Ciudad Adentro
Aunque parezca
increíble, todavía me sorprende la forma en que muchos colegas y analistas
abordan los diferentes temas que están en el candelero; y también cómo los
medios de comunicación en general podrían ser sinónimo de efímero y, por
asociación, de pasajero o superficial.
La confirmación
de Hillary Clinton como candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos
es “la nota” y el tópico central de todos los géneros editoriales: columna,
artículo de fondo, comentario… Sí, sí, que si la vecindad, que si el TLC, que
si la reforma migratoria, que si la mano dura de la señora, que a lo mejor es
peor que Trump, en fin; claro que debo decir que hablé sobre ella y el
candidato republicano la semana pasada, pero más que sobre ellos, sobre la
ridiculez de la reunión Peña-Obama. El caso es que analistas y colegas están
enfrascados en disquisiciones que a la hora de la hora ni fu ni fa, ni pa’tras
ni pa’delante. ¿O servirán de algo?
Y así, mientras
Hillary es la protagonista indiscutible en los medios de comunicación de México
y del mundo, el Gobierno federal anuncia que próximamente se recrudecerá la
crisis y, por lo tanto, que aumentará la pobreza. Las consecuencias son lógicas,
pero vivos y marrulleros como son, antes de confirmar el gasolinazo que viene,
modificaron las fórmulas barrocas para medir la pobreza.
Con ganas de que
la información relativa pasara inadvertida, apenas se ha hablado y escrito al
respecto. Ante la magnitud de la pobreza en nuestro país, la ineptitud y
displicencia para erradicarla y una evidente determinación por no reconocerla
en su justa dimensión, se opta por cambiar las de por sí complicadas y
rebuscadas ecuaciones para medirla, de manera que sea posible, legal y oficial,
tapar el sol con un dedo.
Qué fácil: 2016
se convierte en el año cero y ni siquiera será posible llevar un registro
histórico de los niveles de pobreza en el país.
¿Para qué se
mide la pobreza? El objetivo meta de esta herramienta es conocer exactamente el
problema para estar en condiciones de afrontarlo con éxito, por un lado; y por
otro, para evaluar los programas oficiales enfocados, precisamente, en abatirla
primero y luego erradicarla. Claro que suena utópico, pero los propósitos no pueden
ser menores. Son asuntos relacionados con el desarrollo de un país, las condiciones
y la calidad de vida y la eficiencia del aparato gubernamental, entre otros.
¿Por qué lo
cambian ahora después de varios años de aplicar el sistema anterior? Porque los
resultados actuales no dejan bien parado al gobierno de Peña Nieto. Un ejemplo:
entre 2012 y 2014, el número de personas pobres en México subió de 53.3 a 55.3
millones. Dos millones de mexicanos más con esa calidad de vida, como quien
dice la mitad de la población (46.2 %).
Y luego afirman
que no es cierto que el esquema de medición se modifica para manipular. ¿Ah no?
¿Entonces para qué sí cambia? ¿Cuál es la nueva utilidad? Reitero: tapar el sol
con un dedo y que la administración pública federal no tenga en su haber tan
malos resultados, pésimos de hecho. Y claro que en ese mismo tenor fue que se
dio la renuncia del responsable del área dentro del INEGI, Miguel Cervera,
otrora titular de la Dirección General de Estadísticas Sociodemográficas. Pobre.
Con los cambios,
de un plumazo desaparecerán más o menos diez millones de mexicanos viviendo en
pobreza. Si se trata de ocultar a toda costa la realidad pues de una vez que
los desaparezcan a todos.
Las estadísticas
ficticias nunca han servido para nada y si no, que les pregunten a los griegos.
Digo, no sirven para nada bueno. Para ocultar, tergiversar, aparentar,
manipular, sí, para eso sí sirven, la cuestión es que más tarde o más temprano
sale la verdad a flote y se pagan las consecuencias, como las verdaderas
intenciones de Hillary Clinton con respecto a México si es que gana las
elecciones de noviembre; como el golpe para la economía nacional, macro y
micro, que asestará el gasolinazo de agosto, el mayor en los últimos 18 años;
como el auténtico fondo de la dizque reforma educativa…
De modo que
mientras Hillary sí o no, cuya candidatura y personalidad han operado como una
especie de cortina de humo, la pobreza aumenta y a la realidad que implica,
dolorosa y lacerante, se le echa tierrita oficializada.
Columna publicada el sábado 30 de julio de 2016.