Ciudad adentro
En México atravesamos por una severa crisis política, de
credibilidad en la clase gobernante, de representación, de confianza en las
instituciones (además de la económica), y de parte del titular del Ejecutivo lo
que tenemos son reclamos e indignación por señalamientos normales y necesarios
en un régimen democrático.
Lo que queda en evidencia con esto, no es el enojo o el enfado
del Presidente y de su esposa por lo que consideran impreciso e injusto, sino
que hay un desfase total con respecto, primero, a lo que es un régimen
democrático y las responsabilidades que implica (gravísimo); segundo, con
relación al sentir de la población, hasta ahora, absolutamente no sólo
desdeñado sino también malinterpretado e incluso acusado de manera
desproporcionada, de querer desestabilizar al país y frenar su desarrollo; y,
tercero, que el Jefe del Ejecutivo claramente no se da cuenta de lo que está
pasando en el país que lidera (gravísimo y lo que le sigue).
El discurso del Presidente de México el 18 de noviembre
pasado en el Estado de México fue calificado por el obispo Raúl Vera, miembro
del Tribunal Permanente de los Pueblos, de dictatorial. El mandatario aludió a
“aquellas voces” que se oponen al “proyecto de nación que impulsa” y quisieran que México no creciera ni se
desarrollara.
Hasta el día de hoy no he escuchado, ni en los más
acérrimos opositores ni en los más radicales que piden su renuncia,
aseveraciones en el sentido recién expresado; es decir, a nadie que le desee un
mal a México, eso de que no crezca y no se desarrolle: nadie en su sano juicio desea
eso. Y esta es una muestra de la desconexión.
Las críticas, los reclamos, las demandas se han planteado
porque faltan respuestas, soluciones a problemas y necesidades específicas que
no llegan; se exige seguridad y justicia porque son deficientes y porque la
corrupción y la impunidad campean en el sistema. Nadie está pidiendo nada a que
no esté obligado el Estado y si se solicita la renuncia del Presidente es
porque asuntos urgentes no están siendo atendidos con el liderazgo y la
eficiencia que debe caracterizar a un jefe de Estado. Lo peor, reitero, es que
la actitud da la razón a quienes hacen los señalamientos.
Porque si las exigencias por un México mejor, por
decisiones inteligentes a la clase política se van a interpretar como acciones
o conductas desestabilizadoras, estamos en problemas. Ahora bien, sobre estos
supuestos desestabilizadores o, en otras palabras, enemigos de México, no se
ofrecen nombres y (otro desatino), se añade en el discurso: “Siguiente tema que quiero
abordar, y del que soy sensible, y no sé si esté vinculado a esto, que
pareciera un afán orquestado por desestabilizar, y por oponerse al proyecto de
Nación. En días recientes, y justamente cuando emprendía la gira de trabajo,
surgieron señalamientos sobre una propiedad de mi esposa. Una propiedad en la
que han señalado un sinnúmero de versiones y de falsedades, que no tienen
sustento alguno”. En este caso, se trata del reportaje del equipo de
Aristegui Noticias, es decir, como deducción de las palabras presidenciales, es
como si se sospechara que la investigación periodística tuviera intenciones
desestabilizadoras como “aquellas voces” antes referidas.
Esto no es todo, lo cual complica y agrava aún más el
panorama. El día que llegó de China, cuando ofreció la conferencia de prensa
dijo que el Estado está “legítimamente facultado para usar la fuerza cuando se
ha agotado cualquier otro mecanismo para restablecer el orden” y luego añadió
que aspiraba y esperaba que no fuera el caso. El matiz amenazador fue muy
claro. Y preocupante además, porque hay que ver bajo qué criterios y quiénes
determinarían, en un momento dado, el agotamiento
de los mecanismos.
La desconexión de la realidad nacional me parece
descomunal y muy grave. Lo más preocupante es que no se avizora una
rectificación en la conducta porque se cree que creemos y el ejemplo más claro
es lo “oportunamente” declarado ayer, luego de las marchas multitudinarias y
pacíficas en todo el país, sobre todo la del Distrito Federal, en donde
infiltrados plenamente ubicados ya, motivaron el siguiente dicho: “Una de las
conquistas más importantes de la democracia es el derecho de los mexicanos a
manifestarse libremente, hay quienes están interesados en atentar contra esa
libertad fundamental al provocar y realizar actos vandálicos y eso no lo vamos
a permitir”.
Artículo publicado en El Informador el sábado 22 de noviembre de 2014.