Ciudad Adentro
Hace una semana participé en una experiencia extraordinaria que me llevó a
reflexionar en torno a esta maravillosa ciudad, golpeada a lo largo de los
siglos, mutilada, herida, alterada… pero aún bella y con un patrimonio digno de
conservar y proteger para no perderlo.
Genaro Marchina Hernández, un joven con autismo, preparó durante dos años
el inicio de una exploración por México que arrancó en el centro de
Guadalajara, en la Plaza de la Liberación, a donde fueron llegando amigos,
familiares y público en general, que fueron convocados por el mismo Genaro a
participar en la Marcha Genarista Guadalajara 2013.
Eran las diez de la mañana, hora de la cita, y no se llegaba el momento de
iniciar la marcha que consistía en visitar edificios patrimoniales del centro de
la ciudad de la mano de Genaro, el guía, desesperado por empezar, con su
micrófono inalámbrico, sombrero y una bandera de México.
Pocos minutos después de las 10 de la mañana, cuando ya éramos alrededor de
70 personas, la Marcha Genarista empezó y con ella la oportunidad de ver con
otros ojos a nuestra ciudad, a nuestra casa grande. Con los ojos de Genaro.
Este joven de escasos 15 años que se ha convertido en un apasionado de la
historia de su ciudad natal y de los edificios patrimoniales que se conservan.
Armado de bitácora y memoria, Genaro nos dijo primero por qué la Rotonda de
los Jaliscienses Ilustres ahora se llama así, cuántas urnas están en el
monumento y los nombres y trayectorias, más allá de la escasa información en
cada escultura, de los jaliscienses ilustres. Se nota que tiene sus preferidos
como José Clemente Orozco y Luis Barragán.
Nos condujo luego a la Catedral de Guadalajara, por un costado; nos habló
de su historia y de ahí nos fuimos todos caminando hasta el Instituto Cultural
Cabañas.
Atravesamos nuevamente la Plaza de la Liberación y varios empezamos a
recordar el hecho (no nos tocó vivirlo) de todos los edificios patrimoniales
que se tiraron en esa zona para hacer la famosísima Cruz de Plazas en los
tiempos de Jesús González Gallo. Y enseguida, al adentrarnos en la Plaza
Tapatía (eso sí nos tocó) recordamos y platicamos todo lo que se demolió para
dar paso a un espacio que tenía como propósito unir a las dos Guadalajaras, “la
de la Calzada para acá y la de la Calzada para allá”… sin mucho éxito.
Fallas, errores, desaciertos, intereses, caprichos y pérdidas al por mayor.
Al menos nos queda el Instituto Cultural Cabañas, Patrimonio de la
Humanidad; nos queda el Teatro Degollado, la Catedral, los edificios de las
sedes de los tres poderes; San Agustín y muchos otros templos, decenas de casas
e inmuebles de siglos pasados.
Genaro nos contagió a todos su amor por la ciudad y al final fue algo más
que un acompañamiento solidario con el joven entusiasta y apasionado que
terminó feliz y eufórico porque cumplió con la primera etapa de su exploración
por México.
Con esta actitud, con los ojos de Genaro, tendríamos todos que ver a
Guadalajara, aprenderla y aprehenderla, conocerla, cuidarla, presumirla,
leerla, caminarla, protegerla, no admitir más pérdidas, es nuestra casa grande.
Publicado en El Informador el sábado 20 de abril de 2013.