lunes, 9 de diciembre de 2013

Kaiju electoral

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La construcción del Sistema electoral mexicano ha llevado décadas. Es, hoy por hoy, uno de los más complicados, barrocos de hecho, de todo el mundo. Un sistema creado con base en la práctica y conocimiento profundo de cómo opera el macrosistema del que forma parte, el político; de manera que su diseño, sus entramados, cimientos, trabes, vigas y columnas; ladrillos y enjarres, sótanos y no sé cuántos pisos ya, responden a la forma a la que en México se hace política y que ha merecido análisis, investigaciones y estudios de académicos del más alto nivel de diferentes países. Se ha tomado como ejemplo para bien y para mal.
Pues bien, así de complejo como es, más o menos ha funcionado. Cada tres años se hacen ajustes porque el mismo sistema se las ingenia para violar las leyes –sin que parezca--, de romper acuerdos, de saltarse las trancas y/o de pasarse las normas por el arco del triunfo (como se dice vulgarmente, pero aplica perfecto).
Ya lo sabemos. Cada tres años se requiere una reforma político electoral “de gran calado” para cubrir las lagunas que quedan al descubierto elección tras elección y para fortalecer-consolidar-perfeccionar-mejorar la tan llevada y traída democracia.
Hace 20 años, poco más, el Instituto Federal Electoral surgió como resultado de movimientos sociales que era preciso reflejar en los marcos legales y en los instrumentos de y para la democracia en México. Fue fundado contra las simulaciones, los fraudes electorales, por la urgencia de la equidad y de la transparencia, de la legalidad, principios rectores del organismo.
Operó con niveles de excelencia desde su fundación hasta que concluyeron su trabajo como consejeros electorales, todos los que estuvieron bajo la presidencia de José Woldenberg. Pero funcionaba tan bien con respecto a valores y principios democráticos y ciudadanos, que los partidos no pudieron tolerarlo y de Luis Carlos Ugalde para acá, salvo honrosísimas excepciones, la labor de los consejeros electorales se reduce al mandato de los partidos que hacen y deshacen con leyes que eran ejemplares y verdaderos logros en este sistema político. Con sueldazos y súper prestaciones a los consejeros electorales, en general, no les ha costado trabajo sentarse en una silla sin mayor compromiso que cobrar sus quincenas religiosamente, sus viáticos y aguinaldos entre otros bonos y beneficios que no pueden desdeñar.
Hasta ahora, cuando recién estrenada como presidenta del IFE, María Marván y los demás consejeros, emitieron un comunicado, pero hasta ayer, para anotar puntualmente y con energía todas las omisiones, incongruencias e inconsistencias de la reforma político electoral que, tal vez, ahora mientras lee esta columna, haya sido ya re-aprobada en el Senado una vez que la recibieron de regreso de la Cámara revisora.
Es un comunicado (la regla es que sean breves) de ¡diez cuartillas! en donde se puntualiza una serie de aspectos de forma y fondo que tendrían que ser tomados en cuenta considerado que están planteados por expertos en materia electoral.
Dudo mucho que los legisladores que representan a sus partidos y no a los mexicanos atiendan las observaciones del IFE (las puede consultar en esta liga: http://www.ife.org.mx/portal/site/ifev2/menuitem.92faac40ea85399517bed910d08600a0/?vgnextoid=a223672f90c6b310VgnVCM1000000c68000aRCRD) –sólo el cambio de nombre representa un retroceso— pero después de leerlas, si los senadores no hacen los cambios y ajustes pertinentes, urgentes, necesarios, el resultado será un engendro monstruoso tipo kaiju (ver “Titanes del Pacífico” de Guillermo del Toro) pero este, a diferencia de los del cineasta, invencible.

Publicado en El Informador el sábado 7 de diciembre de 2013.