lunes, 29 de octubre de 2018

Ninis


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)


En esta sociedad de jueces implacables en la que nos hemos convertido, desde que alguien inventó el término nini, nos cayó del cielo para juzgar a los jóvenes que ni estudian ni trabajan. Nini ya es sinónimo de vago, flojonazo y palabras peores y también de pronto se cree (así de duros somos con nosotros mismos) que los ninis es un fenómeno exclusivo de México.
Pues no es así. Para empezar, la problemática relacionada con los jóvenes entre 16 y 29 años más o menos, los rangos varían de un país a otro, fue detectada primero en Gran Bretaña según pude investigar someramente. Se trata de jóvenes que no estudian formalmente, no trabajan y no están en ningún tipo de capacitación o entrenamiento. La identificación del fenómeno data de 1999 y desde entonces se han hecho estudios, reportes e informes que llaman la atención sobre esto porque es la población en cuyas manos muy pronto estará el destino del mundo (https://data.oecd.org/youthinac/youth-not-in-employment-education-or-training-neet.htm).
En una buena cantidad de publicaciones en internet, tanto de México como de otros países, los juicios contra los ninis son demoledores: “[…] se caracterizan por ser una generación apática, desvitalizada, indolente, tranquila en su zona de confort familiar. Se entretienen con un televisor, un equipo para juegos virtuales y el último programa de internet de su computadora” (La Nación, 2017).
En México el problema está detectado desde hace pocos años y recuerdo que al principio se hacía hincapié en su gravedad porque se corría el riesgo de perder el “bono demográfico”, esto es, que la gran cantidad de jóvenes que hay en nuestro país entre 15 y 24 años no tendrían la formación necesaria que les permitiera desempeñarse en el mercado laboral cuando les llegara la hora.
Desde entonces, para muchos, se trata de chamacos flojos y desobligados… y no. En primer lugar, no se puede generalizar; en segundo, hay millones de jóvenes que quieren estudiar y quieren trabajar pero no encuentran dónde. No salen en listas para estudiar en una universidad pública y sus padres no tienen suficientes ingresos para pagar sus estudios en una privada. Luego quieren trabajar y resulta que no tienen experiencia ni grados concluidos y así cómo. Es un círculo vicioso que amenaza seriamente el futuro de estos jóvenes.
Claro que es un fenómeno con múltiples causas, complejas todas y no se puede abordar desde un solo punto de vista, sin embargo, hay un asunto que quiero destacar y tiene que ver con información generada esta semana: el acuerdo de los industriales de México (léase líderes de industriales) con el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro que les planteó desde hace tiempo y recientemente reiteró, el Presidente electo.
No es simplemente la recuperación de una promesa de campaña, por cierto, mal entendida en su momento; ni una medida paliativa para salir del paso. Yo creo que esto tiene antecedentes en los años setenta, cuando el entonces presidente Echeverría, en una reforma laboral (que seguro con los términos de hoy hubiera sido “cantada” como estructural) prohibió que los empresarios contrataran aprendices. Esta decisión, que se manejó como de protección a la niñez, desató una serie de problemas que afectaron el mercado laboral en su conjunto. En lugar de prohibir, se debió pensar en un marco legal que pusiera límites con respecto a la edad, por ejemplo, que garantizara ciertos ingresos y que regulara la cantidad de horas trabajadas para evitar la explotación. No, se prohibió y con eso hay muchos oficios que están en peligro de extinción y se cerraron muchas fuentes de trabajo.
Muy bien, aterrizo: con el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro en gran medida se atenderá el rezago y la brecha que se abrió en los años setenta y que persiste hasta nuestros días; los jóvenes que se adhieran a este esquema tendrán obligaciones, no se les va a regalar nada y, como dijo un empresario al respecto, es un esquema “ganar, ganar” porque los empresarios tendrán jóvenes capacitándose en las áreas que requieren, jóvenes ganando experiencia y capacitándose en y para el trabajo. Se estima que el beneficio será para casi tres millones de jóvenes mexicanos.
Creo que no está mal y que sí se abre una ventana para ofrecer a los jóvenes otra realidad con respecto a las oportunidad que hoy no tienen; y me parece muy bien, el acuerdo entre el próximo Presidente de México y los representantes del sector industrial en nuestro país, porque no se habían llevado muy bien que digamos, todos lo sabemos. Es un buen diseño y falta que entre en operación, pero ahí está, con cada vez más involucrados, una manera de lograr que las cosas sucedan.

Columna publicada en El Informador el sábado 30 de septiembre de 2018.

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