Ciudad adentro
Esta semana, específicamente el 30 de abril, terminó el
periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión. Si todo marcha como los
legisladores lo han planteado, estarán convocando a un periodo extraordinario
entre mayo y junio con el propósito de continuar con la discusión de las varias
leyes secundarias de distintas reformas que están pendientes, entre otras, la
llamada de manera genérica Ley Telecom.
Eso sí, antes de irse, aprobaron una serie de
disposiciones para que, en caso de que el Presidente de la República así lo
considere pertinente, es decir, cuando él crea que hay peligro grave o
conflicto (discrecional) se suspendan los derechos y las garantías individuales
en lo que se conoce como estado de excepción. Desde antes de su aprobación hubo
manifestaciones contrarias, incluso ante instancias internacionales, pero no
fueron tomadas en cuenta y la razón es que, en resumidas cuentas, se
criminaliza la protesta y existe el riesgo de que se violen derechos humanos
fundamentales. Esto es grave, pero así quedó, vamos a ver qué pasa cuando entre
en vigor y se aplique por primera vez.
Reforma energética, educativa, política, de
telecomunicaciones en fin, lo que implica el reformismo peñista es… demasiado.
Y la verdad es que no tendría que ser motivo de
preocupación en un sistema democrático y representativo. Si el sistema
funcionara, los ciudadanos estaríamos simplemente ocupados en trabajar, cumplir
con nuestras obligaciones, disfrutar de nuestros derechos y ser felices. Pero
no. Suena simple sin duda, pero esto tan sencillo que acabo de describir y que
resume las aspiraciones de la mayoría, es una conclusión, sueño, meta o como se
le quiera llamar que está pensada, repensada, analizada, desmenuzada y revisada
desde diferentes ópticas, posturas y corrientes de pensamiento, de Platón para
acá.
Recientemente leí una entrevista que le hicieron en 2013 a
Giuseppe Duso, un filósofo e historiador italiano de la Universidad de Padova,
sobre la historia conceptual y algunas aplicaciones contemporáneas (disponible
en esta liga: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/historia/Giuseppe-Duso_0_976102402.html). Primero, cabe decir que la historia conceptual es una
disciplina que, básicamente y de manera muy general, se dedica al análisis del
vocabulario político a lo largo del tiempo en una práctica con métodos y
modelos que conducen incluso a la reflexión filosófica y permite comparar con
la práctica y el discurso de la clase política de nuestros días.
Pues bien, en la entrevista Duso hace una serie de consideraciones
sobre la representación y nos remite a los tiempos de la Revolución francesa,
la voluntad general, el bien común y, por supuesto, a la representación, que es
esta fórmula a través de la cual los ciudadanos, como colectividad, somos
representados en un mismo nivel que nuestras necesidades y demandas por otros
ciudadanos electos para tal fin, ciudadanos en quienes se deposita la confianza
de la representación para que lleven adelante reformas, leyes, normas y todo lo
necesario precisamente para que todos vivamos como describí hace un momento.
Duso hablaba de una profunda crisis en Italia. Hizo un
diagnóstico de la situación, dijo que la confianza en los representantes
electos estaba en ese momento en su mínimo histórico y reconoció el abismo que
existía entre representados y representantes. De pronto, mientras leía, sentí
que estaba hablando de México.
Duso explica, a raíz del fracaso del movimiento Cinco
Estrellas en su país, que tenía como objetivo precisamente salvar el abismo
entre representantes y representados, que el fracaso se debió al papel que han
jugado el imaginario de los políticos, los intelectuales y la gente común “en esta dicotomía: por un lado aparecen
quienes piensan que la democracia representativa es el modo racionalmente mejor
para la vida política, y por otro lado están quienes, con la imagen de la
democracia directa, critican la democracia representativa en virtud del hiato
de la representación y de la ocupación del poder por parte de los partidos”.
Esta aporía o contradicción que señala el filósofo
italiano, se reproduce pues en México, es decir, hay fallas estructurales en la
representación, no hay confianza o está también sus mínimos históricos y, en
consecuencia, la eficiencia no aparece por ningún lado.
En este contexto y a sabiendas de que la mayoría de los
mexicanos no creemos en los supuestos representantes, reitero, es demasiado lo
que están haciendo en el Poder Legislativo y estoy convencida de que es a
propósito porque rebasan la capacidad de atención y participación de la
ciudadanía, sin considerar que en junio estará en todo su apogeo el mundial de
futbol y ya otros analistas han dicho que convocar a un periodo extraordinario
en esas circunstancias garantiza que menos mexicanos estén atentos a lo que suceda
en las cámaras de Diputados y Senadores.
¿Por qué así? ¿No sería más fácil que de verdad nos
representaran, que pudiéramos confiar en ellos? Las ideas de Platón siguen
vigentes.
Publicado en El Informador el sábado 3 de mayo de 2014.