Ciudad Adentro
Me llamó la
atención que la presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación, Janine Otálora, dijera que la democracia en México es joven y que
con las elecciones de mañana estará a prueba. Mi primer pensamiento fue de
desacuerdo ¿no se supone que la democracia en México data de 1910 a la fecha? Y
luego: ¿son jóvenes con respecto a qué o a cuál? ¿No se pone a prueba elección
tras elección con muy bajas calificaciones hasta ahora, por cierto?
Sin embargo,
reflexionando un poco en torno al dicho de la funcionaria, es cierto, nuestra
democracia es joven y, en realidad, lo que hizo Otálora fue reconocer —de
manera tácita—que las instituciones democráticas que nos hemos dado no habían
sido tales sino a partir de la ciudadanización de los años noventa del siglo
pasado, antes de eso, no es posible hablar de democracia a pesar de los
trienios y sexenios de elecciones; en todo caso, no serían jóvenes y
quedaríamos muy mal parados en materia de valores democráticos.
Entonces sí, es
joven y ¿qué se puede deducir o interpretar de tal calificativo? ¿que es
inmadura? ¿voluble? ¿vulnerable? ¿débil?
¿Y qué tal si cambiamos
los adjetivos? Valdría la pena recurrir a las características positivas que se
atribuyen a la juventud, así estaríamos hablando de una democracia vigorosa,
dinámica, intensa, honesta, inteligente, creativa, alegre y fuerte.
La gran
diferencia estriba, creo yo, en cómo la ejercemos los ciudadanos, en cómo
practicamos la democracia. De la clase política ni hablar, sabemos de sobra y
vivimos y sufrimos en carne propia su proclividad a la simulación, a practicar
esa actitud recurrente de aparentar que todo es casi perfecto, que aquí no pasa
nada; que los mexicanos criticamos por criticar y cuestiones por el estilo; que
sí hay plena democracia aun cuando los ejemplos de un ejercicio autoritario del
poder se han sucedido sexenio tras sexenio.
La diferencia la tenemos en nuestras manos; está en asumir o no nuestro poder como ciudadanos. En la medida en que sí lo hagamos, la democracia en México madurará y se consolidará elección tras elección y, por supuesto y con mayor razón, entre un proceso y otro porque cada vez se extiende más el convencimiento de que la democracia no empieza y termina el día de los comicios sino que es una condición permanente que durante procesos electorales se manifiesta sólo para la renovación de ejecutivos y legislativos, es todo.
La diferencia la tenemos en nuestras manos; está en asumir o no nuestro poder como ciudadanos. En la medida en que sí lo hagamos, la democracia en México madurará y se consolidará elección tras elección y, por supuesto y con mayor razón, entre un proceso y otro porque cada vez se extiende más el convencimiento de que la democracia no empieza y termina el día de los comicios sino que es una condición permanente que durante procesos electorales se manifiesta sólo para la renovación de ejecutivos y legislativos, es todo.
Los niveles de
abstencionismo en México por lo general son altos; siempre sube el porcentaje
de votantes en elecciones presidenciales y baja en elecciones intermedias, es
decir que la expectativa, sólo por este dato, es de que más mexicanos acudirán a
las urnas el día de mañana. Cuenta también que son elecciones concurrentes y en
los estados de la República en donde además se votará por gobernador y alcalde,
la asistencia seguramente será mayor.
Aunque, más que
por eso, que sucede cada seis años, creo que estas elecciones en particular son
diferentes a cualesquiera otras y que, como nunca, saldrán los electores a
ejercer su derecho y a cumplir con su obligación a lo largo y ancho de este
bellísimo, maravilloso y extraordinario país.
Ya lo dirán las
cifras en los próximos días, pero tengo la idea, muy firme, de que los procesos
anteriores, con todo lo que hemos sabido y en los que muchos mexicanos han
participado como la compraventa de votos o la manipulación vía mercadotecnia
engañosa, han ejercido una influencia en sentido contrario a las intenciones y
pretensiones de quienes han urdido tales estrategias deshonestas y marrulleras;
y que los ciudadanos, la mayoría de los casi 90 millones de mexicanos que
estamos en la lista nominal, votaremos seguros, confiados, con la certeza de
que el voto es libre y secreto y de que no valdrá ningún intento que atente
contra esta determinación.
Ni desidia, ni
flojera estarán por encima; no será una tentación no acudir a la casilla; ni
prevalecerán la apatía o el desinterés, al contrario; porque cada vez estamos
más convencidos de que somos capaces, plenamente capaces de hacer la diferencia
y hacer valer nuestro poder, sí, está en nuestras manos. Es lo menos que
merecemos, lo menos que nos debemos.
Mañana es el
gran día, nosotros podemos hacer que sea una jornada festiva y que a partir de
nuestras acciones y decisiones en las urnas, la juventud que se le atribuye a la
democracia mexicana lejos de ser un defecto sea una cualidad.
Columna publicada en El Informador el sábado 30 de junio de 2018.