Ciudad adentro
Me acuerdo de una respuesta recurrente en la infancia y
en la adolescencia que decíamos cuando era preciso lidiar con la carrilla
normal entre niños y adolescentes: “lo que no es cierto ni coraje da”. Claro
que una cosa era decirlo y otra no sentirlo, pero bueno, juegos infantiles y
juveniles. La recordé porque la frase aplica en este asunto que ha crecido
tanto gracias a la reacción de los funcionarios mexicanos.
La crítica que hiciera el ex presidente de Brasil, Luiz
Inácio Lula da Silva, a la economía mexicana, ha calado hondo en la clase
política mexicana, empezando por el Presidente Enrique Peña Nieto. Las
respuestas no se hicieron esperar porque como que no es agradable que se diga
que México es un país peor que otro; y con mayor razón si se trata de Brasil,
el gigante sudamericano que logró sacar de la pobreza, nada más durante la administración
de Lula a 33 millones de personas y alrededor de 40 millones ascendieron a la
clase media. En verdad es una proeza, de tal magnitud, que fue invitado
especial a la ceremonia en donde se echó a andar la dizque Cruzada contra el
hambre en México. Sí, avaló el programa cuando empezó pero después dijo que
México tenía que entender que la inversión en la lucha contra la pobreza era
básica, ineludible y necesaria (palabras más, palabras menos); quizá el
problema sea que no entendieron (o se hacen) en dónde y en qué habría que
invertir y se lo están gastando en paliativos, conciertos y artículos de
promoción porque lejos de saber que la pobreza se reduce en México, sigue en
incremento.
Ahora, el Presidente y personajes como el senador priista
David Penchyna se sienten ofendidos porque el político brasileño dijo también
que México no es la promesa que dijeron que sería en el siglo XXI, la gran
novedad, y en cambio Brasil ocupa el quinto lugar en el mundo por el tamaño de
su economía. Brasil forma parte del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y
México no. Y no es que en lo particular me alegre lo que dijo Lula en España
(en el mismo foro en donde Peña fue confrontado por dos personas, por lo menos,
que le gritaron y lo abuchearon mientras que en las afueras del sitio en las
pancartas se leía que no era bienvenido que era “malvenido” a España) pero sí
esperaría que por lo menos se reconocieran las deficiencias y las grandes
fallas en materia económica (Luis Videgaray, secretario de Hacienda, también ha
sido criticado severamente por la falta de resultados) porque creo que es la
única manera de corregir y remontar.
Y la clase política sale a decir de inmediato que las
rutas son diferentes, que no se trata de una competencia y que en realidad es
Brasil el que está mal. Lástima de reacción, un desperdicio. Lula ofreció la
oportunidad de que se aceptaran los problemas económicos que no se pueden negar
ya, la falta de liquidez y la inflación son rampantes en México, no hay dinero
que alcance y la actividad económica está verdaderamente deprimida. Un ligero
roce o contacto con los demás nos bastarían para darnos cuenta de eso; pero
optaron por hacer como que no pasa nada –como siempre— y que en México todo es
perfecto y que las reformas y no sé qué tanto más cuando el Banco Mundial (nada
menos y nada más) reduce la expectativa de crecimiento de nuestro país, casi
inmediatamente después de que la Secretaría de Hacienda; claro, luego de las
cifras dadas a conocer por varios organismos especializados de la iniciativa privada.
¿Por qué dolió a los funcionarios lo dicho por Lula?
Porque es cierto, porque lo que sí es cierto da coraje y duele. Pero se quedan
ahí, en la reacción infantil y no mueven un dedo para cambiar y mejorar las
cosas, para que esa ruta que dice el Presidente es diferente a la brasileña,
sea clara y garantice mejores niveles de vida para los mexicanos. Claro que lo
dudo mucho… más bien, todo.
Publicado en El Informador el sábado 14 de junio de 2014.