jueves, 18 de septiembre de 2014

Veinte lustros de talento y creación inagotables

Crónicas de ayer
(Y otros textos)

Para el año 2000, en El Informador, se editó una publicación especial para la que escribí este texto relativo a un siglo de cultura jalisciense... Me lo encontré en una de esas búsquedas interminables en mi propia computadora... A su consideración.

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Cien años de cultura en Jalisco. Mil quinientas palabras. Ambos límites están fuera de toda proporción. Tendrían que ser quince palabras por año y sólo en este primer párrafo ya se fueron dos.
La tarea se antoja imposible. No alcanzaría el tiempo (transformado ahora en letras) para dar cuenta de un siglo de creación y de grandeza.
Los nombres de los más grandes bastarían para agotar el espacio y quedarían al margen cientos de los conocidos y miles de los autores anónimos de expresiones populares y cotidianas, de fiestas y corridos, de imágenes, luces y colores, de sonidos y frases, de usos y costumbres, de macro y micro historias, de modas y rescates, de cuentos y recuentos.
Desde el semillero del Centro Bohemio y Bandera de Provincia hasta estos días de FIL y Muestra de Cine, –pasarelas indispensables de propios y extraños— la creación en Jalisco ha sido una constante y siempre con exponentes ejemplares, artistas que hoy son patrimonio nacional y universal. No se puede decir lo mismo de dos acciones fundamentales para el desarrollo cultural de cualquier pueblo: promoción y difusión.
Jalisco: diversidad, dispersión y síntesis, crisol y diáspora, memoria y olvido, ausencia de hilo conductor pero motor accionado por el talento solo, sin mano que empuje o dote de combustible y guarnición.
Nada ha sido obstáculo, aunque habría que imaginar simplemente, lo que hubiera dado la creación jalisciense de haber contado con una palanca (política) permanente y consistente; y lo que sería esta sociedad con más cultura, cualitativamente informada, y con un espíritu colectivo día a día más fuerte, crítico, libre y consciente.
A lo largo de estos cien años, músicos, pintores, literatos, artesanos, ensayistas, escultores, grabadores, arquitectos, fotógrafos, actores, cantantes, dramaturgos, escritores, cineastas... han tenido que emigrar en busca de cauces para el desahogo de la ansiedad creadora y en busca de reconocimiento; los otros, los que se han quedado, guardan aún la esperanza de ser profetas aquí pero no han dejado de crear.
La producción artística jalisciense, sólida y trascendental, no puede ser atrapada en una simple relación cronológica. Dejemos la fechas a los historiadores, pero no la historia.
Esa historia vigente de la que forman parte José Clemente Orozco y El hombre de Fuego; Juan Rulfo y El Llano en Llamas; Luis Barragán y Jardines del Bosque; José Rolón y El Festín de los Enanos; Agustín Yáñez y Al filo del agua; Mariano Azuela y Los de abajo; Blas Galindo y su cantata Suave Patria; Alfonso de Alba Martín y El alcalde de Lagos; Gabriel Flores y la Historia de la Medicina; Gerardo Murillo y los átlcolores; Ignacio Díaz Morales y la Cruz de Plazas.
Y Basilio Vadillo, Jesús Guerrero Galván, Juan José Arreola, Raúl Anguiano, Ixca Farías, Juan Soriano, Roberto Montenegro, Jorge González Camarena, Carlos Orozco Romero, María Izquierdo, Javier Arévalo, José Fors, Carmen Alarcón, Lucía Maya, Pablo Moncayo, Jorge Esquinca, Enrique González Martínez, Antonio Gómez Robledo, Rafael Castellanos, Efraín Urzúa, Jorge Camberos Garibi, Jorge Martínez, Alfonso Gutiérrez Hermosillo,  Alfredo R. Plascencia, Adalberto Navarro Sánchez, Margarita Sáinz, Elías Nandino, Ricardo Yáñez, Ricardo Castillo, Raúl Bañuelos, Patricia Medina, Cristina Gutiérrez, Xavier Ramírez, Dante Medina, Martha Cerda, Gabriel Pareyón, José Luis Martínez, Amado de la Cueva, Alejandro Colunga, Guillermo Chávez Vega, Fernando González Gortázar, Jorge de la Peña, Rafael Zamarripa, Juan Víctor Arauz, José Hernández Claire, José Bernabé, Tiburcio Aguirre, José Luis Martínez, Jorge Wilmont, Natividad Hernández, los Panduro, Baudelia Ramos, Refugio Barragán de Toscano, Clemente Aguirre, Ramón Serratos, Eduardo Mata, Silvestre Vargas, Vicente Garrido, Gonzalo Curiel, Consuelito Velázquez, José Cornejo Franco, Arturo Xavier González, Pepe Guízar, Manuel Esperón, Lupita Palomera, María Victoria, los hermanos Reyes, Vicente y Alejandro Fernández, Guadalupe Pineda, Gabriel Ruiz, Marco Antonio Muñiz, Maná, Carlos Santana, Ricardo Parada León, Olga Valencia, Vicente Leñero, Félix Vargas, Hilda Morán, José Ruiz Mercado, Claudia Cecilia Alatorre, Emilio Carballido, Daniel Constantini, Javier Serrano, Moisés Orozco, José Rogelio Álvarez, José María Muriá, Luis Sandoval Godoy, Víctor Hugo Lomelí, José Guadalupe Zuno...
Independientemente de corrientes, disciplinas, tendencias, modas, géneros y técnicas, el talento jalisciense es como un volcán en constante actividad, con erupciones más grandes o más pequeñas, las emisiones no cesan.
Pero el talento es una cosa y la promoción y difusión de la cultura otra. La primera es incontenible, no importa qué se oponga a su tránsito y ni siquiera que sea genial o pésima, grande o modesta. El talento y sus manifestaciones ahí han estado y estarán, por los siglos de los siglos, con apoyo o sin él.
Con la promoción no ha sido igual. Es cambiante año con año, trienio tras trienio y sexenio tras sexenio, dependiente siempre de políticas nacionales y gustos personales; de mayores o menores ansias protagónicas y de un auténtico y real interés por la cultura.
Muchos lamentan ahora que Guadalajara no sea más la “Atenas de Occidente”, como se le llegó a calificar... tiempo ha.
Sin embargo, se trata de una circunstancia que tiene que ver con voluntad, con iniciativas y, por supuesto, con dinero; tiene que ver también con el grado de descomposición social y con la cultura de evasión –lo es— que gana terreno en estos días.
Aún así, el intento se sigue haciendo y algunas iniciativas han logrado sobrevivir, pese a todo: la Feria Internacional del Libro, foro en el que se encuentran los grandes de la literatura mundial incluyendo a los nuestros, y que con el paso del tiempo consolidará su influencia en el desarrollo cultural de Jalisco, de la región occidente y del país entero.
La Muestra de Cine, detonadora del llamado “Nuevo cine mexicano” y vitrina además para jaliscienses cuyos nombres suenan y resuenan en Hollywood: Guillermo del Toro y Antonio Urrutia.
Además de la FIL y la Muestra, consideradas las mejores actividades culturales en esta ciudad junto con la Cátedra Julio Cortázar auspiciada por la Universidad de Guadalajara y patrocinada por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, se esperan tiempos mejores para la difusión y promoción del arte en todas sus disciplinas con el anunciado Centro Cultural JVC, cuya conclusión se estima para el año 2004 pero con actividades ya de fin de siglo y principio de milenio.
Ahí estuvo Expo Arte, cruce de caminos al que confluyeron europeos, americanos, africanos, australianos, asiáticos... todos mostrando arte y lo que creen que es arte, desde las más grandes obras hasta las expresiones del “ocaso del siglo XX” que bien pudiera ser un montón de basura cubierto por brea y rodeado de moscas “instalado” en un estacionamiento; o unos sobrecitos plásticos de shampoo o muestras de lápiz labial en una cartulina; o una mujer que ha hecho de su cuerpo una escultura y llegó a Guadalajara con dos cuernos incrustados en la frente.
Estuvo también el Festival Guadalajara y La Puerta y los Miércoles Literarios y El Kiosco y La Pequeña Grecia y muchos otros intentos por ofrecer cultura que ahora son sólo y para algunos, recuerdo y lamento; las galerías van y vienen y hoy por hoy hay unas diez sólidas que siguen siendo un espacio para artistas plásticos de éste y otros lares: las de Alejandro Gallo, Vértice, Azul y el Centro de Arte Moderno que entrando el 2000 será Centro de Arte Millennium “Miguel Aldana Mijares”.
¿Y museos? El de las Artes de la Universidad de Guadalajara atrapado ahora en la corriente vanguardista, esa de montones de basura y refrescos en lata; el Instituto Cultural Cabañas, ése sí, con exposiciones del más alto nivel, lo mismo que el Museo Regional de Guadalajara, sin duda, uno de los mejores espacios para alimentar el espíritu sobre todo de unos cuantos años a la fecha. Un oasis en el centro de la urbe, como diría Otto Schöndube.
¿Salas de concierto? Salvo el Teatro Degollado, sede de la Orquesta Filarmónica, sobreviviente de mil batallas y la Capilla del Museo Regional o bien, el Paraninfo de la máxima casa de estudios, no hay más.
Y qué decir del teatro. Iniciativas extraordinarias como El Venero, en donde los mejores actores locales tenían un lugar seguro para manifestarse, está en peligro de desaparecer; sin olvidar la subutilización del Foro de Arte y Cultura y del Teatro Experimental, con frecuencia rehenes de intereses políticos convertidos en cotos de poder.
A París, España, la ciudad de México, Nueva York y a Guadalajara, van llegando los artistas con el genio y la ansiedad en la maleta, provenientes de San Gabriel, de Yahualica, de Lagos de Moreno, de Sayula, de Zapotlán el Grande, de San Sebastián del Oeste, de Tamazula o de Colotlán.
La creación persiste porque esta tierra sigue dando talentos que no paran de buscar parcelas para sembrar... y  la cosecha llega, siempre llega.


Laura Castro Golarte