Ciudad Adentro
¿Será posible?
¿No se supone que habíamos superado las prácticas autoritarias y dictatoriales?
¿Que la democracia había adquirido carta de residencia? ¿Que simplemente se
trataba de perfeccionar y consolidar? Una vez más, nuestro sistema político
electoral queda en evidencia con las prácticas que le conocemos tan bien al PRI
y al más puro y viejo estilo el “dedazo” hace su aparición en escena.
Lo peor de todo
es que amplios sectores de la sociedad se tragan el cuento. No los juzgo. Lo he
dicho y escrito en otras ocasiones: el sistema está diseñado para mantener a
las mayorías en pobreza y pobreza extrema y sin educación o con educación de
pésima calidad. En un entorno así no se genera conciencia y es fácil
“convencer” con tarjetas de cien o de quinientos pesos y también infundiendo
miedo. Lo tienen tan probado y con tal éxito, que ahora se regresa a los
tiempos del cinismo y la desfachatez con un dedazo vil y vulgar.
A quienes de
pronto sí juzgo son a los que, desde ambientes hasta cierto punto
privilegiados, repiten el discurso inventado por el mismo sistema de:
no-importa-el-partido-sino-las-personas o el-candidato-es-lo-que-cuenta y
aberraciones por el estilo, con todo y que está más que probado que el sistema
es el mismo, no ha cambiado ni siquiera con la alternancia, una de las mayores
farsas de nuestra historia reciente.
Tenemos tiempo
de aquí a las elecciones de 2018 para cambiar las cosas. Para cambiar nosotros
mismos nuestras percepciones, pararnos desde otro sitio y ser capaces de
detectar las malas intenciones, la manipulación, la tergiversación de dichos y
hechos de los otros. De despertar pues, en otras palabras.
Tenemos tiempo
para estar atentos a personas y procesos y con calma y hasta con frialdad,
tomar las mejores decisiones que de verdad signifiquen mejores condiciones de
vida para los mexicanos.
Sé que no es la
primera vez que lo digo y que hasta ahora no ha funcionado, pero creo en que
hay que insistir, en no podemos ni debemos cansarnos, no quitar el dedo del
renglón y volver a intentarlo. El poder es un asunto complejo. Los mejores
intencionados terminan absorbidos por él y cooptados por el sistema. Y hablo de
México y el mundo. Una vez instalados, cobijados por la buena vida y un sistema
que los sobreprotege, entonces la sociedad deja de estar en el foco de sus
intereses y la soberbia y la mezquindad campean. Las necesidades sociales son
algo hasta estorboso y no se nos ocurra a periodistas y ciudadanos hacer la más
leve crítica porque entonces viene la intolerancia y las descalificaciones de
quienes considerábamos eran las mejores opciones en el espectro electoral.
Es muy difícil,
desde adentro (seguro habrá quienes lo hayan intentado, sin éxito hasta ahora)
y no se diga desde afuera, pero no queda otra. Hay que seguir y tenemos tiempo.
Apenas se van definiendo candidatos y mientras no modifiquemos radicalmente el
sistema es lo que hay. Es una vergüenza pero es lo que tenemos; y de pronto
parece un callejón sin salida pero llegará el día, porque además hay
generaciones de jóvenes que verdaderamente alimentan esperanzas de que es
posible y de que sucederá más temprano que tarde.
No merecemos
este gobierno. Nadie vota conscientemente por el peor y constantemente desde
diferentes trincheras se señalan errores y omisiones, hay marchas, manifiestos,
expresiones de descontento, ideas y propuestas concretas desde la academia. A
muchos nos agobia la impotencia pero hay que insistir, México es un país de
gente trabajadora y noble; gente pacífica que merece un mejor futuro, una
realidad distinta; merecemos vivir en paz, con justicia, con ingresos
suficientes para la satisfacción de las necesidades y no mínimamente, bien; con
buenos trabajos y buenos sueldos; con acceso a una buena educación, a salud, a
recreación; a sistemas de transporte y de disposición de desechos sólidos
modernos; con seguridad para nosotros y para nuestros hijos; merecemos una
sociedad con oportunidades, en donde sea posible albergar proyectos personales
y familiares realizables; en donde la desigualdad se abata paulatina y
constantemente y entonces sí nos sintamos cómodos con una democracia real y
efectiva. Es posible y estamos a tiempo.
Columna publicada en El Informador el sábado 9 de diciembre de 2017.