Ciudad adentro
La propuesta del obispo de Saltillo, Raúl Vera López, de
integrar un constituyente para darnos los mexicanos una nueva Constitución, no
es nueva en los años recientes. Recuerdo aquella iniciativa “Nueva República”
que encabezaba Porfirio Muñoz Ledo y en la que, por cierto, participó un
personaje local, Raúl Padilla López.
Después, el mismo Muñoz Ledo, como candidato a la Presidencia
de la República, con todas las bases de “Nueva República” y abanderado del
Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (sí, el PARM), continuó con la idea
incluso cuando optó por el llamado voto unitario a favor de Vicente Fox.
Lo demás es historia porque de todas maneras no pasó nada
a pesar de que, entre otras cuestiones, el tribuno proponía cambiar el sistema
para que fuera parlamentario y no presidencialista. Y en gran medida no pasó
nada porque Muñoz Ledo abandonó el tema muy cómodamente, al principio,
instalado como diplomático en la Unión Europea y luego, de aquí para allá; y
además, porque nadie lo retomó. Claro, entiéndase por “nadie” actores
políticos, porque desde la academia y el periodismo, así, en términos
generales, no se ha dejado de insistir con mayor o menor intensidad.
Muy bien, pues ahora es el obispo Vera quien retoma esta
inquietud en un contexto inédito y ante un panorama incierto y complejo. Por
supuesto, no es sencillo y persisten las dudas con respecto a su viabilidad si
consideramos las deficiencias de origen que el mismo obispo critica en la clase
política mexicana. Pero ahora sí que no hay peor lucha que la que no se hace.
Lo que me entusiasma de esta propuesta es eso, que es una
iniciativa diferente, que parte de la sociedad, particularmente de un sacerdote
que se ha distinguido por la defensa de los derechos humanos, activo y
activista, con conciencia social, humano, politizado… En otros espacios he
dicho que si no es de la sociedad difícilmente se logrará un cambio radical
profundo y positivo en México. Pues bueno, es un primer paso.
El obispo Vera, además, es un líder que puede atraer y
canalizar a otros actores sociales con foro y presencia, con arrastre y poder
de convocatoria para fortalecer su intención, su propósito de “remediar al
país, no remendarlo”.
Las ideas están sobre la mesa pero no se han quedado ahí.
El primer paso está a la vuelta de la esquina: la próxima semana, el 5 de
febrero, se conmemorará un aniversario más de la Constitución de 1917 y se está
convocando a una asamblea para, en su seno, delinear los puntos básicos de una
nueva Constitución. Sí. Según el mismo clérigo ha definido, se trata de un
“congreso constituyente alternativo” que, al margen de partidos políticos y
clase política en general, sea un espacio para que el pueblo ejerza su
soberanía.
Esta propuesta es también una respuesta para la mayoría
de los mexicanos que no están conformes con la situación actual pero que
apuestan por la vía pacífica; y surgió a raíz de la sucesión de hechos
lamentabilísimos en nuestro país que han dejado en evidencia: corrupción,
ineficiencia e ineficacia, indolencia, decadencia, descomposición y acciones
afines, conexas y similares, con relación a las mal llamadas autoridades de
todos los órdenes de gobierno.
La primera fase implica, entonces, con base en los
principios de la democracia participativa, construir una nueva Constitución; en
una segunda fase “se propone renovar las instancias legislativas federales y
locales” y la tercera contempla instalar un nuevo congreso que apruebe el nuevo
orden constitucional.
¿Utópico? Sí, sin duda…No importa. Gracias a las utopías
por lo menos deseamos, imaginamos, pensamos que un mundo mejor es posible, un
México mejor es posible, pero desde el pueblo. Un congreso y una nueva
Constitución —dijo Raúl Vera— que nos represente, sí, a los mexicanos, a la
sociedad… a la nación. Me gusta.
Publicada en El Informador el sábado 31 de enero de 2015.