Ciudad adentro
En el transcurso de esta semana se supo de más mansiones
compradas por funcionarios mexicanos en condiciones sospechosas, en el Poder
Legislativo se rechazó el proyecto de ley de transparencia y anticorrupción,
continuaron las manifestaciones violentas e infiltradas en Guerrero por el
asunto pendiente de Ayotzinapa; se desató un enfrentamiento fatal en Michoacán (once
personas asesinadas) y, entre muchos otros asuntos por el estilo que se
registran en todos los ámbitos, niveles y órdenes, nada más a manera de
ejemplo, en Jalisco la ley se aplica a discreción, dependiendo de si los
funcionarios quieren o no les da la gana aplicarla.
La situación en México sigue siendo grave, por los hechos
enumerados y por la situación económica que pinta para muy fea en el cierre de
este 2014 y peor en el arranque de 2015. Pero para la clase política no pasa
nada y todos estamos locos o paranoicos, si todo marcha sobre ruedas aun cuando
la inversión extranjera haya caído igual que las expectativas de crecimiento y
el dólar siga a la alza.
Difícil saber por dónde empezar porque todo es grave e
importante, porque avanza el tiempo y desde los gobiernos (municipales,
estatales y federal) la toma de decisiones no se concreta y se queda en puntos
y ¿buenas? Intenciones. No pasa de un rimbombante y trillado decálogo que de
todas maneras no se aplica salvo la genial
propuesta de un número 911 que sólo se ha prestado para el choteo en redes
sociales.
Este no querer ver y no querer darse cuenta de cómo están
las cosas realmente es lo más grave. De pronto puede llegar a pensarse que todo
lo hacen adrede, que saben bien lo que pasa pero de frente a la sociedad se
preocupan por disimular –los priistas son los grandes expertos en la simulación
y en guardar apariencias— y actúan y hablan como si México ya hubiera cambiado
y estuviéramos entrando de lleno en el primer mundo.
Sin embargo, actitudes como la de Mauricio Gudiño,
secretario de Movilidad en Jalisco dejan en claro que efectivamente están
totalmente alejados de lo que pasa en realidad e instalados en la soberbia, en
la ceguera que produce el poder, afirman y creen a pie juntillas que ellos
están bien y que todos los demás estamos mal y somos injustos, incomprensivos,
exagerados y “mala onda”.
Todos los demás somos pues todos los ciudadanos, en este caso
jaliscienses que luego del conocimiento a través de una nota periodística que
indignó al funcionario, nos enteramos de que fue suspendido el operativo
conocido como “El Torito” porque los policías de Movilidad tuvieron su posada y
tienen derecho a tener su fiesta y a ingerir bebidas alcohólicas.
Circula en redes sociales el audio de la entrevista que
le hacen a Gudiño después de la publicación de la nota en el periódico Mural y
en donde dice que esa información se le hizo de lo más bajo que ha visto en su
vida, o sea, cómo se atreven a criticarle su posada. Todo mundo toma sus copas
dijo Gudiño y luego “yo puedo suspender el programa cuando yo quiera, está en
mis atribuciones, si yo quiero que en una semana no trabaje está en mis
atribuciones suspenderlo… De lo peor que ha hecho usted de criticarme mi
posada”. Y la terrorífica amenaza: “y las exclusivas que les iba a dar, ya no
se las voy a dar”.
En otras circunstancias, con otra clase política, con
otro gobernador, a este funcionario, mal servidor público, inconsciente hasta
más no poder, lo hubieran corrido de inmediato, pero no en estos momentos en
que la distancia entre la clase política y los jaliscienses, entre los
gobernantes y los mexicanos, se extiende años luz, al infinito y más allá.
Están perdidos, desconectados de la sociedad a la que se deben, de la que
viven, a la que juraron honrar; en cada uno de los problemas citados y otros
que no aparecen aquí, queda esto en evidencia. Difícil, muy difícil saber por
dónde empezar a arreglar este entuerto si ellos creen que están bien y que todos
los demás, es decir, más de 110 millones de personas, estamos mal.
Publicado en El Informador el sábado 20 de diciembre de 2014.