domingo, 25 de mayo de 2014

"Cierto olor a podrido"

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Por lo general dedico este espacio al análisis y comentario de un solo tema, pero ahora hay tanto qué comentar, tanto que indigna y preocupa que serán varios los tópicos aunque todos tienen un común denominador: la violencia.
Originalmente sólo escribiría sobre la aprobación en el Congreso de Puebla de una ley que ellos llaman de “derechos humanos” (y por “ellos” me refiero al Ejecutivo y a los legisladores) pero a lo largo de la semana se han presentado varios hechos que, siento, no deben pasar inadvertidos, son una llamada de atención para todos, para la sociedad en su conjunto.
Vamos por partes. En el caso de la ley recién aprobada en Puebla, no son los primeros, antes lo hicieron en Quintana Roo, Chiapas y el Distrito Federal, casualmente, las dos últimas son dos de las entidades en donde más manifestaciones se registran; y la tendencia es que normas similares o iguales se aprueben en todo el país. ¿De qué se trata? Es una ley que permite el uso de armas de fuego contra manifestantes, así de contundente, así de fuerte, así de peligroso, así de grave.
De seguro saldrán defensores y justificadores profesionales para argüir que no en todos los casos, que sólo cuando se den determinadas condiciones o situaciones… Sí, ajá. Ya veo a los comandantes policíacos, en pleno fragor de la manifestación verificando tales condiciones para tomar una decisión. Se corre el riesgo grande y muy peligroso, insisto, de disparar primero y después averiguar. ¿Qué puede pasar? Que la gente de todas maneras salga a la calle a protestar o que decida mejor quedarse en casa. Creo que a las “autoridades” les gusta más la segunda opción. Me parece una medida intimidatoria a todas luces y que atenta contra el derecho constitucional de libertad de expresión y de libertad para manifestarse. Hay varios organismos no gubernamentales que se han quejado y están tratando de hacer algo, pero se ve difícil. Por supuesto, en este tema está implícita la violencia, la represión.
Otro asunto muy violento para la mayor parte de los mexicanos que tenemos ingresos de modestos para abajo, es la aprobación de una pensión vitalicia para los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación como parte del engendro de reforma política. Dicen que no lo van a aceptar pero tampoco es tan meritorio ¿cuánto ganan? 246 mil 945 pesos al mes, cifra que incluye el sueldo mensual y las prestaciones nominales. Además, se embolsan casi 364 mil pesos por concepto de aguinaldo, casi 60 mil como prima vacacional y un pago por riesgo que me imagino que también es anual por 411 mil 816 pesos.
Son datos violentos y groseros cuando además sabemos que –es un secreto a voces— fue un “regalo” del PRI a los magistrados por-el-extraordinario-papel-desempeñado en las elecciones presidenciales de 2012. No lo van a aceptar (de eso a que se dé marcha atrás, falta un tramo), pero el coraje ya se hizo y la indignación por lo que sí ganan y no merecen, persiste, cuando día con día los incrementos en los alimentos básicos se dan de manera exponencial; es impresionante cómo por tres productos básicos: leche, pan y huevos se gasten casi 100 pesos. Que alguien les diga que los precios de todo están por las nubes y los salarios no alcanzan y no alcanzan. Todo mundo anda buscando más trabajo, otros empleos. Esto es violencia también, porque la inacción del Estado mexicano frente a los abusos es criminal y los índices de pobreza siguen en aumento.
Por último, en esta semana se generó mucha información lamentable y dolorosamente relativa a la violencia entre iguales, particularmente entre niños y adolescentes; y también de abuso sexual y violación de menores, así como del fallecimiento de un niño por los golpes que había recibido en un acto clásico de bullying; y por la golpiza a un niño y la humillación de una adolescente en redes sociales. ¿Qué está pasando!
La descomposición social es grave, multicausal y de parte de las autoridades de todos los órdenes no hay una estrategia, una política pública, un plan o un programa cuyos efectos se sientan y repercutan en una disminución de estos casos, al contrario. La violencia está en aumento en todos los ámbitos, en la calle, entre automovilistas y peatones y ciclistas; todos contra todos; las señoras en el mercado o en el súper; los niños en las escuelas; los jóvenes en los antros. Estamos mal y sí, somos responsables, pero no los únicos responsables. Es urgente que actuemos de manera coordinada para detener esta ola de violencia que hasta el papa Francisco lamentó refiriéndose a los hechos en Tamaulipas, pero esto es generalizado en mayor o menor medida. La violencia se ejerce cotidianamente en todos sus tipos y es preciso poner un alto.
Presionados, estresados, cansados, con problemas y falta de dinero o de trabajo, enfermedades, problemas con los hijos, con los padres; con los jefes, los compañeros de trabajo; sin vacaciones, con dos y tres turnos para que alcance; con las demandas constantes de comprar y de tener porque es lo que se ve en la tele y en el entorno: tener, tener, tener; comprar, comprar, comprar. Es una vorágine que debe parar porque no nos lleva a ningún lado y la autoridad debe hacer lo que le corresponde y poner orden.
Estamos mal en verdad y recuerdo de pronto del título de una novela, de Martín Vigil, que, efectivamente, expresaba la descomposición social: Cierto olor a podrido.

Publicado en El Informador el sábado 24 de mayo de 2014.