domingo, 9 de marzo de 2014

85 años

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Ojalá fuera posible que instituciones corrompidas y desgastadas por los años, los descuidos, los abusos y las malas decisiones, la falta de escrúpulos y esas cosas, sufrieran un proceso de envejecimiento (palomita), deterioro (palomita) y muerte (…) para que dieran paso a dinámicas de renovación, salud, progreso y rectitud, como sucede en casi todas las entidades que empiezan y tienen todo un futuro por delante.
Esta semana el Partido Revolucionario Institucional cumplió 85 años y como es el partido en el poder en el Gobierno federal y en la mayor parte del país, sus dirigentes y militantes tiraron la casa por la ventana sólo para refrendar que no hay un nuevo PRI y que vuelven (¿alguna vez se fueron, realmente?) a la práctica de conductas perniciosas como esa “cercanía” entre el partido y el titular del Ejecutivo federal; retoman su proclividad a la simulación y al autoritarismo pero no recuperan, por ejemplo, el nivel cultural con tintes intelectuales de priistas de antaño.
Y no sólo eso. Con todo y lo que nos hemos quejado del PRI, generación tras generación, hubo tiempos (y seguro por eso, entre otras causas, duraron tanto en el poder) en los que se podían detectar comportamientos éticos; existían códigos de honor no escritos y había límites, se detenían hasta cierto punto. Pero ahora no; y no se ven esfuerzos por recuperar lo que sí tenía de bueno el “viejo PRI”.
Y luego --¿se acuerdan?-- cuando el PRI fue oposición manejaba dos o tres argumentos que sacaba siempre a relucir cuando, desde el partido en el poder (PAN) y los otros de oposición, se hacía memoria del daño que había causado el Revolucionario Institucional a lo largo de 70 años de hegemonía.
Con esos “argumentos” me refiero específicamente al Seguro Social y el Infonavit (¿entre otras?). Dos instituciones que, mal que bien (en el caso de la primera, a estas alturas como las instituciones descritas en el primer párrafo, más mal que bien) han perdurado y sí han representado una diferencia digamos benéfica para miles de mexicanos en materia de salud y de vivienda.
En educación básica poco tenían y tienen que presumir, aunque también debo reconocer que antes, como en los años sesenta (tengo esa impresión), la educación no se usaba tanto para manipular o era posible “colar” ciertos contenidos en los textos de español por ejemplo; o se incluían clases de apreciación musical y artística; civismo era una materia básica. Ah, y los maestros estaban hechos de otro material, más comprometido y resistente, más generoso y responsable (todavía quedan maestros así, claro, pero su actuación es opacada por las dirigencias sindicales y los docentes que hacen como que trabajan).
¿Qué es lo que destacan ahora? Una batería de reformas dizque estructurales que venden y difunden como si fueran la gran cosa, cuando sabemos que no son suficientes, que resultaron de un pacto que llevó agua al molino de los demás partidos, pero que en realidad no son congruentes con las necesidades reales de la mayoría de los mexicanos que por ley representan, con un estilo que se parece mucho a aquella práctica de la época colonial: “acátese pero no se cumpla”.
Ochenta y cinco años ¿y? Este festejo del PRI es una mala noticia en realidad y hasta una ofensa. Abiertamente se elimina aquella “sana distancia” que en su momento fue aplaudida y se abre paso a la recuperación (he ahí otro de los nefastos rescates ahora que regresaron al poder) del presidencialismo que tanto daño nos ha causado.
Alguna vez escribí que el PRI había perdido una oportunidad de décadas y de oro para llevar a los mexicanos hacia condiciones de vida equiparables con las de las naciones más desarrolladas y equitativas entre sus habitantes; a lo largo de 70 años nos regatearon eso. Y ahora ¿cuál nuevo PRI si mantienen la misma postura? Me refiero a la misma postura egoísta y mezquina con los mexicanos.

Publicada en El Informador el sábado 8 de marzo de 2014.