Ciudad adentro
Huele a rancio, a viejo; me imagino que ese es el aroma
que despide un sitio en donde se han encontrado fósiles; o a naftalina, a formol…
sustancias y olores para conservar antiguallas; humedad, moho, hongos y bichos
que carcomen almas y cuerpos. Es la sensación que me queda con la solicitud de
licencia como gobernador de Guerrero de Ángel Aguirre y su dicho: para no
estorbar (entorpecer, interferir) o para “favorecer” las investigaciones
relacionadas con la búsqueda de 43 normalistas desaparecidos desde el 26 de
septiembre hace exactamente un mes, en Iguala. Los estudiantes de Ayotzinapa.
La semana pasada, justo, me refería a esta tendencia del
sistema a cortar cabezas para calmar
las aguas. Finalmente sucedió pero la tormenta no amainará, al contrario. Ayer
hubo otras marchas en varios puntos del país que se suman a las del miércoles,
en México y el mundo; y al paro universitario del jueves. Esto continuará
mientras no haya respuestas satisfactorias para la sociedad y particularmente
para los padres y demás familiares de los muchachos de los que a 30 días de
distancia, no se sabe si viven o mueren.
No es suficiente pues, la licencia de Aguirre. Realmente
no sirve para nada. Y si se trata de cortar
cabezas, pues que se haga bien; que se le quite el fuero y la justicia haga
su trabajo; lo mismo con el ex alcalde de Iguala que sigue prófugo. Así que ni
crean que alguien se siente reivindicado con esta decisión, además de todo,
tardía.
La semana pasada también fue cuando el padre Alejandro
Solalinde declaró que, con información de testigos, se sabía que los muchachos
habían sido quemados vivos. De inmediato la PGR lo llamó a cuentas para que
declarara y no fue recibido, pero el padre exigió que se demuestre que está
equivocado. Nada.
Testimonios de otros jóvenes que salvaron la vida se han
sumado al expediente y la indignación crece y permea a sectores de la sociedad
que por lo general se mantienen apáticos y ajenos y esto es alentador; sin
embargo, la indiferencia de tantos es muy dolorosa más esa postura hasta cínica
y totalmente insensible, en mucho producto de la ignorancia, de que “ellos se
lo buscaron”.
He comentado en otras ocasiones que las normales rurales
fueron creadas por el sistema político mexicano con fines doctrinarios y
corporativos, a mediados de los años treinta del siglo pasado más o menos; y
que la serie de privilegios con que contaban los egresados mantenía “el equilibrio”
y la estabilidad necesaria para que el mismo sistema siguiera usando a los
jóvenes como carne de urna, en lo que es tan sólo un ejemplo de la forma como
opera y está diseñado el aparato político en nuestro país, todavía.
Una vez retirados los privilegios (como la plaza
automática o empleo en Educación pública) las manifestaciones no se hicieron
esperar y como nadie, pero nadie en el gobierno ha querido resolver el
problema, continúan y son esporádicas. Es un problema creado por el sistema,
que el sistema debe resolver pero no ha tenido la voluntad por diferentes
motivos, incluida la conveniencia con propósitos electorales, que manejan,
todos los partidos, a discreción.
Hasta ahora, con 43 jóvenes desaparecidos, con
estudiantes y mexicanos de otras edades en las calles exigiendo justicia, la
clase política pone atención pero en un sentido que lejos de reconfortar
indigna más, particularmente por tres aspectos: uno, dicen que aportarán un día
de su “dieta” a los familiares de los estudiantes (sensibilidad de dinosaurio);
dos: que urge desaparecer la Normal de Ayotzinapa porque es una “bomba de
tiempo” y tres, dicho desde hace tiempo por Elba Esther Gordillo y retomado por
algunos individuos en el Congreso: las normales son semillero de “guerrilleros”.
Esto no está resuelto y #Ayotzinapa sigue generando
indignación en todo el mundo. La tormenta no cesa.
Publicado en El Informador el sábado 25 de octubre de 2014.