Ciudad Adentro
Una de las
“genialidades” del sistema autoritario que prevaleció en México por décadas fue
el control sindical (léase corporativismo). Era muy sencillo. Se compraba a los
líderes de diferentes formas (privilegios, negocios, prebendas, manejo libre de
cuotas, reelecciones ad infinitum) y
los acuerdos “tripartitas” posteriores eran fáciles y tersos.
Algunas veces se
montaron representaciones teatrales de amenazas de huelga y cosas por el estilo,
sin duda algunas auténticas pero por lo general fallidas con historias de
esquiroles incluidas; igual se “concedían” a los dirigentes algunas de las
demandas para que parecieran de verdad y los trabajadores se sintieran
representados; y finalmente todos confluían y coincidían en las elecciones para
gobernador o presidente y los trabajadores, que debían sentirse agradecidos con
sus líderes, recibían línea para votar por el partido hegemónico, el PRI, pues.
Esto pasó por
muchos, muchos años y es, en realidad, parte de nuestra historia reciente y
actual. Basta con recordar algunos nombres de líderes sindicales históricos
como Fidel Velázquez, un hombre que ayudó a fortalecer y consolidar el sistema
corporativo y autoritario en México y que se enriqueció hasta la náusea; como
Leonardo Rodríguez Alcaine y Joaquín Gamboa Pascoe, los tres de la CTM
(Confederación de Trabajadores de México) y, por mencionar sólo otro caso y
además totalmente vigente, el de Carlos Romero Deschamps, dirigente del
Sindicato de Petróleos Mexicanos, capaz de excesos que son secretos a voces
pero sigue inamovible.
Pues bien,
aunque es un texto complejo, la recomendación aquí es leer la reforma laboral
que fue aprobada al inicio de esta semana en el Senado de la República con 70
votos a favor y 50 en contra. Por primera vez se refleja en las leyes (se
modificaron varios marcos legales) la realidad laboral de México y se propone
un cambio, publicado ya (justo el 1 de Mayo, Día del Trabajo) y, por lo tanto,
en vigor, que rompe con la falta de democracia en las grandes centrales
obreras, con esos acuerdos “tripartitas” que favorecían chantajes y abusos
contra los trabajadores e incluso contra empresarios en ocasiones; y concluye
con años de simulación, de una “política” dizque de defensa de los intereses de
los trabajadores.
Antes de la
aprobación, dada la celeridad que se le imprimió a la reforma, se señaló que se
atendían exigencias del vecino del Norte, específicamente de la poderosa Nancy
Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, por las
acciones pendientes vinculadas con el T-MEC, sin embargo, habría que hacer un
poco de memoria y recordar las luchas sindicales en México, las auténticas, las
que buscaron por años precisamente terminar con la alianza contra los
trabajadores que encabezaban gobernantes y líderes sindicales.
Los puntos
principales, entonces, tienen que ver con eso, con la libertad sindical y
también con la justicia laboral. La elección de dirigentes sindicales se
realizará mediante voto libre, directo y secreto; no se podrá obligar a ningún
trabajador a formar parte de un sindicato y los contratos colectivos no podrán
contener cláusulas de exclusión; se prohíbe de manera expresa que los líderes
usen a los sindicatos para evadir responsabilidades, incluso fiscales; y
también que se ejerza violencia contra los trabajadores.
Las juntas de
conciliación se cierran y se crea el Centro Federal de Conciliación y Registro
Laboral, un asunto, por cierto, que requerirá una operación cuidadosa y
detallada por las facultades que los gobiernos de los estados tienen en la
materia.
Entre otros,
también se contemplaron modificaciones contra la discriminación laboral,
particularmente por cuestiones de género; contra el trabajo forzoso y contra el
trabajo infantil.
Hay puntos, sin
embargo, que es preciso considerar como riesgosos como lo advirtió el
presidente de la Coparmex, Lorenzo Roel Hernández y otros que quedaron
pendientes como la subcontratación. Lo que dijo Roel Hernández fue que se
eliminaron ciertos aspectos de la reforma que podrían “encarecer las
negociaciones” entre empresas y sindicatos; así como los juicios laborales.
Sin duda hay
aspectos para mejorar y perfeccionar, pero creo que se dio un paso fundamental
a favor de los trabajadores, histórico, que la reforma no es consecuente ni
sobreprotectora y propicia una auténtica representación sindical. Como todo,
falta la operación. Vamos a ver.
(Aquí dejó la
liga al sitio del Diario Oficial de la Federación, sólo hay que hacer click en
donde dice PDF y listo: DOF).
Columna publicada en El Informador el sábado 11 de mayo de 2019.