Ciudad adentro
Ojalá fuera posible que instituciones corrompidas y
desgastadas por los años, los descuidos, los abusos y las malas decisiones, la falta
de escrúpulos y esas cosas, sufrieran un proceso de envejecimiento (palomita),
deterioro (palomita) y muerte (…) para que dieran paso a dinámicas de renovación,
salud, progreso y rectitud, como sucede en casi todas las entidades que
empiezan y tienen todo un futuro por delante.
Esta semana el Partido Revolucionario Institucional
cumplió 85 años y como es el partido en el poder en el Gobierno federal y en la
mayor parte del país, sus dirigentes y militantes tiraron la casa por la
ventana sólo para refrendar que no hay un nuevo PRI y que vuelven (¿alguna vez
se fueron, realmente?) a la práctica de conductas perniciosas como esa
“cercanía” entre el partido y el titular del Ejecutivo federal; retoman su
proclividad a la simulación y al autoritarismo pero no recuperan, por ejemplo, el
nivel cultural con tintes intelectuales de priistas de antaño.
Y no sólo eso. Con todo y lo que nos hemos quejado del
PRI, generación tras generación, hubo tiempos (y seguro por eso, entre otras
causas, duraron tanto en el poder) en los que se podían detectar
comportamientos éticos; existían códigos de honor no escritos y había límites,
se detenían hasta cierto punto. Pero ahora no; y no se ven esfuerzos por
recuperar lo que sí tenía de bueno el “viejo PRI”.
Y luego --¿se acuerdan?-- cuando el PRI fue oposición manejaba
dos o tres argumentos que sacaba siempre a relucir cuando, desde el partido en
el poder (PAN) y los otros de oposición, se hacía memoria del daño que había
causado el Revolucionario Institucional a lo largo de 70 años de hegemonía.
Con esos “argumentos” me refiero específicamente al
Seguro Social y el Infonavit (¿entre otras?). Dos instituciones que, mal que
bien (en el caso de la primera, a estas alturas como las instituciones
descritas en el primer párrafo, más mal que bien) han perdurado y sí han
representado una diferencia digamos benéfica para miles de mexicanos en materia
de salud y de vivienda.
En educación básica poco tenían y tienen que presumir,
aunque también debo reconocer que antes, como en los años sesenta (tengo esa
impresión), la educación no se usaba tanto para manipular o era posible “colar”
ciertos contenidos en los textos de español por ejemplo; o se incluían clases
de apreciación musical y artística; civismo era una materia básica. Ah, y los
maestros estaban hechos de otro material, más comprometido y resistente, más
generoso y responsable (todavía quedan maestros así, claro, pero su actuación
es opacada por las dirigencias sindicales y los docentes que hacen como que
trabajan).
¿Qué es lo que destacan ahora? Una batería de reformas
dizque estructurales que venden y difunden como si fueran la gran cosa, cuando
sabemos que no son suficientes, que resultaron de un pacto que llevó agua al
molino de los demás partidos, pero que en realidad no son congruentes con las
necesidades reales de la mayoría de los mexicanos que por ley representan, con
un estilo que se parece mucho a aquella práctica de la época colonial: “acátese
pero no se cumpla”.
Ochenta y cinco años ¿y? Este festejo del PRI es una mala
noticia en realidad y hasta una ofensa. Abiertamente se elimina aquella “sana
distancia” que en su momento fue aplaudida y se abre paso a la recuperación (he
ahí otro de los nefastos rescates ahora que regresaron al poder) del
presidencialismo que tanto daño nos ha causado.
Alguna vez escribí que el PRI había perdido una
oportunidad de décadas y de oro para llevar a los mexicanos hacia condiciones
de vida equiparables con las de las naciones más desarrolladas y equitativas entre
sus habitantes; a lo largo de 70 años nos regatearon eso. Y ahora ¿cuál nuevo
PRI si mantienen la misma postura? Me refiero a la misma postura egoísta y
mezquina con los mexicanos.
Publicada en El Informador el sábado 8 de marzo de 2014.