Ciudad Adentro
Hoy presento la
penúltima entrega del texto que da título a la columna. La afirmación no es de
forma, sino de fondo; y realmente la forma no es la ideal, pero ese es otro
tema. Esta idea de que nos han enseñado mal la historia surgió a raíz de la
lectura y análisis de muchos libros y artículos, de fuentes primarias y descubrimientos
que me han llevado a comprender cuestiones que nunca había entendido, que antes
no había considerado; que desconocía; o las daba por buenas o de plano, no las
advertí. Esta certeza me ha llevado a querer conocer más, a profundizar; ojalá,
a partir de este texto, el lector sienta lo mismo, vale la pena.
Antes de dar pie
a la cuarta parte del texto (creí que con cuatro bastaría pero no, habrá una
quinta), simplemente quiero decir, y es un deseo, que ojalá los electores en el
Estado de México sobre todo, pero también los de los demás estados en donde
habrá elecciones, no voten con miedo, el miedo es la principal herramienta, la
principal arma de las clases en el poder para someter a la población. Cuidado
con eso.
Va la cuarta parte:
Todos los intentos
fueron vanos e infructuosos (me refiero a los intentos de reconquista de
Fernando VII), desgastantes, pero sirvieron para que en México surgiera, mucho
antes de la amenaza e invasión estadounidense, una conciencia de nación sólida
y convencida; lo que en la época se conocía como espíritu público, por el
orgullo de ser mexicanos.
Después de
consultar los periódicos y las hojas sueltas de la época, confirmo que los
intentos de reconquista lograron la unidad nacional de los mexicanos por
México, un efecto francamente perverso para Fernando VII. Y existía esa
conciencia. Me referí al principio a un texto de Vicente Guerrero, cabe aquí incluir
esos párrafos que me maravillaron (respeté la escritura de la época):
¡Mejicanos! debo deciros
que el solo evento que nos faltaba para solidar nuestra independencia y dar
estabilidad á las instituciones republicanas, era precisamente la irrupción de
esos bandidos. Su ruina hará para siempre indestructible la libertad mejicana y
el influjo incontrastable de esta deidad de los hombres, seguirá los restos
fugitivos de los malvados hasta Cuba y Puertorico, cuyos naturales abatidos
tendrán la oportunidad de levantar un brazo vengador contra sus implacables
opresores.
Por lo que toca á nuestro
país, primero se verá inundado en la heroica sangre de sus hijos que sujeto á
la arbitrariedad de tan odiosos extranjeros. Los mejicanos estamos
profundamente afectados por el oprobio de la esclavitud, para resignarnos á
arrastrar sus detestables cadenas.
Nos han enseñado
mal la historia. Mal, para que no tengamos conciencia de nuestra grandeza, de
nuestra valentía, de nuestro valor.
Nos dicen
flojos, transas y corruptos, ignorantes y acomplejados, que siempre estamos
deseando ser como otros, tener una nacionalidad distinta, pertenecer a otro
país. Nos han dicho que nuestra historia está plagada de traiciones y que las
élites en el poder a lo largo de la historia sólo han querido eso: poder y
dinero. Es tentador y hoy es cierto, pero no siempre ha sido así.
Nos han enseñado
mal la historia.
Con vara en mano
nos han inculcado el odio contra nosotros y contra los otros. Hemos aprendido a
odiar. Y cuando estas ideas ficticias estaban ya bien arraigadas en la sique,
vinieron los intelectuales y hasta uno que ganó después el Premio Nobel para
decirnos que somos lo peor… Y lo hemos creído. De pronto nos atacan los
sentimientos de culpa y hemos ido por la vida y por los siglos cargando
remordimientos. Criticándonos y cuestionándonos como pueblo, como sociedad.
Deliberadamente
nos han ocultado nuestra grandeza, nuestra fuerza, nuestro poder como pueblo
creativo y trabajador, noble y alegre. Nos han dicho que tenemos el gobierno
que merecemos y no es así; ni los gobernantes son reflejo de la sociedad.
Y nos han
dividido. Entre indígenas y españoles, la gran masa de mestizos que somos no se
reconcilia con las raíces, con las ramas primeras del gran árbol de la vida
bajo cuya sombra somos, crecemos y pertenecemos; ni con los que agregaron
genes, apellidos, costumbres, idiosincrasia y lengua.
Nos han enseñado
mal la historia.
El sentimiento
nacionalista, el espíritu público que nació con fuerza y dio vida a México, fue
aplacado pronto, aplastado y desconocido; aunque no en el primer intento. Es
tan fuerte que todavía resurge y atemoriza.
Nos han enseñado
mal la historia.
Columna publicada en El Informador el sábado 3 de junio de 2017.