Ciudad Adentro
En esta sociedad
de jueces implacables en la que nos hemos convertido, desde que alguien inventó
el término nini, nos cayó del cielo
para juzgar a los jóvenes que ni estudian ni trabajan. Nini ya es sinónimo de vago, flojonazo y palabras peores y también
de pronto se cree (así de duros somos con nosotros mismos) que los ninis es un fenómeno exclusivo de
México.
Pues no es así.
Para empezar, la problemática relacionada con los jóvenes entre 16 y 29 años
más o menos, los rangos varían de un país a otro, fue detectada primero en Gran
Bretaña según pude investigar someramente. Se trata de jóvenes que no estudian
formalmente, no trabajan y no están en ningún tipo de capacitación o
entrenamiento. La identificación del fenómeno data de 1999 y desde entonces se
han hecho estudios, reportes e informes que llaman la atención sobre esto
porque es la población en cuyas manos muy pronto estará el destino del mundo (https://data.oecd.org/youthinac/youth-not-in-employment-education-or-training-neet.htm).
En una buena
cantidad de publicaciones en internet, tanto de México como de otros países,
los juicios contra los ninis son
demoledores: “[…] se caracterizan por ser una generación apática,
desvitalizada, indolente, tranquila en su zona de confort familiar. Se
entretienen con un televisor, un equipo para juegos virtuales y el último
programa de internet de su computadora” (La
Nación, 2017).
En México el
problema está detectado desde hace pocos años y recuerdo que al principio se
hacía hincapié en su gravedad porque se corría el riesgo de perder el “bono
demográfico”, esto es, que la gran cantidad de jóvenes que hay en nuestro país
entre 15 y 24 años no tendrían la formación necesaria que les permitiera
desempeñarse en el mercado laboral cuando les llegara la hora.
Desde entonces,
para muchos, se trata de chamacos flojos y desobligados… y no. En primer lugar,
no se puede generalizar; en segundo, hay millones de jóvenes que quieren
estudiar y quieren trabajar pero no encuentran dónde. No salen en listas para
estudiar en una universidad pública y sus padres no tienen suficientes ingresos
para pagar sus estudios en una privada. Luego quieren trabajar y resulta que no
tienen experiencia ni grados concluidos y así cómo. Es un círculo vicioso que
amenaza seriamente el futuro de estos jóvenes.
Claro que es un
fenómeno con múltiples causas, complejas todas y no se puede abordar desde un
solo punto de vista, sin embargo, hay un asunto que quiero destacar y tiene que
ver con información generada esta semana: el acuerdo de los industriales de
México (léase líderes de industriales) con el Programa Jóvenes Construyendo el
Futuro que les planteó desde hace tiempo y recientemente reiteró, el Presidente
electo.
No es
simplemente la recuperación de una promesa de campaña, por cierto, mal
entendida en su momento; ni una medida paliativa para salir del paso. Yo creo
que esto tiene antecedentes en los años setenta, cuando el entonces presidente
Echeverría, en una reforma laboral (que seguro con los términos de hoy hubiera
sido “cantada” como estructural) prohibió que los empresarios contrataran
aprendices. Esta decisión, que se manejó como de protección a la niñez, desató
una serie de problemas que afectaron el mercado laboral en su conjunto. En
lugar de prohibir, se debió pensar en un marco legal que pusiera límites con
respecto a la edad, por ejemplo, que garantizara ciertos ingresos y que
regulara la cantidad de horas trabajadas para evitar la explotación. No, se
prohibió y con eso hay muchos oficios que están en peligro de extinción y se
cerraron muchas fuentes de trabajo.
Muy bien, aterrizo:
con el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro en gran medida se atenderá el
rezago y la brecha que se abrió en los años setenta y que persiste hasta
nuestros días; los jóvenes que se adhieran a este esquema tendrán obligaciones,
no se les va a regalar nada y, como dijo un empresario al respecto, es un
esquema “ganar, ganar” porque los empresarios tendrán jóvenes capacitándose en
las áreas que requieren, jóvenes ganando experiencia y capacitándose en y para
el trabajo. Se estima que el beneficio será para casi tres millones de jóvenes
mexicanos.
Creo que no está
mal y que sí se abre una ventana para ofrecer a los jóvenes otra realidad con
respecto a las oportunidad que hoy no tienen; y me parece muy bien, el acuerdo
entre el próximo Presidente de México y los representantes del sector
industrial en nuestro país, porque no se habían llevado muy bien que digamos,
todos lo sabemos. Es un buen diseño y falta que entre en operación, pero ahí
está, con cada vez más involucrados, una manera de lograr que las cosas
sucedan.
Columna publicada en El Informador el sábado 30 de septiembre de 2018.