Ciudad Adentro
El proceso
electoral en el que estamos inmersos (es difícil encontrar a alguien que no) es
hasta ahora uno de los más intensos, violentos, sucios e invasivos que
recuerdo. La polarización que se fomenta desde los medios de comunicación y las
redes sociales está llegando a niveles de enardecimiento que nos hacen olvidar
o desdeñar hasta nuestra propia humanidad.
Después de
nuestras recurrentes y desoídas quejas contra la guerra sucia de cada elección,
ante la persistencia de la clase política en estas formas de construir
candidaturas y gobiernos, una buena cantidad de mexicanos han caído
irremediablemente en el juego del poder y los enfrentamientos entre personas de
a pie, entre civiles, entre mexicanos dedicados a trabajar y a sacar adelante a
sus familias y al país en conjunto, entre familias y amigos, cada vez son,
además de más frecuentes, más violentos y divisorios.
Alto, por favor.
Encima de tener que sufrir y capotear la crisis económica como se pueda, con
dos y tres trabajos, lavando autos y vendiendo latas, productos de catálogo y
ropa de segunda; encima de tener que aceptar los malos servicios de salud y de
educación porque no hay más (si es que se tiene acceso a ellos); de soportar y
aguantar la ineficiencia de las oficinas de gobierno a donde vamos a hacer
diversos trámites, del nivel que sea; de trabajar a sabiendas de la precariedad
del empleo que se puede perder en cualquier momento; más los problemas
familiares derivados, muchos de ellos, de una sociedad en franca descomposición
y un tejido social más que roto, desgarrado; nos quieren imponer otra vez la
división por preferencias político-electorales con actitudes que bordean la
obsesión compulsiva y hasta la esquizofrenia; las mentiras y la falta de
escrúpulos.
Alto, por favor.
Somos ciudadanos integrantes de una democracia imperfecta y con altos índices
de simulación, sin embargo, como parte de ella tenemos responsabilidades que
por lo general no asumimos. Ya se ha dicho mucho, pero lo cierto es que lo que
ha pasado en los últimos lustros revela que nos hemos concretado a votar; y si
quien gana no es el candidato de nuestra preferencia, regresamos a la vorágine
de la vida diaria y se acabó, hasta dentro de tres o de seis años, volver a
votar si es que quedan ganas, si es que tenemos tiempo.
México merece
mejores políticos, pero si como ciudadanos no usamos los mecanismos de la
democracia, débiles y todo, jamás los tendremos. Los jóvenes que están
incursionando en política con la férrea determinación de practicarla de otra
manera y reemplazar a quienes ahora integran la clase política en México, son
una esperanza muy grande; es un movimiento que está empezando y que necesita
respaldo, arropamiento y acompañamiento de la sociedad para que las cosas en
México cambien de fondo y bien, con efectos a largo plazo que alcancen a las
próximas generaciones de mexicanos.
LCG |
Eso es algo que
podemos hacer; además, buscar información, toda la información que consideremos
necesaria para que nuestros votos el próximo 1 de julio sean producto de un
ejercicio personal de investigación y reflexión. Si no tenemos internet pues un
cyber o en el teléfono o en la tablet de
nuestros hijos, pero buscar información, contrastarla, compararla, sacar
nuestras propias conclusiones, normar nuestro criterio. A las primeras de
cambio se sorprenderán de lo mucho que se oculta, de la gran cantidad de
mentiras y de todo lo que se tergiversa y manipula. No es justo que, encima de
todo, seamos manipulados y que a la hora de la hora ni siquiera nosotros, cada
quien, cada uno en la soledad de la mampara, votemos libremente, sino los que
operaron a través de nosotros con información engañosa, filtrada, editada, tergiversada,
inventada y demás
Hay
enardecimiento y también confusión: música para los oídos de la clase política.
No lo permitamos, ese es nuestro poder.
Alto, por favor,
a la intolerancia, a los juicios sumarios, a las ofensas porque no hay
coincidencia en preferencias electorales. Al final del día, una vez que pasen
las elecciones y se cierre el proceso electoral, quien sea que gane, no debe
gobernar solo y esa es otra de las responsabilidades que como ciudadanos
miembros de una democracia tenemos; nos toca mejorar esa democracia, aceitarla
y echarla a andar; mantenerla activa y dinámica; no permitir que se pervierta
ni se viole; trabajar en repararla y perfeccionarla. Nos corresponde.
Reitero por
enésima vez: nos necesitamos juntos, ese es nuestro gran poder y alto ya por
favor a la guerra sucia y a las campañas de odio, no somos así, nos han hecho
caer en eso y sólo nosotros, cada quien, podemos atajar el avance de formas de
hacer política que urge erradicar.
Columna publicada en El Informador el sábado 26 de mayo de 2018.