Ciudad adentro
Por lo general dedico este espacio al análisis y
comentario de un solo tema, pero ahora hay tanto qué comentar, tanto que
indigna y preocupa que serán varios los tópicos aunque todos tienen un común
denominador: la violencia.
Originalmente sólo escribiría sobre la aprobación en el
Congreso de Puebla de una ley que ellos llaman de “derechos humanos” (y por
“ellos” me refiero al Ejecutivo y a los legisladores) pero a lo largo de la
semana se han presentado varios hechos que, siento, no deben pasar
inadvertidos, son una llamada de atención para todos, para la sociedad en su
conjunto.
Vamos por partes. En el caso de la ley recién aprobada en
Puebla, no son los primeros, antes lo hicieron en Quintana Roo, Chiapas y el
Distrito Federal, casualmente, las dos últimas son dos de las entidades en
donde más manifestaciones se registran; y la tendencia es que normas similares
o iguales se aprueben en todo el país. ¿De qué se trata? Es una ley que permite
el uso de armas de fuego contra manifestantes, así de contundente, así de
fuerte, así de peligroso, así de grave.
De seguro saldrán defensores y justificadores
profesionales para argüir que no en todos los casos, que sólo cuando se den
determinadas condiciones o situaciones… Sí, ajá. Ya veo a los comandantes
policíacos, en pleno fragor de la manifestación verificando tales condiciones
para tomar una decisión. Se corre el riesgo grande y muy peligroso, insisto, de
disparar primero y después averiguar. ¿Qué puede pasar? Que la gente de todas
maneras salga a la calle a protestar o que decida mejor quedarse en casa. Creo
que a las “autoridades” les gusta más la segunda opción. Me parece una medida
intimidatoria a todas luces y que atenta contra el derecho constitucional de
libertad de expresión y de libertad para manifestarse. Hay varios organismos no
gubernamentales que se han quejado y están tratando de hacer algo, pero se ve
difícil. Por supuesto, en este tema está implícita la violencia, la represión.
Otro asunto muy violento para la mayor parte de los
mexicanos que tenemos ingresos de modestos para abajo, es la aprobación de una
pensión vitalicia para los magistrados del Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación como parte del engendro de reforma política. Dicen
que no lo van a aceptar pero tampoco es tan meritorio ¿cuánto ganan? 246 mil
945 pesos al mes, cifra que incluye el sueldo mensual y las prestaciones
nominales. Además, se embolsan casi 364 mil pesos por concepto de aguinaldo,
casi 60 mil como prima vacacional y un pago por riesgo que me imagino que
también es anual por 411 mil 816 pesos.
Son datos violentos y groseros cuando además sabemos que
–es un secreto a voces— fue un “regalo” del PRI a los magistrados
por-el-extraordinario-papel-desempeñado en las elecciones presidenciales de
2012. No lo van a aceptar (de eso a que se dé marcha atrás, falta un tramo),
pero el coraje ya se hizo y la indignación por lo que sí ganan y no merecen,
persiste, cuando día con día los incrementos en los alimentos básicos se dan de
manera exponencial; es impresionante cómo por tres productos básicos: leche,
pan y huevos se gasten casi 100 pesos. Que alguien les diga que los precios de todo
están por las nubes y los salarios no alcanzan y no alcanzan. Todo mundo anda
buscando más trabajo, otros empleos. Esto es violencia también, porque la
inacción del Estado mexicano frente a los abusos es criminal y los índices de
pobreza siguen en aumento.
Por último, en esta semana se generó mucha información
lamentable y dolorosamente relativa a la violencia entre iguales,
particularmente entre niños y adolescentes; y también de abuso sexual y
violación de menores, así como del fallecimiento de un niño por los golpes que
había recibido en un acto clásico de bullying; y por la golpiza a un niño y la
humillación de una adolescente en redes sociales. ¿Qué está pasando!
La descomposición social es grave, multicausal y de parte
de las autoridades de todos los órdenes no hay una estrategia, una política
pública, un plan o un programa cuyos efectos se sientan y repercutan en una
disminución de estos casos, al contrario. La violencia está en aumento en todos
los ámbitos, en la calle, entre automovilistas y peatones y ciclistas; todos
contra todos; las señoras en el mercado o en el súper; los niños en las
escuelas; los jóvenes en los antros. Estamos mal y sí, somos responsables, pero
no los únicos responsables. Es urgente que actuemos de manera coordinada para
detener esta ola de violencia que hasta el papa Francisco lamentó refiriéndose
a los hechos en Tamaulipas, pero esto es generalizado en mayor o menor medida.
La violencia se ejerce cotidianamente en todos sus tipos y es preciso poner un
alto.
Presionados, estresados, cansados, con problemas y falta
de dinero o de trabajo, enfermedades, problemas con los hijos, con los padres;
con los jefes, los compañeros de trabajo; sin vacaciones, con dos y tres turnos
para que alcance; con las demandas constantes de comprar y de tener porque es
lo que se ve en la tele y en el entorno: tener, tener, tener; comprar, comprar,
comprar. Es una vorágine que debe parar porque no nos lleva a ningún lado y la
autoridad debe hacer lo que le corresponde y poner orden.
Estamos mal en verdad y recuerdo de pronto del título de
una novela, de Martín Vigil, que, efectivamente, expresaba la descomposición
social: Cierto olor a podrido.
Publicado en El Informador el sábado 24 de mayo de 2014.