sábado, 28 de diciembre de 2013

El espionaje es legal

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hasta hace poco, para la mayoría de nosotros el espionaje era una actividad que se practicaba entre los gobiernos de las naciones más poderosas del orbe; por ejemplo durante la Guerra fría o la Segunda Guerra Mundial. Algo más bien propio del cine (las películas de espías son todo un género, clásicas muchas de ellas y otras “de culto”) y de la literatura de suspenso.
Personalmente, las noticias sobre espionaje de pronto me parecían interesantes pero muy lejanas; asuntos ajenos, poco probables para un entorno local o nacional; y que más tarde o más temprano llegarían a la pantalla grande con la dosis dramática y de ficción necesaria para hacerlos atractivos.
Hoy es diferente. Desde Julian Assange y WikiLeaks hasta Edward Snowden y la muy reciente resolución de un juez en el sentido de que el espionaje que hace la NSA (siglas en inglés de la Agencia de Seguridad Nacional) de Estados Unidos ¡es legal! la percepción sobre esta actividad, mi percepción y creo que la de muchos, ha cambiado definitivamente.


Julian Assange, imagen tomada de Partido Pirata

Ahora sabemos que cualquier ser humano puede ser espiado. Por obra y gracia de la tecnología, de sus avances y el trabajo que han hecho los llamados hackers a lo largo y ancho del planeta, la más mínima actividad en redes sociales, a través de correos electrónicos y no se diga mediante el uso de diversos dispositivos móviles puede ser seguida, rastreada, grabada, registrada, fiscalizada y seguro hasta perseguida.
Esta realidad nos alcanza a todos en mayor o menor medida. Podríamos pensar que, en general, no hacemos nada como para ser espiados, pero, por ejemplo, los casos de espionaje de gobernantes de varios países –incluido el nuestro—que han sido revelados desde hace algunos años por los personajes ya citados, han afectado relaciones internacionales, se han tenido que negociar asuntos y han contribuido a que las libertades individuales no lo sean tanto precisamente por los riesgos que se corren  y todo lo que esto implica.
Leí un artículo muy interesante en El País sobre este tópico: “De rodillas” firmado por José Ignacio Torreblanca (http://internacional.elpais.com/internacional/2013/12/26/actualidad/1388063104_398372.html) en donde expone cómo los ciudadanos nos llegamos a sentir un poco –o un mucho—reivindicados por las revelaciones que en 2010 hiciera Julian Assange (a pesar de los señalamientos de ilegalidad) y cómo ahora, después de Edward Snowden, los que estamos de rodillas, en realidad, somos los ciudadanos, inermes ante las acciones gubernamentales de espionaje tecnológico, apenas ayer declaradas como legales (las del Gobierno de Estados Unidos) por William Pauley, juez federal de Nueva York.
Esta resolución será apelada por la Unión Estadounidense de Libertades Civiles con todo y que el mismo juez acotó en su fallo, lo siguiente: “si el programa (de espionaje) no es supervisado, pone en peligro las libertades de cada ciudadano”.


Edward Snowden, fotografía tomada de Business Insider.

Esto no es lejano ni ciencia ficción, mucho menos en un país, el nuestro, que no ha reclamado el espionaje del que ha sido objeto. Hay grandes riesgos para los ciudadanos con estas prácticas abiertas y generalizadas, pero por lo menos ahora lo sabemos y es gracias a estos jóvenes que viven asilados y escondidos (encarcelados si incluimos a Chelsea Manning, antes Bradley).
Torreblanca habla de un fracaso legal de estos tres individuos pero de un triunfo moral: “… al separar la legalidad, en manos de los gobiernos, y la legitimidad, en manos de los ciudadanos, han puesto en evidencia que los medios no sólo son ilegítimos sino hasta qué punto se han desviado de los fines para los que fueron diseñados”. El señalamiento es brutal y es también, una llamada de atención para todos nosotros.
Hoy sabemos con mayor precisión y detalle, más allá de rumores,  leyendas urbanas y teorías de la conspiración, cómo opera en las altas esferas la clase política de otros países y del nuestro en esta materia, simplemente para no perderlo de vista.

Por lo pronto y a pesar de los pesares, deseo fervientemente que 2014 sea un mejor año para la ciudadanía mundial, para los indignados, para los jóvenes, para los que no se callan y exponen y denuncian; un mejor año para las familias; abundancia para todos, en todos los sentidos.

Publicada en El Informador el sábado 28 de diciembre de 2013.