sábado, 14 de diciembre de 2013

Más que reformas

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

A principios de esta semana se entregó el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013 y el académico que habló a nombre de todos los galardonados fue el antropólogo y sociólogo Roger Bartra. Fue una ceremonia en Palacio Nacional encabezada por el Presidente Enrique Peña Nieto.
El discurso de Bartra fue crítico, muy crítico, pero lo dijo de tal manera que supongo que para muchos, especialmente el destinatario, algunos de los señalamientos pasaron total y absolutamente inadvertidos. Ojalá alguien les explique porque vale la pena.
La entrega fue un día antes de que la reforma energética quedara lista para enviarla a las legislaturas de los estados libres y soberanos que conforman la nación, porque se trata de una reforma constitucional. Es decir, prácticamente lo hecho, hecho está y, como se dice popularmente, palo dado ni Dios lo quita. Una vez más, casi, tendría que usar la expresión consummatum est; aparte de referirme a la postura “feroz” del PRD en el sentido que el Pacto por México “está muerto” cuando en realidad ya no hay reformas pendientes y se podría decir que el mentado acuerdo cupular ya cumplió con su cometido así que, ya para qué “matarlo”. Jesús Zambrano, se pasa.
Pero se pasan también otros políticos. César Camacho por ejemplo, presidente del PRI, hace gala de cinismo y dice, palabras más, palabras menos, que no es por presumir pero que tienen mayoría en más de 16 congresos locales así que no habrá problema para que dentro de poco la reforma energética esté lista para entrar en vigor y para trabajar en las leyes secundarias en las que, por cierto, hay que tener cuidado, digo, por lo menos conocerlas para saber cómo van a estar las cosas. ¿Impedirlas? Imposible, nada detendrá la aplanadora priista mucho menos si avanza además con el impulso de todos los partidos incluido el PRD; y no se diga el PAN, habría que escuchar al legislador Rubén Camarillo defensor a ultranza de la reforma y ofensor de los opositores.
Vuelvo al discurso de Roger Bartra que, por cierto, puede leer íntegro en la página de la Presidencia de la República. El académico se refirió a la rareza de la reunión entre intelectuales y políticos y llamó la atención sobre lo que pasaría con un distanciamiento total entre ambos grupos: “Sin esos vasos comunicantes, con todo y que a veces producen tensiones, la sociedad y la política correrían el riesgo de estancarse”. También habló de que la libertad y la independencia del trabajo intelectual  son valores a los que no se puede renunciar y, fundamentalmente, que son valores que deberían guiar a los políticos, de manera particular a los que no forman parte de esferas o estructuras de gobierno para que esos valores normen su labor desde la oposición.
Sé que estamos en el terreno del deber ser, sin embargo, creo que vale la pena traer a colación estos conceptos para que no se nos olviden, para insistir en ellos y exigirlos y para propiciar su difusión porque además abren los ojos con respecto a asuntos de mayor profundidad. Bartra dijo prácticamente que no sólo de reformas vive el hombre, luego de criticarlas severamente (“Tengo la impresión de que los impulsos reformistas han quedado cortos en algunos casos y en otros se han distorsionado” y luego “Me temo que habrá que esperar otro periodo de reformas a las reformas”) y señaló:
Diría que no sólo de reformas viven los mexicanos. Con ello, quiero dar a entender que además de las modificaciones a la Constitución y la reglamentación de instituciones, hay otra dimensión que es fundamental para impulsar los cambios. Es una dimensión que muy difícilmente se puede legislar. Me refiero a la cultura en todas sus manifestaciones y en todos sus aspectos.
La cultura es una dimensión que abarca mucho más que las expresiones consideradas de alto nivel y que a veces son premiadas. La cultura, con sus esplendores y sus miserias, permea todos los poros de la sociedad y tiñe los hábitos de ricos y pobres, poderosos y débiles, ganadores y perdedores.
Y en este conglomerado de usos y costumbres, debe prestarse especial atención a un aspecto medular, el cultivo de una cultura democrática, moderna. Algo que no se logra solamente con cambios legislativos.
Los hábitos culturales se decantan a un paso mucho más lento que los ritmos de la política y siguen caminos imprevistos (discurso íntegro junto con otras intervenciones).
Y casi para terminar, dijo: “…espero que las esferas de la política se empapen de literatura, arte y ciencia y que abran su puerta a la imaginación audaz y a la búsqueda arriesgada de nuevas alternativas”.

Fuimos y somos testigos de piedra (y seremos con esta clase política que tenemos) de las reformas y otras decisiones gubernamentales, nuestras opiniones y posturas son desdeñadas si son diferentes así que, por un lado, por lo menos hay que conocerlas; y, por otro, atender cosas importantes como los hábitos culturales para, así sí, desde la sociedad ir más allá de reformas y dizque reformas.

Publicada en El Informador el sábado 14 de diciembre de 2013.