sábado, 30 de junio de 2018

Democracia joven


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Me llamó la atención que la presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Janine Otálora, dijera que la democracia en México es joven y que con las elecciones de mañana estará a prueba. Mi primer pensamiento fue de desacuerdo ¿no se supone que la democracia en México data de 1910 a la fecha? Y luego: ¿son jóvenes con respecto a qué o a cuál? ¿No se pone a prueba elección tras elección con muy bajas calificaciones hasta ahora, por cierto?
Sin embargo, reflexionando un poco en torno al dicho de la funcionaria, es cierto, nuestra democracia es joven y, en realidad, lo que hizo Otálora fue reconocer —de manera tácita—que las instituciones democráticas que nos hemos dado no habían sido tales sino a partir de la ciudadanización de los años noventa del siglo pasado, antes de eso, no es posible hablar de democracia a pesar de los trienios y sexenios de elecciones; en todo caso, no serían jóvenes y quedaríamos muy mal parados en materia de valores democráticos.
Entonces sí, es joven y ¿qué se puede deducir o interpretar de tal calificativo? ¿que es inmadura? ¿voluble? ¿vulnerable? ¿débil?
¿Y qué tal si cambiamos los adjetivos? Valdría la pena recurrir a las características positivas que se atribuyen a la juventud, así estaríamos hablando de una democracia vigorosa, dinámica, intensa, honesta, inteligente, creativa, alegre y fuerte.
La gran diferencia estriba, creo yo, en cómo la ejercemos los ciudadanos, en cómo practicamos la democracia. De la clase política ni hablar, sabemos de sobra y vivimos y sufrimos en carne propia su proclividad a la simulación, a practicar esa actitud recurrente de aparentar que todo es casi perfecto, que aquí no pasa nada; que los mexicanos criticamos por criticar y cuestiones por el estilo; que sí hay plena democracia aun cuando los ejemplos de un ejercicio autoritario del poder se han sucedido sexenio tras sexenio.



La diferencia la tenemos en nuestras manos; está en asumir o no nuestro poder como ciudadanos. En la medida en que sí lo hagamos, la democracia en México madurará y se consolidará elección tras elección y, por supuesto y con mayor razón, entre un proceso y otro porque cada vez se extiende más el convencimiento de que la democracia no empieza y termina el día de los comicios sino que es una condición permanente que durante procesos electorales se manifiesta sólo para la renovación de ejecutivos y legislativos, es todo.
Los niveles de abstencionismo en México por lo general son altos; siempre sube el porcentaje de votantes en elecciones presidenciales y baja en elecciones intermedias, es decir que la expectativa, sólo por este dato, es de que más mexicanos acudirán a las urnas el día de mañana. Cuenta también que son elecciones concurrentes y en los estados de la República en donde además se votará por gobernador y alcalde, la asistencia seguramente será mayor.
Aunque, más que por eso, que sucede cada seis años, creo que estas elecciones en particular son diferentes a cualesquiera otras y que, como nunca, saldrán los electores a ejercer su derecho y a cumplir con su obligación a lo largo y ancho de este bellísimo, maravilloso y extraordinario país.
Ya lo dirán las cifras en los próximos días, pero tengo la idea, muy firme, de que los procesos anteriores, con todo lo que hemos sabido y en los que muchos mexicanos han participado como la compraventa de votos o la manipulación vía mercadotecnia engañosa, han ejercido una influencia en sentido contrario a las intenciones y pretensiones de quienes han urdido tales estrategias deshonestas y marrulleras; y que los ciudadanos, la mayoría de los casi 90 millones de mexicanos que estamos en la lista nominal, votaremos seguros, confiados, con la certeza de que el voto es libre y secreto y de que no valdrá ningún intento que atente contra esta determinación.
Ni desidia, ni flojera estarán por encima; no será una tentación no acudir a la casilla; ni prevalecerán la apatía o el desinterés, al contrario; porque cada vez estamos más convencidos de que somos capaces, plenamente capaces de hacer la diferencia y hacer valer nuestro poder, sí, está en nuestras manos. Es lo menos que merecemos, lo menos que nos debemos.
Mañana es el gran día, nosotros podemos hacer que sea una jornada festiva y que a partir de nuestras acciones y decisiones en las urnas, la juventud que se le atribuye a la democracia mexicana lejos de ser un defecto sea una cualidad.

Columna publicada en El Informador el sábado 30 de junio de 2018.