Ciudad Adentro
Esta operación
es cada vez más recurrente. Y si es una suma, debe haber un resultado:
¿apatía?, ¿irresponsabilidad?, ¿resignación?, ¿frustración? Difícilmente se
podría encontrar un resultado positivo de esta combinación de factores, en todo
caso, tendría que cambiar el signo: Democracia = decepción… si nos remitimos a
la manera en la que se practica la democracia en México y en casi todo el mundo
desde hace varios lustros a la fecha.
Ahora ¿es la
práctica de la democracia? ¿Es la descomposición de la clase gobernante? ¿La
falta de participación ciudadana? ¿La corrupción que se extiende como plaga por
el globo terráqueo? ¿Es la falla del sistema? ¿El agotamiento del modelo? ¿Qué
es?
Recientemente se
presentaron las conclusiones de un estudio de opinión pública sobre diversas
percepciones en América Latina, básicamente desarrollo democrático, economía y
sociedad. Se conoce como Latinobarómetro y hasta ahora goza de prestigio por la
seriedad de sus encuestas y por la manera en la que se procesan y difunden los datos,
aunque todo estudio, sea de quien sea, debe leerse y analizarse
escrupulosamente; no están los tiempos para otorgar cheques en blanco sin ton
ni son. Como siempre que hay acceso libre, dejo aquí la liga por si se desean
leer el informe 2017 completo: Latinobarómetro.
Pues bien,
resulta que la mayoría de las personas entrevistadas (más de 20 mil de 18
países de América Latina) está decepcionada de la democracia; los autores del
estudio describen esto como “el declive de la democracia en toda la región”. Y
agregan: “La hemos llamado diabetes
democrática, una enfermedad invisible, que no alarma (a) nadie pero carcome
la vida lentamente”. Habría que añadir: para la que no hay cura.
¿Por qué será?
Hay quienes interpretan este indicador como una incomprensible añoranza del
pasado autoritario y dictatorial en la región, y ya. Personalmente creo que esa
puede ser una posible interpretación, pero no la única ni necesariamente la
correcta. Definitivamente algo está fallando y son significativos los
indicadores que arroja este trabajo entre los que, por ejemplo, se alza
Venezuela como el único país en donde creció de manera notable la preferencia
de la población por la democracia como el mejor sistema de gobierno posible en
contraste con los demás conocidos.
¿El peor
resultado para esta misma pregunta? México. Es el país en el que de un año a
otro se registró la baja más significativa con 10 puntos porcentuales. El apoyo
a la democracia en México cayó de 48 a 38 % de 2016 a 2017 y es prácticamente
el peor nivel alcanzado desde 1995 a la fecha, salvo por el resultado del año
2013 que se situó en 37 % de apoyo a la democracia como sistema de gobierno.
¿Se puede decir
que en el caso de México hay nostalgia por la dictadura? No lo creo. El
indicador revela, en cambio, que los gobiernos pseudo democráticos en nuestro
país, alternancia incluida y toda la cosa, no están respondiendo a las
expectativas de la población, expectativas, por cierto, generadas por la misma
clase política y el sistema de partidos; y anuladas por los mismos gobernantes
dada su inoperancia como ejecutivos titulares de las administraciones públicas
ya sean federal, estatales o municipales; por la falta de responsabilidad y de
liderazgo; por los altísimos niveles de corrupción y por el desdén, sintomático
ya, de la clase política con respecto a las demandas y necesidades sociales.
La decepción con
respecto a los gobiernos “democráticos” en México es mayúscula; o de la
democracia según se entiende y práctica en nuestro país. Como ciudadanos, este
es el gran desafío: es preciso sobreponernos y pese a nuestra mala percepción
de la democracia aquí, prepararnos para
las elecciones que vienen.
Urgen cambios.
Están a punto de terminar las precampañas, una farsa realmente; y en el periodo
previo al inicio de las campañas, también habrá publicidad y propaganda
electoral “neutra” según dicen y bueno, ya pronto veremos qué entienden por
eso; es decir, no nos dejarán descansar de un espectáculo lamentable y
deprimente.
Ya sabemos que
la democracia no es perfecta y quizá nos falte comparar con otros países:
España por ejemplo, en donde vivieron por más de 40 años bajo una dictadura que
los lleva a apreciar la democracia casi como sea.
No se trata de
conformarse con lo que sea, tampoco; es como si estuviéramos ya satisfechos
porque experimentamos la “alternancia”. No. Hay que exigir mejor cada vez, un
desempeño casi perfecto, lo merecemos.
Columna publicada en El Informador el sábado 10 de febrero de 2018.