sábado, 20 de agosto de 2016

¿Ya chole?

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Esta semana se publicó en The Guardian, periódico británico, un reportaje en donde se asegura que la esposa del Presidente de México, Angélica Rivera, utiliza un departamento en Miami que pertenece al Grupo Pierdant, compañía que concursa para construir puertos marítimos aquí en el país.
Esto fue apenas el día 9 de agosto y de inmediato la Presidencia de la República, a través de la Vocería, salió a desmentir y a lamentar el texto en The Guardian. Se afirma por supuesto que nada es cierto y que además los reporteros del diario no buscaron la versión oficial antes de sacar a la luz el trabajo periodístico.
Si mal no recuerdo y creo que varios el lector lo tendrá en mente también, apenas el 18 de julio el Presidente Peña pidió perdón por el asunto de la Casa Blanca. Cito: “Si queremos recuperar la confianza ciudadana todos tenemos que ser autocríticos, tenemos que vernos en el espejo, empezando por el propio Presidente de la República. En noviembre de 2014, la información difundida sobre la llamada Casa Blanca causó gran indignación. Este asunto me reafirmó que los servidores públicos además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto reconozco que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos, la entiendo perfectamente, por eso, con toda humildad, les pido perdón; reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio u la indignación que les causé”.
Este mea culpa se dio en el marco de la promulgación del Sistema Nacional Anticorrupción (peor es nada) sin embargo, a tres semanas de entonces una vez más la integridad de la primera dama se somete a juicio de la opinión pública porque, a estas alturas, aunque se haya negado, la credibilidad, escasa a estas alturas de la administración, muy escasa, esmirriadita, terminó por precipitarse casi hasta la extinción o evaporación o la figura que mejor le plazca para ilustrar que, lejos de trata de recuperar la “confianza en el gobierno”, al parecer se dedican a lo contrario. ¿O qué pensaban? ¿Qué una vez solicitado el perdón —no me di cuenta de que nadie se lo otorgara— ya tenían como permiso para hacer cualquier cosa?
El 18 de julio pasado el titular del Ejecutivo federal hizo hincapié en que se condujo dentro de la ley, aun así solicitó perdón porque no se había percatado de la responsabilidad que también tienen los servidores públicos en cuanto a la percepción de los gobernados. Bueno, pues en menos de un mes estas afirmaciones se cayeron aparatosamente. De por sí, el nivel de aceptación del mandatario va en picada: entre 15 y 34 % si se consideran, en el primer caso, líderes de opinión y en el segundo, población en general. Igual la calificación, con las mismas acotaciones va de 3.3 a 4.7 en ambos casos en una escala de diez, es decir, reprobadísimo.
¿Volverá a pedir perdón o nos tocará regañada de la primera dama? El asunto es cuestionable por donde se le vea. Y no es moral, ni sano, ni considerado con  los mexicanos, con un pueblo cuya mayoría vive en pobreza y pobreza extrema (con todo y que quieran cambiar las fórmulas de conteo y evaluación). Es cínico, es descuidado, desaseado y todos los calificativos que pasen por la mente.
Y después de esto, atenta a reacciones en medios de comunicación, me llevo una sorpresa mayúscula cuando escucho a “presuntos” radioescuchas llamar a las estaciones y decir que “ya chole” con el asunto del departamento en Miami, que para qué se aborda el tema, que para qué se informa, que no sirve de nada, que mejor los dejemos gobernar y expresiones por el estilo.
Si el gobierno no se conduce sobre bases de honestidad y transparencia, de integridad y apego a la ley según el discurso de Peña Nieto ¿entonces qué? ¿Ya? ¿Nos resignamos a que cunda la corrupción? ¿A que la familia presidencial haga de las suyas? ¿Aguantaremos estoicamente, mientras todo sube menos los salarios, que nos vuelvan a regañar por malpensados y criticones o que nos pidan perdón pero no en un auténtico acto de contrición y arrepentimiento con penitencia?
Nada de que “ya chole”, urge una rendición de cuentas auténtica. Los mexicanos no merecemos menos.


Columna publicada en El Informador el sábado 13 de agosto de 2016.