Ciudad adentro
A principios de esta semana se entregó el Premio Nacional de Ciencias y
Artes 2013 y el académico que habló a nombre de todos los galardonados fue el
antropólogo y sociólogo Roger Bartra. Fue una ceremonia en Palacio Nacional
encabezada por el Presidente Enrique Peña Nieto.
El discurso de Bartra fue crítico, muy crítico, pero lo dijo de tal manera
que supongo que para muchos, especialmente el destinatario, algunos de los
señalamientos pasaron total y absolutamente inadvertidos. Ojalá alguien les
explique porque vale la pena.
La entrega fue un día antes de que la reforma energética quedara lista para
enviarla a las legislaturas de los estados libres y soberanos que conforman la
nación, porque se trata de una reforma constitucional. Es decir, prácticamente
lo hecho, hecho está y, como se dice popularmente, palo dado ni Dios lo quita.
Una vez más, casi, tendría que usar la expresión consummatum est; aparte de referirme a la postura “feroz” del PRD
en el sentido que el Pacto por México “está muerto” cuando en realidad ya no
hay reformas pendientes y se podría decir que el mentado acuerdo cupular ya
cumplió con su cometido así que, ya para qué “matarlo”. Jesús Zambrano, se
pasa.
Pero se pasan también otros políticos. César Camacho por ejemplo,
presidente del PRI, hace gala de cinismo y dice, palabras más, palabras menos,
que no es por presumir pero que tienen mayoría en más de 16 congresos locales
así que no habrá problema para que dentro de poco la reforma energética esté
lista para entrar en vigor y para trabajar en las leyes secundarias en las que,
por cierto, hay que tener cuidado, digo, por lo menos conocerlas para saber
cómo van a estar las cosas. ¿Impedirlas? Imposible, nada detendrá la aplanadora
priista mucho menos si avanza además con el impulso de todos los partidos
incluido el PRD; y no se diga el PAN, habría que escuchar al legislador Rubén
Camarillo defensor a ultranza de la reforma y ofensor de los opositores.
Vuelvo al discurso de Roger Bartra que, por cierto, puede leer íntegro en la
página de la Presidencia de la República. El académico se refirió a la rareza
de la reunión entre intelectuales y políticos y llamó la atención sobre lo que
pasaría con un distanciamiento total entre ambos grupos: “Sin esos vasos
comunicantes, con todo y que a veces producen tensiones, la sociedad y la
política correrían el riesgo de estancarse”. También habló de que la libertad y
la independencia del trabajo intelectual
son valores a los que no se puede renunciar y, fundamentalmente, que son
valores que deberían guiar a los políticos, de manera particular a los que no
forman parte de esferas o estructuras de gobierno para que esos valores normen
su labor desde la oposición.
Sé que estamos en el terreno del
deber ser, sin embargo, creo que vale la pena traer a colación estos conceptos
para que no se nos olviden, para insistir en ellos y exigirlos y para propiciar
su difusión porque además abren los ojos con respecto a asuntos de mayor
profundidad. Bartra dijo prácticamente que no sólo de reformas vive el hombre,
luego de criticarlas severamente (“Tengo la impresión de que los impulsos
reformistas han quedado cortos en algunos casos y en otros se han distorsionado”
y luego “Me temo que habrá que esperar otro periodo de reformas a las
reformas”) y señaló:
Diría que no sólo de reformas viven los mexicanos. Con ello, quiero dar
a entender que además de las modificaciones a la Constitución y la reglamentación
de instituciones, hay otra dimensión que es fundamental para impulsar los
cambios. Es una dimensión que muy difícilmente se puede legislar. Me refiero a
la cultura en todas sus manifestaciones y en todos sus aspectos.
La cultura es una dimensión que abarca mucho más que las expresiones
consideradas de alto nivel y que a veces son premiadas. La cultura, con sus
esplendores y sus miserias, permea todos los poros de la sociedad y tiñe los
hábitos de ricos y pobres, poderosos y débiles, ganadores y perdedores.
Y en este conglomerado de usos y costumbres, debe prestarse especial
atención a un aspecto medular, el cultivo de una cultura democrática, moderna.
Algo que no se logra solamente con cambios legislativos.
Los hábitos culturales se decantan a un paso mucho más lento que los
ritmos de la política y siguen caminos imprevistos (discurso íntegro junto con otras intervenciones).
Y casi para terminar, dijo: “…espero
que las esferas de la política se empapen de literatura, arte y ciencia y que
abran su puerta a la imaginación audaz y a la búsqueda arriesgada de nuevas
alternativas”.
Fuimos y somos testigos de piedra
(y seremos con esta clase política que tenemos) de las reformas y otras
decisiones gubernamentales, nuestras opiniones y posturas son desdeñadas si son
diferentes así que, por un lado, por lo menos hay que conocerlas; y, por otro,
atender cosas importantes como los hábitos culturales para, así sí, desde la
sociedad ir más allá de reformas y dizque reformas.
Publicada en El Informador el sábado 14 de diciembre de 2013.