Ciudad adentro
Yo no sé si es el manejo mediático, como a cuenta gotas
(me queda esa impresión, rara), o qué, de la información relativa al montón de
conflictos en diferentes puntos de la geografía nacional que se han estado
abordando (para análisis, crítica o información) como hechos aislados. Y no es
que haya una conexión precisa entre ellos pero sí un común denominador: son
producto de omisiones o de malas y pésimas decisiones de actores de la esfera
gubernamental.
Otro aspecto que comparten es que en la mayoría están
involucrados jóvenes, el sector de este país más talentoso y más descuidado y
abandonado por el Estado y diversas instituciones, pero fundamentalmente por el
Estado, por el Gobierno federal pues para que no haya confusiones, aunque, debo
decir que el esquema se repite en todas las entidades federativas y en todos
los municipios. Hasta ahora no conozco excepciones.
Digamos que cada uno de estos conflictos es un
microsismo: puedo empezar con Tlatlaya. La masacre de 22 jóvenes (está en
veremos si eran delincuentes o no, la información es ambigua, creo que
deliberadamente ambigua) en esa comunidad del Estado de México que se mantuvo
en silencio hasta que la información llegó a la prensa internacional y desde
ese foro adquirió otra dimensión. Las decisiones en torno a estos hechos son
malas por donde se le vea, no hay nada justificable, absolutamente nada. Eran
jóvenes, algunos menores de edad. Incluso si se comprueba que eran
delincuentes, no son buenas noticias para el Estado porque sería una evidencia
de su propia descomposición e incapacidad. Elementos del Ejército, por su
cuenta (#yosoy26), están convocando a una marcha (expresamente sin el aval de
la Sedena) que, si todo sale como se ha anunciado, será el día de hoy, para
defender a los soldados que han sido detenidos por esta matazón.
Otro microsismo en el que participan jóvenes también es
el problema en el Instituto Politécnico Nacional, el más atendido de todos
(¿por qué será? ¿será acaso el tamaño del miedo?). El pasado 24 de septiembre
se aprobó un reglamento que despertó las más airadas protestas entre los
activos, informados y politizados estudiantes del IPN. Y todavía el día de ayer
el secretario de Gobernación se reunió con una comisión de jóvenes para revisar
el pliego petitorio; por lo pronto, se adelantó —ahora sí— la renuncia de la
directora general, Yoloxóchitl Bustamante. Increíble escuchar al responsable de
la política interior del país decir: “La neta, como ustedes digan”,
dirigiéndose a los muchachos (¿cómo no le responde así a todos los mexicanos?).
Y esta actitud, precisamente, aviva otro microsismo ya
desatado en Ayotzinapa, Guerrero, luego de que estudiantes de la Normal en esa
localidad, fueran atacados por policías en la ciudad de Iguala. ¿A qué actitud
me refiero? A que en la concepción de los jóvenes para el Gobierno hay
estudiantes de primera (los del IPN) y de segunda (los de Ayotzinapa o de
cualquier otra normal).
En el ataque que cito murieron dos jóvenes y hay
desaparecidos. Las demandas de los estudiantes de normales rurales son las
mismas desde hace años, particularmente el pase automático; ¿y quién está de
acuerdo con eso cuando debería ser la excelencia académica el criterio de
selección? Sin embargo, fue el mismo Estado el que ideó el sistema y ahora lo
desconoce, lo soslaya y, por supuesto, los jóvenes quieren que se mantenga el
mismo paquete de privilegios que el gobierno diseñó para controlar y
corporativizar y manipular. Si no se van a respetar las mismas condiciones
impuestas y no hay nadie en el gobierno capaz de gestionar y negociar para
cambiar el sistema, este conflicto nunca acabará.
El otro microsismo no tiene que ver con jóvenes como
sector pero sí con una parte importantísima de México: los yaquis y su lucha
por la defensa de sus tierras y su agua.
Todos estos microsismos (las manifestaciones se
registraron en 12 estados, más de la tercera parte del total de entidades), más
la noticia por ejemplo de que los niveles de inseguridad aumentaron en Jalisco
o de que los maestros de la sección 22 en Oaxaca bloquearon, ayer viernes,
centros comerciales de la capital para exigir que se atiendan sus propuestas
para la reforma educativa, hacen un gran sismo, un movimiento telúrico de
proporciones inconmensurables que el gobierno simplemente ignora pero que da
cuenta de que, efectivamente, algo se está moviendo en diferentes puntos del
país ante la estupefacción, aletargamiento o ceguera simplemente, de quienes
deben atender estas demandas con el mismo rigor y compromiso, con la firme
intención de resolver, de parar, de estabilizar con visos de mejora no de
represión.
Pero no: muchachos que participaron en la marcha
multitudinaria (25 mil aproximadamente nada más en la Ciudad de México)
conmemorativa de la matanza de estudiantes en 1968 afirman que el Estado
mexicano ha declarado la guerra a los jóvenes mexicanos. Muchos microsismos se
pueden volver incontrolables.
Publicado en El Informador el sábado 4 de octubre de 2014.