Ciudad adentro
Estamos
prácticamente a una semana del lamentable fallecimiento de la jovencita María
Fernanda Vázquez Vázquez y durante todos estos días, los anuncios,
declaraciones y medidas con relación al transporte público en la zona
metropolitana de Guadalajara se han hecho un día sí y otro también; no tengo
memoria de tal andanada de “políticas públicas” con relación a algún asunto, el
que sea.
¿Por qué así?
En redes
sociales y de otras maneras a través de los medios de comunicación, la
ciudadanía se ha hecho escuchar y la indignación es mayúscula, pero no sólo por
la muerte de María Fernanda, sino por las formas.
¿Desde cuándo la
pésima calidad del transporte es una realidad en esta ciudad? ¿Cuántos estudios
se han hecho y pagado para “mejorarlo”? ¿Cuántas muertes cada año? (14 es el
número de María Fernanda en lo que va de este año) ¿Cuántas promesas de la
“autoridad” a la hora de dar luz verde a los incrementos en la tarifa? ¿Cuántos
intereses involucrados? ¿Cuánto temor político-electoral? ¿Cuánta mediocridad y
mezquindad en la clase política para con los ciudadanos, los que se supone
representa?
Podría hacer
muchas más preguntas, tantas como sea posible para tratar de entender cómo
actúa y por qué opera de cierta manera la clase en el poder, siempre en
detrimento de la calidad de vida, en este caso, de los jaliscienses.
La demanda por
un transporte seguro y digno en el área conurbada de esta gran ciudad es añeja.
Expertos en la materia han concluido que lo que tenemos en Guadalajara es una
mezcolanza, un muestrario de tipos de transporte, un combinado que arroja caos,
pésimo servicio y altísimos costos sociales, económicos y políticos.
Fuera del
trabajo que se hizo para la introducción del tren ligero, que quedó a medias
desde los años setenta y ochenta, no ha habido otra medida contundente en ese
sentido, porque el macrobús no lo es. Y no es que no se haya hecho nada en los
últimos 20 años como dijo Aristóteles Sandoval, el gobernador, en el mensaje
que emitió esta semana para anunciar la primera ruta segura (¿por qué así, por
qué hasta ahorita? Ni modo que no supieran), digo, es cierto, porque lo que sea
que se haya emprendido y nada, es lo mismo para una urbe como la nuestra, pero
más allá de 20 años tampoco. O ¿quién dejó crecer al pulpo camionero que ya ni
pulpo es sino un monstruo gigantesco? ¿Al calor de qué administraciones creció?
Son responsables priistas, panistas y la oposición también porque en muchos
casos a lo largo de los años han usado al transporte para llevar agua a sus
molinos.
A raíz de una
muerte más, dolorosa como todas (alguien dijo esta semana que las muertes no
tendrían por qué ser la medida), se anuncia que baja la tarifa, la primera ruta
segura, los operativos, la ley de movilidad y hasta la supervisión con radar
para frenar las carreritas en las que participan los choferes, a quienes por
cierto, se anunció también, se les pagará sueldo para que no se anden peleando
por el pasaje. ¿Por qué así?
Así como planteo
el recuento de lo que se ha declarado esta semana, la impresión que me queda es
de desesperación y caos.
¿Por qué así?
¿Por qué para la autoridad si son –y no siempre; y hay que ver cuánto dura la
determinación— medida las muertes? ¿Por qué se mueven a partir de tragedias?
¿Por qué no hay un ejercicio responsable, autocrítico, visionario y efectivo de
la administración pública? ¿Por qué no hacen su trabajo pues? Fueron electos
para eso y se les paga muy bien y ellos dicen que todo lo saben y lo conocen y
que no van a permitir y no sé cuánto más.
¿Por qué no operan
en función de eso y no de su propia discapacidad mental que sólo les permite
reaccionar –parece— cuando alguien muere y una entidad poderosa y amenazante
como la Universidad de Guadalajara aparece? ¿Por qué así?
Publicada en El Informador el sábado 15 de marzo de 2014.