanente mediante juicios y prejuicios unilaterales y, reitero, de manipulación.
Esto no quiere decir tampoco que todos los maestros sean perfectos y todos sus reclamos, justos, de hecho, traigo aquí el caso reciente de los docentes de la CNTE que irresponsablemente se prestaron al juego de Silvano Aureoles en Michoacán y bloquearon en enero las vías férreas con una afectación de miles de millones de pesos. Hay profesores del sistema de educación pública que se resisten a perder los privilegios que el mismo Estado mexicano les otorgó, desde los años 30 y 40 del siglo pasado, para usarlos como carne de urna y que efectivamente no quieren someterse a evaluaciones porque no las librarían. Pero no son todos, ni son la mayoría.
Arreglar el entuerto de los antepasados políticos con respecto a su relación con el magisterio y cómo ha sido usado, nunca ha sido la intención ni el propósito de ningún mandatario, hasta ahora, porque han seguido la misma conducta que sus antecesores. Hoy hay visos de que las cosas pueden cambiar de fondo, de verdad.
De entrada, se ejerció oficio político y labores de gestión para que maestros de la CNTE que bloquearon el trabajo de los diputados justo cuando abordarían la iniciativa esta semana, levantaran la obstrucción y se sentaran a dialogar con las autoridades, tanto la Secretaría de Gobernación como la de Educación Pública. Esto cuenta y contó antes, la manera como abordó el conflicto el Presidente para no dejar opción a los maestros inconformes más que de moverse, sentarse y dialogar.
Decían o dicen los manifestantes que el jefe del Ejecutivo federal no está cumpliendo sus promesas de campaña de abrogar la anterior reforma educativa, pero es justo lo que está haciendo. No para simplemente borrarla, sino que se están planteando elementos que responden a las demandas de la mayoría de los docentes y corrigen las decisiones autoritarias de la anterior. Se expusieron a los maestros las diferencias entre una iniciativa y otra; además de que se garantizó que no habría represión ni autoritarismo contra sus reclamos, sino diálogo y transparencia; una invitación a proponer y participar en el proceso. No había manera de decir que no. Esto hizo falta en la administración anterior y ha hecho falta en general en los gobiernos de las últimas décadas: se ha desdeñado el poder y el sentir de la sociedad y de sus organizaciones, se ha minimizado y catalogado a los mexicanos de “menores de edad” con esta idea claramente autoritaria de que sólo ellos, los que están en el gobierno, saben cómo hacerlo.
El tema educativo dará mucho más de qué hablar los próximos días y la invitación es a estar atentos e involucrarnos porque creo que por primera vez habrá cambios de fondo, trascendentales, que contribuirán a que México salga de la mediocridad en materia educativa.

Columna publicada en El Informador el sábado 23 de marzo de 2019.

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