Ciudad Adentro
Sin que sea
resultado de ningún estudio o investigación exhaustiva sino más bien un asunto
que tiene que ver con la intuición y con la información acumulada durante
décadas, creo, estoy firmemente convencida, de que los jóvenes en el mundo han
sido sistemáticamente sometidos y aplastados por diferentes vías más o menos
desde 1968, cuando demostraron de lo que eran capaces en varias partes del
mundo.
En México y en
otros países fueron asesinados impunemente, pero creo que también fueron
empujados al consumo de drogas para mantener esa fuerza inconmensurable, esa
rebeldía poderosa y generadora de cambios, sumida en la apatía y en las
adicciones. Por fortuna no son todos, ni siquiera una mayoría, pero si
suficientes para que los intentos no pinten ni prosperen, al menos así ha sido
en los últimos tiempos.
En el artículo
del 3 de marzo cité un llamado que José Manuel Mireles hizo a los jóvenes en la
UNAM: “[…] las drogas no benefician a nadie, se pueden sentir bien un ratito,
pero lo mejor es tener la conciencia despierta y el conocimiento trabajando”.
No puedo estar más de acuerdo.
Esta semana,
Guillermo del Toro ofreció en Guadalajara (estrictamente, en Zapopan) tres
master class a más de 10 mil jóvenes en su mayoría aunque estuvieron presentes
niños y adultos, hombres y mujeres.
Más allá de la
revelación generosa de sus técnicas, de sus ideas, de cómo surgieron sus
proyectos, de cómo se ha movido en la industria internacional del cine, el
cineasta compartió claves para lidiar con la vida y con la realidad que nos
circunda, porque efectivamente no es nada terso, ni romántico, ni fácil.
Celebro y
agradezco la forma en la que se dirigió a los jóvenes, a muchachos y muchachas
adolescentes y veinteañeros, treintones, pero sobre todo los primeros, a
quienes les compartió consideraciones simples, cero rebuscadas y como respuesta
a preguntas expresas, sobre la frustración y la muerte por ejemplo. A jóvenes
sensibles que tienden a tomar los obstáculos de la vida y los propios de este
país como algo personal, les digo cómo superarlos, lo que se necesita; y los
invitó a usar la rabia, esa rabia profunda que se lleva por dentro ante
injusticias, desigualdades, falta de oportunidades, pobreza y corrupción, en
sus propios proyectos, en alimentar la determinación para alcanzar objetivos,
en la fuerza de carácter y en la perseverancia. No son las palabras textuales
de Guillermo del Toro como podrán notar su vieron las tres clases maestras (si
no, por favor, véanlas, aquí dejo la liga de la primera que los enlazará con
las otras dos: primera máster class, a partir del
minuto diez), pero en otras palabras así fue.
Dio respuestas
sencillas para lidiar con la incertidumbre juvenil, con pensamientos que de
pronto atormentan relacionados con la muerte y con la impotencia y ofreció
consejos de conducta incluso, para saber cómo enfrentar las adversidades,
empezando por el NO como el principal impulsor de iniciativas.
También
reconoció el talento mexicano, particularmente del tapatío y aunque no lo dijo
de manera expresa, Guillermo del Toro dejó una idea muy clara a lo largo de sus
tres intervenciones: los necesitamos. Necesitamos a los jóvenes, su talento, su
fuerza, su rebeldía, sus capacidades y habilidades, su entusiasmo, sus ganas de
vivir, su inventiva, su ingenio, su alegría, su creatividad, su claridad de
ideas.
Los necesitamos
vivos, enteros, conscientes, despiertos, actuantes, contestatarios,
inteligentes, ciertos, determinados, con sus metas y proyectos tan claros como
los expresan y como los trabajan, sin esperar nada que no salga de cada uno,
como les dijo Del Toro también para el manejo de expectativas.
Y con los
jóvenes, la sociedad en pleno. Muchas veces lo he escrito en este espacio y en
otros: Nos necesitamos juntos, en la familia, en la escuela, en los grupos de
amigos, en la comunidad cercana, en la sociedad en general, en la nación. Nos
necesitamos juntos para abrazar las causas de todos y cada uno, para apoyarlas,
para impulsarlas.
Alguien por ahí,
palabras más palabras menos dijo algo así de que “ya chole” con Guillermo del
Toro. Y lo lamento de verdad. No había sido testigo hasta ahora, de que alguien
que ha alcanzado el éxito a los más altos niveles, compartiera su experiencia
profesional y de vida con tal generosidad y en esa magnitud y con la
preocupación auténtica por este país y por todos nosotros, particularmente por
los jóvenes mexicanos. Gracias.
Columna publicada en El Informador el sábado 17 de marzo de 2018.