Ciudad adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
A raíz de la cloaca que destapó el trabajo periodístico
de dimensiones esperanzadoras y alentadoras conocido como los papeles de
Panamá, hemos sido testigos en medios de comunicación y en redes sociales, de
la diversidad de reacciones en todo el mundo, desde las posturas y actitudes de
los directamente involucrados hasta el público en general.
A las mayorías nos ha provocado por lo menos asombro y no
se diga indignación aun cuando ya sabemos cómo se las gastan las clases
políticas de todos los países, algunos empresarios y gente de la farándula que
no tienen empacho, pese a su altísimo poder económico, en brincarse las trancas
recaudatorias de sus respectivos países con las manos en la cintura, los ojos
cerrados y una sonrisa cínica casi permanente hasta que se dieron a conocer de
manera global, los documentos en cuestión, relacionados particularmente con la
participación de negocios fantasma y los paraísos fiscales.
¿Qué procede? Rendir cuentas, tomar cartas en el asunto,
modificar leyes y reglamentos, poner orden en pocas palabras, porque esta
práctica no es nueva, digo, la hemos visto hasta en películas con lujo de
detalles, y el tráfico de influencias y los nexos entre los involucrados de
seguro han implicado, por lo menos, que los más más poderosos en este mundo,
estuvieran enterados ¿no se supone que los mandamases del mundo lo saben
toooodo?
Imagen: BBC. |
Algo tiene que pasar, a pesar de que la empresa afectada,
por ejemplo, se escuda en que los documentos se obtuvieron vía filtración, que
eso está fuera de la ley, que habrá demandas y que además Mossack Fonseca no es
responsable del comportamiento de sus clientes, bla bla bla.
De parte de los “inversionistas” la mayor parte ha
guardado silencio bajo el paraguas de que todo fue producto de una filtración,
algunos incluso han negado cualquier participación; es fácil achacar a una
noticia de estas dimensiones trasfondo político y, en consecuencia,
descalificar, minimizar y desdeñar (aunque bueno, es algo que no se puede
descartar del todo, me refiero al uso político-electoral de la información).
Otros como el futbolista Messi amenazan con demandar (ya anunció un comunicado
para el próximo lunes) y los menos, podríamos decir, el único en asumir la
responsabilidad y con ello, dar por buena la información difundida por el
equipo de periodistas que trabajó con once millones de documentos, es el primer
ministro de Islandia que nunca dimitió, hay que decirlo, sino que se separó
temporalmente del cargo. Me refiero a Sigmundur Daviᵭ Gunnlaugsson.
Hubo manifestaciones multitudinarias y en todo el mundo,
literal, creímos que había dimitido, sin embargo, a los días se aclaró que no,
algo así como que dijo su mamá que siempre no, que nomás por mientras. Digo, en
contraste con Macri, Cameron, Putin y otros, algo es algo.
No obstante y hacia allá el foco de mi comentario, en
redes sociales sobre todo se ha hecho un comparativo demoledor entre México e
Islandia. Para empezar, son dos países diferentes, la cultura, la historia, las
tradiciones, la madurez política, la educación, todo es distinto y creo que
Islandia nos lleva delantera. Claro que con esto no intento evadir ninguna
responsabilidad ni justificar nada, pero luego resulta que nos empezamos a
reclamar entre nosotros mismos ¿y la autoridad? Bien gracias. Hay otras maneras
de exigir, de manifestarse, aparte de las tradicionales que, en el caso de
México, han bajado. No sé si lo han notado, pero son menos, incluso las de los
maestros tan activos y contestatarios ¿será acaso que se resolvieron los
problemas? Vía violación de garantías individuales y de derechos civiles, de
desapariciones forzadas, amenazas, represión, cooptación, corrupción y otras
“armas” del poder, nos hemos ido callando ¿o no?
No se puede ni debe comparar a México con Islandia y
realmente con ningún país. La realidad que vivimos es en muchos sentidos de
impotencia, injusticia, desigualdad, abusos, engaños, cinismo, corrupción,
desfachatez. Nos tenemos que conformar con el anunció de que las autoridades
hacendarias investigarán la información de los papales de Panamá y conformarnos
también con la impunidad de los más poderosos y entre ellos, los más corruptos.
México no es Islandia, allá la educación es una
herramienta para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, aquí no. Y
un pueblo mal educado, como una estrategia del Estado, desde hace décadas y
décadas y décadas, no reaccionará igual que la gente de países con otros
niveles y calidades de educación.
Y si otra vez caímos en la tentación de criticarnos y
juzgarnos a nosotros mismos por lo que se hace o no se hace, además cómodamente
sentados frente a una computadora, pues para el Estado, para la clase política,
para los corruptos, a todo dar.
Columna publicada en El Informador el sábado 9 de abril de 2016.