Ciudad Adentro
Es tan
vertiginosa la dinámica de la información que se difunde todos los días desde
la Presidencia de la República y de otras entidades del Gobierno de México como
las Cámaras de Diputados y de Senadores, que nuestra capacidad de reflexión y
juicio subsecuente se reduce a su mínima expresión.
Los juicios
sobre algún asunto en particular, un programa, una política pública, una
decisión, una acción o varias, una contestación o alguna opinión, son
prácticamente de generación espontánea tanto a favor como en contra, y se
suprime el paso urgente y necesario de la reflexión.
Y ahí vamos,
opinando de esto y aquello sin haberle dedicado al tema o a los temas unos
minutos escasos, en un trayecto de la casa al trabajo o viceversa, mientras
esperamos el semáforo, para tratar de dilucidar a qué obedece todo y qué es lo
que están calculando los actores políticos.
Creo que es el
caso, como tantos otros, de la reforma laboral que se aprobó esta semana en la
Cámara de Diputados y está a la mitad, podríamos decir, del proceso legislativo;
esto en primer lugar.
En segundo, el
último día de la administración de Enrique Peña Nieto, se difundieron los
puntos del acuerdo, al que no se llegó fácilmente, del ahora T-MEC y entre
otros, específicamente, el Gobierno de México se comprometió a emprender
medidas legislativas para garantizar el reconocimiento efectivo del derecho a
la negociación colectiva, según las declaraciones del representante comercial
de Estados Unidos en aquellas fechas. Esto se publicó en varios medios y es
fácil encontrar las referencias en internet con una búsqueda sencilla.
En tercer lugar,
si bien no se revisó el asunto de las empresas de outsourcing, de lo más cuestionado de la mal llamada reforma
laboral de Peña y creo que sigue siendo criticable, se atendieron otros
aspectos que no necesariamente responden a “presiones” de los demócratas
estadounidenses sino a reclamos añejos de la sociedad mexicana que no habían
sido abordados porque formaban parte del modus
operandi del sistema político mexicano: esta relación perversa entre el
gobierno y los sindicatos con líderes que se eternizaban en el poder y
acumulaban tal cantidad de privilegios que lo que verdaderamente no les
importaba eran los trabajadores que decían representar. Mientras pagaran sus
cuotas y pudieran ser utilizados en tiempo de elecciones todo estaba bien,
ellos seguían enriqueciéndose y acumulando poder y dinero. Bueno, algunos
siguen. La reforma laboral que se aprobó en la Cámara de Diputados contiene
disposiciones para acabar con el charrismo sindical y abrir las puertas de la
democracia en estas formas de organización laboral. Y si es así, lo que sigue
es que los líderes sindicales, ahora sí, se preocupen por el bienestar y las
mejores condiciones de trabajo de sus agremiados ¿cuál es el problema? Falta,
reitero, que pase por el Senado.
Otra cuestión
que se podría derivar de esta reforma es que mejoren los ingresos de los
trabajadores mexicanos, uno de los puntos que ha causado gran controversia en
las negociaciones entre los representantes de los tres países. No se me olvida
el señalamiento de Jerry Dias, el líder sindical canadiense, quien afirmó que
el Gobierno de México mantenía deliberadamente en la pobreza a los trabajadores
en aras de lograr una mayor productividad, pero una productividad mal
entendida.
Es clara la
relación entre la aprobación de esta reforma y los compromisos con respecto al
T-MEC ¿pero no era esta una inquietud poco antes de que concluyera la anterior
administración ante las expectativas de un nuevo gobierno? Hay otros aspectos
de la reforma laboral que se acaba de aprobar en la Cámara baja. El proceso
legislativo aún no concluye. La invitación es a informarnos mejor, a dejar de
lado las opiniones superficiales y desinformadas e involucrarse
responsablemente en los asuntos que atañen a la nación en su conjunto y a todos
y cada uno de nosotros.
Necesitamos
profundizar en nuestros procesos de reflexión y, con base en ellos, emitir
juicios más acertados, no sólo para juzgar y ya, sino para actuar, participar,
abrir la boca ante quienes pueden y deben tomar decisiones en materia política,
quienes nos representan, específicamente.
Columna publicada en El Informador el sábado 13 de abril de 2019.