sábado, 25 de octubre de 2014

#Ayotzinapa

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Huele a rancio, a viejo; me imagino que ese es el aroma que despide un sitio en donde se han encontrado fósiles; o a naftalina, a formol… sustancias y olores para conservar antiguallas; humedad, moho, hongos y bichos que carcomen almas y cuerpos. Es la sensación que me queda con la solicitud de licencia como gobernador de Guerrero de Ángel Aguirre y su dicho: para no estorbar (entorpecer, interferir) o para “favorecer” las investigaciones relacionadas con la búsqueda de 43 normalistas desaparecidos desde el 26 de septiembre hace exactamente un mes, en Iguala. Los estudiantes de Ayotzinapa.
La semana pasada, justo, me refería a esta tendencia del sistema a cortar cabezas para calmar las aguas. Finalmente sucedió pero la tormenta no amainará, al contrario. Ayer hubo otras marchas en varios puntos del país que se suman a las del miércoles, en México y el mundo; y al paro universitario del jueves. Esto continuará mientras no haya respuestas satisfactorias para la sociedad y particularmente para los padres y demás familiares de los muchachos de los que a 30 días de distancia, no se sabe si viven o mueren.
No es suficiente pues, la licencia de Aguirre. Realmente no sirve para nada. Y si se trata de cortar cabezas, pues que se haga bien; que se le quite el fuero y la justicia haga su trabajo; lo mismo con el ex alcalde de Iguala que sigue prófugo. Así que ni crean que alguien se siente reivindicado con esta decisión, además de todo, tardía.
La semana pasada también fue cuando el padre Alejandro Solalinde declaró que, con información de testigos, se sabía que los muchachos habían sido quemados vivos. De inmediato la PGR lo llamó a cuentas para que declarara y no fue recibido, pero el padre exigió que se demuestre que está equivocado. Nada.
Testimonios de otros jóvenes que salvaron la vida se han sumado al expediente y la indignación crece y permea a sectores de la sociedad que por lo general se mantienen apáticos y ajenos y esto es alentador; sin embargo, la indiferencia de tantos es muy dolorosa más esa postura hasta cínica y totalmente insensible, en mucho producto de la ignorancia, de que “ellos se lo buscaron”.
He comentado en otras ocasiones que las normales rurales fueron creadas por el sistema político mexicano con fines doctrinarios y corporativos, a mediados de los años treinta del siglo pasado más o menos; y que la serie de privilegios con que contaban los egresados mantenía “el equilibrio” y la estabilidad necesaria para que el mismo sistema siguiera usando a los jóvenes como carne de urna, en lo que es tan sólo un ejemplo de la forma como opera y está diseñado el aparato político en nuestro país, todavía.
Una vez retirados los privilegios (como la plaza automática o empleo en Educación pública) las manifestaciones no se hicieron esperar y como nadie, pero nadie en el gobierno ha querido resolver el problema, continúan y son esporádicas. Es un problema creado por el sistema, que el sistema debe resolver pero no ha tenido la voluntad por diferentes motivos, incluida la conveniencia con propósitos electorales, que manejan, todos los partidos, a discreción.
Hasta ahora, con 43 jóvenes desaparecidos, con estudiantes y mexicanos de otras edades en las calles exigiendo justicia, la clase política pone atención pero en un sentido que lejos de reconfortar indigna más, particularmente por tres aspectos: uno, dicen que aportarán un día de su “dieta” a los familiares de los estudiantes (sensibilidad de dinosaurio); dos: que urge desaparecer la Normal de Ayotzinapa porque es una “bomba de tiempo” y tres, dicho desde hace tiempo por Elba Esther Gordillo y retomado por algunos individuos en el Congreso: las normales son semillero de “guerrilleros”.

Esto no está resuelto y #Ayotzinapa sigue generando indignación en todo el mundo. La tormenta no cesa.

Publicado en El Informador el sábado 25 de octubre de 2014.

sábado, 18 de octubre de 2014

Ayotzinapa

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Por si no nos hemos dado cuenta, por si no nos ha caído bien el veinte, no sabemos, no queremos o no hemos tenido tiempo de ver, la situación es muy grave y lo peor es que no se avizora en el horizonte una decisión inteligente, orden o indicación precisa e insoslayable para resolverla, al contrario. Las acciones son tímidas y erráticas mientras la sociedad directamente agraviada (indirectamente somos todos) se fortalece. Es proporcional.
Por el título sabe el lector a qué me refiero. La semana pasada escribí que nos necesitamos juntos y así es, por todo y para lo que sea, porque la crisis que se desató en Guerrero y que en realidad se suma a otras recientes y añejas, pinta para que se ponga peor.
Quisiera creer que las declaraciones del padre Alejandro Solalinde, en quien sí confío, fueran mentira. Quisiera, pero es muy difícil. El viernes, ayer, el padre defensor de migrantes afirmó, luego de platicar con testigos, que los 43 jóvenes “desaparecidos” fueron quemados vivos y que el gobierno “evalúa” el momento de hacer el anuncio por “cálculos políticos”. No me extraña, ni me sorprende pero sí me asquea. El padre sostiene —y lo sabemos— que el manejo no es de justicia, es político… Y eso lo hace doblemente criminal porque mantienen a los familiares con la esperanza mientras ellos hacen, como dice el padre “rapiña electorera”. Inconcebible, intolerable.
¿Desde cuándo sabe el gobierno la verdad? ¿Y el teatrito del Presidente de que se dé prioridad a la búsqueda de los jóvenes? Por favor ya basta.
Y ni crean que con “cortar una cabeza” será suficiente… ni siquiera diez  o 20; los corren y tan campantes. Esto se tiene que resolver de fondo se quede o se vaya Ángel Aguirre. En otros tiempos, dentro de este mismo sistema, las crisis se aplacaban con un “corte de cabeza”, certero y de tajo, a manos del verdugo mayor que no tenía más que dar la orden. Se tranquilizaban sí, pero no se resolvían. Sin embargo, creo que ese esquema no es suficiente hoy en día y mucho menos con una crisis cuya solución es una demanda internacional: conocer el paradero de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos desde fines de septiembre pasado, hace menos de un mes.
A través de redes sociales, de You Tube, de manifestaciones de gobiernos y autoridades parlamentarias, de imposición de condiciones incluso o amenazas comerciales, es ya un consenso mundial la exigencia de que el Gobierno mexicano dé cuentas sobre los muchachos desaparecidos y los asesinados entre los días 26 y 27 de septiembre.
A lo largo de esta semana se ha generado información alarmante porque el enojo de los guerrerenses es descomunal y por lo general es lo que pasa cuando se está frente a un acto de injusticia e impunidad de esta magnitud, alimentado ahora por las dos decenas (por lo menos y —lamentablemente— contando) de fosas con muertos y más muertos de los que ahora también se hace urgente saber por qué y quiénes son.
El lunes, estudiantes y profesores quemaron el Palacio de Gobierno en Chilpancingo y, en una declaración por demás increíble pero que deja en evidencia la actitud de la clase política en general, Aguirre afirma que es un acto de provocación… Perdón pero ¿quién provocó a quién? ¿Qué no se dan cuenta? Están como pasmados, como idos, pensando no sé qué, que los va a salvar no sé quién, alguna producción televisiva o que simplemente es una pesadilla que contrasta con su mundito color de rosa y pronto despertarán.
Desde el jueves se anunciaron marchas y la toma de las 81 alcaldías de Guerrero, de hecho, cuatro ya están tomadas igual, por estudiantes y maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación del Estado, entre ellas por supuesto la de Iguala a cuyo, ahora ex alcalde, ya le fue aplicada la revocación de mandato pero sigue prófugo. Y sobre quien ya había advertencias, nada menos que de parte del obispo Raúl Vera, quien desde junio del año pasado lo denunció ante la PGR (que no quieran salir con que es un asunto del PRD, todos tienen cola que les pisen en el asunto; el PRI y el PAN más toda la pedacera).
Ayer viernes, bastaba con ver las noticias minuto a minuto para percibir la gravedad del asunto: “Alistan megamarcha en Acapulco”, “Alumnos toman CU de Oaxaca por caso Iguala”, “Prevén bloqueo de Autopista del Sol por Ayotzinapa”, “Maestros toman casetas y alcaldías de Guerrero”, “Hallan cuatro nuevas fosas en Iguala”, “Continúan protestas en Guerrero por desaparecidos”, “Estudiantes toman caseta en La Marquesa”, “Protestas y cierre de ayuntamientos ponen a Guerrero al borde de la parálisis”… Mientras usted me hace favor de leer esta columna todo esto está publicado en los diarios de hoy.
Desde afuera, desde la percepción del concierto internacional que de pronto es caprichosa, el ensalzamiento (pagado o no) de Peña Nieto y sus reformas ha cesado; de hecho hasta se dice que además de reformas lo que urge en México es “ley y orden”, pero a lo que me quiero referir es a que, desde afuera, por lo general no se hace una clara distinción en cuanto a que es el gobierno de un Estado, cuyo titular no es del mismo partido que el del Presidente de la República, el principal responsable. Desde afuera se agarra parejo y es México el que está mal. Y así es. Los focos rojos están en todo el país. Ayer mataron a una joven tamaulipeca que a través de Twitter advertía sobre situaciones de riesgo.
Esto es inaceptable, es una vergüenza y el dolor se extiende por el territorio nacional ¿qué están esperando? Apenas puedo contener las náuseas.

Publicada en El Informador el sábado 18 de octubre de 2014. 

sábado, 11 de octubre de 2014

Nos necesitamos juntos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace años, pero especialmente desde el 26 de septiembre pasado, hay una especie de desasosiego en un amplio sector de la sociedad mexicana. Quisiera decir que entre todos los mexicanos pero infortunadamente no es así. Hay también grandes segmentos de la población que viven ajenos a la realidad lacerante que nos atraviesa, paradójicamente, por los privilegios de los que gozan; o por la pobreza que los absorbe. Con un común denominador: la falta de conciencia… inconsciente o deliberada, da igual: no saben ver o no quieren ver.
Y en cuanto al sector que ve y participa, que escribe y habla y comparte y expone y encara y organiza, que marcha y se manifiesta de múltiples formas; que está consciente y siente el dolor de los otros, de los desaparecidos, de los calcinados, de los asesinados a balazos, de las familias rotas, de los jóvenes acallados para siempre, de las madres llenas de pérdidas y vacías… Ese sector, dolorosamente, está dividido.
Convenientemente dividido para los gobiernos que se lamentan de boca para afuera pero no hacen nada y en cambio mantienen y alimentan ese gran pacto de impunidad, un mal que ha dejado de ser un secreto a voces para convertirse en el enemigo público número uno de la mayoría de los mexicanos.
Divididos entre las ansias de hacer algo y la tentación del protagonismo —los reflectores y los micrófonos los atraen como la luz a los insectos—; divididos entre ser escuchados por los poderosos para presionar e incidir en la toma de decisiones reivindicadoras y callar a otros como ellos que no apuestan por la estridencia.
Divididos por la intolerancia de la tolerancia que se exige y no se otorga; obnubilados por el dolor de tantos muertos y tanta injusticia pierden el piso, el equilibrio. Se pierden y los perdemos.
Esto es lo peor que nos puede pasar, pero nos pasa, siempre nos pasa y entonces las iniciativas espontáneas, fuertes y contundentes se debilitan, se diluyen. Y el foco de los reclamos se regodea en la certeza de que al final de cuentas nada pasará, porque han sembrado tantas semillas en la parcela del odio y la divergencia, de los extremos y la radicalización, de la intolerancia… que saben bien que la cosecha nos aplastará a todos y nos inmovilizará. Y ellos seguirán tan campantes.
Nos necesitamos juntos. Y eso no quiere decir homogeneidad. Unanimidad sí, podría ser y no como utopía. Se ha hecho antes, se ha logrado antes.
Siempre he pensado (y lo he dicho y escrito) que la sociedad civil, la que se organiza y participa, la que defiende diversas causas, a fuerza de ser minimizada, criminalizada, desestimada, menospreciada, soslayada y desoída, en muchos casos ha radicalizado sus posturas, se ha anidado en los extremos en una actitud que da a las autoridades la oportunidad de descalificar y que la aleja de la sociedad de la que forma parte y a la que en gran medida defiende.
Creo que es parte de la misma estrategia de mantenernos divididos y enojados entre nosotros, juzgándonos por todo y porque sí.
Y si alguien se atreve a llamar la atención sobre las formas y prácticas de la sociedad civil que en realidad son contraproducentes para los movimientos, inmediatamente es atacado con una andanada de calificativos, juicios y descalificaciones; malas interpretaciones, tergiversaciones y hasta difamación. Nos necesitamos juntos.
Esta reflexión surgió por las divisiones expresadas en redes sociales entre los mismos activistas a raíz de las manifestaciones multitudinarias en todo el país para exigir que los 43 jóvenes normalistas desaparecidos, estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, aparezcan vivos; y se identifiquen plenamente y se aclare lo relativo a los mexicanos calcinados hallados en varias fosas; que se haga justicia contra el alcalde de Iguala y se llegue de una vez por todas hasta las últimas consecuencias.
Esta gran herida de Ayotzinapa que se suma a otras que no han cerrado y aún supuran, no puede quedar abierta también (uno de los microsismos a los que me refería la semana pasada antes del hallazgo terrible de las fosas con cuerpos calcinados).

Para lograr justicia, para combatir con éxito ese pacto de impunidad, para tener certezas sobre hijos y alumnos desaparecidos y muertos, sobre tantos jóvenes violentados… Nos necesitamos juntos.

Publicada en El Informador el sábado 11 de octubre de 2014.

lunes, 6 de octubre de 2014

Microsismos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Yo no sé si es el manejo mediático, como a cuenta gotas (me queda esa impresión, rara), o qué, de la información relativa al montón de conflictos en diferentes puntos de la geografía nacional que se han estado abordando (para análisis, crítica o información) como hechos aislados. Y no es que haya una conexión precisa entre ellos pero sí un común denominador: son producto de omisiones o de malas y pésimas decisiones de actores de la esfera gubernamental.
Otro aspecto que comparten es que en la mayoría están involucrados jóvenes, el sector de este país más talentoso y más descuidado y abandonado por el Estado y diversas instituciones, pero fundamentalmente por el Estado, por el Gobierno federal pues para que no haya confusiones, aunque, debo decir que el esquema se repite en todas las entidades federativas y en todos los municipios. Hasta ahora no conozco excepciones.
Digamos que cada uno de estos conflictos es un microsismo: puedo empezar con Tlatlaya. La masacre de 22 jóvenes (está en veremos si eran delincuentes o no, la información es ambigua, creo que deliberadamente ambigua) en esa comunidad del Estado de México que se mantuvo en silencio hasta que la información llegó a la prensa internacional y desde ese foro adquirió otra dimensión. Las decisiones en torno a estos hechos son malas por donde se le vea, no hay nada justificable, absolutamente nada. Eran jóvenes, algunos menores de edad. Incluso si se comprueba que eran delincuentes, no son buenas noticias para el Estado porque sería una evidencia de su propia descomposición e incapacidad. Elementos del Ejército, por su cuenta (#yosoy26), están convocando a una marcha (expresamente sin el aval de la Sedena) que, si todo sale como se ha anunciado, será el día de hoy, para defender a los soldados que han sido detenidos por esta matazón.
Otro microsismo en el que participan jóvenes también es el problema en el Instituto Politécnico Nacional, el más atendido de todos (¿por qué será? ¿será acaso el tamaño del miedo?). El pasado 24 de septiembre se aprobó un reglamento que despertó las más airadas protestas entre los activos, informados y politizados estudiantes del IPN. Y todavía el día de ayer el secretario de Gobernación se reunió con una comisión de jóvenes para revisar el pliego petitorio; por lo pronto, se adelantó —ahora sí— la renuncia de la directora general, Yoloxóchitl Bustamante. Increíble escuchar al responsable de la política interior del país decir: “La neta, como ustedes digan”, dirigiéndose a los muchachos (¿cómo no le responde así a todos los mexicanos?).
Y esta actitud, precisamente, aviva otro microsismo ya desatado en Ayotzinapa, Guerrero, luego de que estudiantes de la Normal en esa localidad, fueran atacados por policías en la ciudad de Iguala. ¿A qué actitud me refiero? A que en la concepción de los jóvenes para el Gobierno hay estudiantes de primera (los del IPN) y de segunda (los de Ayotzinapa o de cualquier otra normal).
En el ataque que cito murieron dos jóvenes y hay desaparecidos. Las demandas de los estudiantes de normales rurales son las mismas desde hace años, particularmente el pase automático; ¿y quién está de acuerdo con eso cuando debería ser la excelencia académica el criterio de selección? Sin embargo, fue el mismo Estado el que ideó el sistema y ahora lo desconoce, lo soslaya y, por supuesto, los jóvenes quieren que se mantenga el mismo paquete de privilegios que el gobierno diseñó para controlar y corporativizar y manipular. Si no se van a respetar las mismas condiciones impuestas y no hay nadie en el gobierno capaz de gestionar y negociar para cambiar el sistema, este conflicto nunca acabará.
El otro microsismo no tiene que ver con jóvenes como sector pero sí con una parte importantísima de México: los yaquis y su lucha por la defensa de sus tierras y su agua.
Todos estos microsismos (las manifestaciones se registraron en 12 estados, más de la tercera parte del total de entidades), más la noticia por ejemplo de que los niveles de inseguridad aumentaron en Jalisco o de que los maestros de la sección 22 en Oaxaca bloquearon, ayer viernes, centros comerciales de la capital para exigir que se atiendan sus propuestas para la reforma educativa, hacen un gran sismo, un movimiento telúrico de proporciones inconmensurables que el gobierno simplemente ignora pero que da cuenta de que, efectivamente, algo se está moviendo en diferentes puntos del país ante la estupefacción, aletargamiento o ceguera simplemente, de quienes deben atender estas demandas con el mismo rigor y compromiso, con la firme intención de resolver, de parar, de estabilizar con visos de mejora no de represión.

Pero no: muchachos que participaron en la marcha multitudinaria (25 mil aproximadamente nada más en la Ciudad de México) conmemorativa de la matanza de estudiantes en 1968 afirman que el Estado mexicano ha declarado la guerra a los jóvenes mexicanos. Muchos microsismos se pueden volver incontrolables.

Publicado en El Informador el sábado 4 de octubre de 2014.

viernes, 3 de octubre de 2014

Todo, menos la Tierra

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Estuvieron reunidos en Nueva York, en la Organización de las Naciones Unidas, los mandatarios del mundo para discutir cuestiones relacionadas con el cambio climático con el enfoque de los daños que causamos los seres humanos al planeta. Cumbre del Clima se llamó, pomposo nombre para, de todas maneras, no hacer nada.
Las referencias periodísticas decían que con esta cumbre se marca el inicio de un esfuerzo global con miras a lograr un acuerdo vinculante para, a partir de 2015, reducir las emisiones contaminantes.
Seguramente, como sucede con los gobernantes en general, con las clases políticas de todos los países, están pensando que no nos acordamos de nada; que no nos preocupa nada y que no experimentamos los cambios en el clima que nos alarman, aun cuando muchos meteorólogos afirman que lo único que pasa —igual— es que no tenemos memoria.
Digo, si de lo que nos tenemos que acordar sucedió hace miles  de años, pues está difícil, pero en lo personal creo que el cambio climático que experimentamos sí es, en gran medida, resultado, efecto, de la mano del hombre y de la inconciencia más que de las personas, de los gobiernos y de los grandes empresarios del mundo que siguen aferrados a la producción sin límites como mandato del capitalismo feroz, sin importar lo que tengan qué hacer o cómo lo tengan que hacer, sin escrúpulos pues. Y, en todo caso, son un pésimo ejemplo.
Allá estuvieron, en la Gran Manzana, dizque para ponerse de acuerdo, cuando se suponía que esto ya lo habían hecho antes. Recuerdo por lo menos Kyoto, pero se han celebrado muchas otras reuniones para tratar el asunto y ahora resulta que la Cumbre del Clima, esta de 2014, marca el inicio de un esfuerzo global bla bla bla… La conclusión lógica es que todo lo que se hizo antes no ha servido de nada, bueno, casi, porque sí se han atendido cuestiones graves como las actividades humanas y productos inventados por el hombre que estaban dañando seriamente la capa de ozono y con ella, amenazando de manera clara y contundente la supervivencia del ser humano en la tierra. Pero fuera de eso –que no es poca cosa—no he sabido de nada más, así, contundente.
Mi percepción en general es pesimista porque, aparte de todo, resulta que los mandatarios que participaron en la Cumbre estuvieron más ocupados en cuestiones ajenas a las decisiones relativas al clima mundial y a la situación del medio ambiente del planeta. Para empezar, el Presidente de México fue a hablar de sus reformas por enésima vez; reformas cuyas características han sido cuestionadas por especialistas (no sólo por opositores de café) en cada una de las materias (energética, educativa, telecomunicaciones, política): están mal hechas, son autoritarias, ponen en riesgo la soberanía de la nación y otras cuestiones similares. Luego, se reunió con el primer ministro británico David Cameron, y ambos se comprometieron (o sea que ¿ya la hicimos?) a combatir la corrupción y fomentar la transparencia (ajá). Y por último (con relación al Presidente Peña), un hecho que no me queda claro: una fundación enfocada en la promoción de la libertad religiosa y de la protección de los derechos humanos, le entregó un premio “por su liderazgo y los avances logrados en el país”. ¿A qué país se referirán los directivos de la fundación? (Appeal of Conscience Foundation) ¿avances? Porque la tasa de crecimiento de México va en picada, hacia abajo claro; y el incremento en el número de mexicanos que pasan a formar parte de las filas de la pobreza es exponencial; también aumenta la tasa de desempleo y, en contraste, se cae el poder adquisitivo de la población. No entiendo entonces, como una fundación enfocada en otros asuntos, le otorga al mandatario mexicano un reconocimiento por nada más que ficciones y fantasías, nada concreto ni real ni medible ni contundente.
Esto es por parte de México, y en cuanto a otros mandatarios, bueno, pues Dilma Rousseff (Brasil) está en campaña; Cristina Fernández (Argentina) se justifica; y Barack Obama (Estados Unidos) busca legitimar los ataques al Estado islámico (aun cuando no lo necesita); entre otros jefes de Estado que llevaron agua a sus molinos, hablaron y actuaron con base en sus propias agendas y asesores de imagen, para arreglar y resolver nada de todas maneras, mucho menos la Tierra.

Publicada en El Informador el sábado 27 de septiembre de 2014.