sábado, 2 de octubre de 2010

Universidad de Guadalajara

CIUDAD ADENTRO

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La Universidad de Guadalajara es un coto de poder y, por supuesto, un botín político muy apetitoso para quienes no han sido invitados al banquete. Prácticamente desde su refundación en los primeros años del siglo XX, diferentes grupos han tenido el poder en la máxima casa de estudios y es larga la historia de traiciones y cosas peores por hacerse de él.
Por supuesto, son secretos a voces y testimonios de testigos que invariablemente, salvo honrosas excepciones, optan por el anonimato para evitar represalias, es decir, caer de la gracia del “cacique” en turno que, en este caso, pues es Raúl Padilla López, desde 1989. Todos los sabemos, pero son verdades que, a falta de pruebas, los directamente involucrados fácilmente niegan.
El finado Carlos Briseño Torres, ex rector general, abrió la caja de Pandora pero igual no cambió nada, aunque con sus declaraciones confirmó lo que, insisto, todos sabíamos. Sin embargo, Raúl Padilla se mantiene inamovible y ha sobrevivido prácticamente tres sexenios panistas, en los que la lucha por quitarle el poder ha sido denodada y obsesiva pero un fracaso hasta ahora, en todos los casos.
Alguna vez platiqué con un dirigente panista cuyo nombre omito porque fue una plática sin grabadoras, pero en aquel momento dejó clara –de manera enfática y enardecida— su determinación por quitarle el poder a Padilla López, una meta, tarea u objetivo que han compartido los panistas aun cuando pertenezcan a diferentes grupos dentro del partido.
Pues no han podido y, en casi 12 años, los conflictos entre el mal llamado “líder moral” de la UdG y el Gobierno, sólo han dejado pérdidas para los jaliscienses: manifestaciones, paros, molestias para la ciudadanía y el pago de altos costos. Nada de lo sucedido hasta ahora en ese lapso ha dado lugar, por ejemplo, a una universidad pública más democrática internamente.
El montaje teatral de cada año por el presupuesto lleva miles de representaciones y ninguna placa conmemorativa porque es una historia que a nadie le gusta, salvo a los actores que hasta parece se regodean con su actuación.
Esto debe terminar y más aún cuando, considerando los últimos acontecimientos, después de radicalizar a la sociedad, enardecerla, polarizarla, usarla… Emilio González Márquez, el gobernador, y Raúl Padilla López, acuerdan llevar en paz la mega marcha y, ahora sí, luego de un mes de manifestaciones y costos y más costos, sentarse a negociar el presupuesto.
Ya basta. No podemos seguir siendo sus juguetes ni la universidad un botín para el más poderoso. Hay otras formas de conducir y administrar una universidad pública y seguramente, en ese escenario, sí tendríamos una institución académica líder y comprometida con la sociedad a la que se debe. El mismo Padilla López podría propiciarlo.
Y los panistas, que se olviden de su obsesión si no es para darle a Jalisco la institución académica que los jaliscienses sostienen y merecen.
Podrían pasar a la historia.

Artículo publicado en El Informador el sábado 2 de octubre de 2010.