Ciudad adentro
Cuando en México sufríamos la “guerra” contra el narco y
el crimen organizado que emprendió Felipe Calderón, una de las entidades en
donde la violencia se recrudeció y los muertos y desaparecidos se contaban por
miles, era Tamaulipas. Y, en general, poco se sabía de lo que sucedía en ese
Estado porque todos tenían miedo y, de hecho, muchos periodistas perdieron la
vida y otros tuvieron que mudarse a otros puntos de la República mexicana o a
otros países; de manera que la información era irregular, escasa y ambigua.
Alguna vez leí una crónica anónima en donde el autor o
autora decía que fuera de Tamaulipas no conocíamos ni conoceríamos la verdadera
situación; que lo que trascendía a los medios de comunicación o lo que se
manejaba en la prensa eran apenas esbozos de una realidad que tenía a los
tamaulipecos encerrados en sus casas muy temprano, temerosos, trabajando al
mínimo, valorando la posibilidad de salirse, de dejarlo todo; mientras la
sociedad en su conjunto aprendía qué hacer en caso de tiroteo.
¿Cuántos muertos en Tamaulipas además de los 200
indocumentados masacrados y encontrados en San Fernando? ¿Cuántos periodistas?
¿Cuántos inocentes?
Desde principios de este año empezaron a llegar noticias
de la violencia en Tamaulipas. Los números son elocuentes (y oficiales, del
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública): entre enero
y marzo se registraron 356 homicidios, 210 de ellos dolosos y el resto,
culposos; y se tiene el registro de 103 secuestros, la cifra más alta de todo
el país. Un delito que, por cierto, según el Observatorio Nacional Ciudadano,
se incrementó de manera dramática en 2013. Hay un aumento de 20.97% en las
denuncias por secuestro (más los que no se denuncian) y de 10.59% en las de
extorsión.
Bueno, pues desde enero, no sé si se ha permitido que la
información salga y se difunda o realmente es un recrudecimiento de la
violencia por las razones que luego ya, aunque ni las dijeran, todos sabemos:
las luchas entre cárteles o la disputa por la plaza a partir de la detención de
tal jefe. Ah, porque eso sí, nunca es por corrupción (rara vez se reconoce), ni
por la infiltración de los criminales en las diversas esferas de gobierno.
Independientemente de qué esté sucediendo realmente,
hasta el quinto mes del año la realidad de Tamaulipas lleva al Gobierno
federal, específicamente a la Secretaría de Gobernación “a tomar cartas en el
asunto”. ¡Hasta ahora! ¿Por qué hasta ahora?
Una vez más, como sucede (es un asunto pendiente y de
urgente y grave resolución) en Michoacán, las dizque autoridades “se ven
obligadas a tomar decisiones”, a intervenir, a modificar las estrategias ¿pues
no que muy buenos para enfrentar la realidad nacional y actuar en consecuencia?
¿No que se las sabían de todas, todas? ¿No que nada más con ellos íbamos a
vivir mejor y que con las reformas y no sé qué tanto más?
Lo peor de todo es que mientras van cubriendo con lodo su
regadero de ineptitudes, corrupciones y negligencia; tal cual como una
estrategia paralela, van “gestionando” espacios en revistas y medios de
comunicación internacionales para hacer parecer ante el mundo que en México
todo es perfecto y marcha sobre ruedas.
No es así, y Tamaulipas es sólo un ejemplo de cómo la
clase política (no importa a qué partido pertenece, para el caso es lo mismo)
manipula y maquilla y oculta. No sé, la verdad, hasta cuándo van a sostener
esta ficción que tiene al país sometido por la crisis económica (nada más hay
que revisar y preguntar por la capacidad de compra de las familias) y sumido,
en unas entidades más que en otras, en la violencia y la inseguridad.
Publicado en El Informador el sábado 10 de mayo de 2014.