sábado, 22 de febrero de 2014

Cargas culturales

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastroo5@gmail.com)

Hace poco recordaba con un grupo de amigos, la efervescencia política de la que fuimos testigos antes, durante y poco tiempo después de la jornada electoral de julio de 2012. ¿La recuerdan? Surgió aquel movimiento universitario con el que nos sentimos identificados muchos, el #YoSoy132 y las manifestaciones y muestras de rechazo a Enrique Peña Nieto, entonces candidato del PRI a la Presidencia de la República, y exigiendo la democratización de los medios de comunicación, eran cosa de todos los días –literal—pero sobre todo (y esa parte era específicamente la que encontré en la memoria) las marchas que de manera simultánea y espontánea se hicieron en todo el país. Uno de esos días, se documentaron marchas en 80 ciudades de México y en muchas otras del mundo en donde mexicanos en el extranjero también expresaron su sentir y sus opiniones de lo que pasaba en México.
Recuerdo también los intentos, exitosos en muchos casos, por criminalizar y descalificar a los que protestábamos; las filtraciones de vándalos que luego llevaban a juzgar a quienes se manifestaban en paz (primero de diciembre de 2012 y 2013 no se olvida), detenciones arbitrarias y manipulación mediática al por mayor.
Poco después de las elecciones de 2012 la efervescencia política se mantuvo poco tiempo más, poco. Los jóvenes del #YoSoy132 se unieron a otros grupos que prácticamente los anularon, y a la fecha persisten algunos que a través de redes sociales siguen atentos al devenir político, pero la euforia ya pasó.
Un amigo extranjero que vive en México me preguntó indignado por qué los mexicanos nos desencantábamos tan pronto; por qué no continuábamos la lucha, la protesta, la manifestación, si eran evidentes las irregularidades; que por qué nos cansábamos o qué era lo que pasaba.
No supe contestar. Hoy, por casualidad, tal cual, me encontré entre mis libros uno que ni me acordaba que tenía, la verdad: El romance de la democracia. Rebeldía sumisa en el México contemporáneo de Matthew Charles Gutmann, un antropólogo estadounidense que realizó un estudio en la colonia Santo Domingo en la Ciudad de México, en la primera mitad de los años noventa del siglo XX, para responder, entre otras, las siguientes preguntas: “¿Cómo podemos explicar la periódica pasión por la política en la clase trabajadora de la ciudad de México? ¿Y por qué este fervor a menudo se extingue tan súbitamente como se encendió?”.
Nada más el título y las preguntas llevan implícitos tantos conceptos, ideas y mensajes que bastarían como un buen inicio para una profunda, verdaderamente profunda reflexión. Sin embargo, al continuar la lectura del texto me encontré con que, si bien el estudio se concentró en una colonia del Distrito Federal, los resultados y las conclusiones del antropólogo podrían ser de fácil y tersa aplicación en los habitantes de cualquier otra colonia de cualquier otra ciudad de este maravilloso país.

Rescato una de sus conclusiones: “En ciertos aspectos, en México los dos decenios que van de 1985 a 2005 se caracterizaron por la intensificación y frustración de las expectativas de una mejoría política y económica”. Agrega que a partir de las elecciones de 1988 y las de 2000 cuyos resultados seguro recordamos, los residentes de esa colonia (de todo el país en realidad) “deseaban fervientemente creer que se podía alcanzar algo radicalmente nuevo y mejor”. Pero no fue así. El desánimo y la decepción cundieron y conforme se acercaban las elecciones del año 2006, en cuyo proceso se registró también fervor y efervescencia, casi frenesí, el desencanto con relación a la seguridad del voto “como vía sagrada hacia un cambio social” era evidente… y se confirmó. Han pasado varios años desde entonces, otro proceso electoral en 2012 (que ya no alcanzó a entrar en el análisis de Gutmann) pero dado el hallazgo de tal libro y del planteamiento de dos preguntas que nos hacemos mucho, traigo el tema aquí, como para ir reflexionando desde ahorita, con esta clase política que tenemos, experta en llevarnos del frenesí al desencanto decisión tras decisión, elección tras elección. Quizá, en la medida en que nos conozcamos, estemos en condiciones de romper patrones y atavismos, así como deshacernos de cargas culturales que nos han echado encima así, sin más.

Publicada en El Informador el sábado 22 de febrero de 2014.