sábado, 1 de febrero de 2014

Simulación y desvergüenza

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Las estimaciones o expectativas de crecimiento son muy importantes porque sirven para tomar decisiones. Año con año, el Ejecutivo presenta un proyecto de presupuesto de egresos y de ley de ingresos e incluye el dato del crecimiento que se espera para el año que sigue. Así, en 2012, cuando se aprobó el paquete fiscal de la Federación para 2013, los legisladores estuvieron de acuerdo en que la expectativa de crecimiento de la economía nacional fuera de 3.5 por ciento.
Reitero que el dato es muy importante porque a partir de ese cálculo se planifica, se invierte o no; más o menos; se definen estrategias sectoriales; se solicitan créditos… En fin, es información que se debe incluir. Pues bien. De 3.5% fue el estimado para 2013 como ya dije y justo el día de ayer se da a conocer de cuánto fue el crecimiento de la economía mexicana el año pasado: 1.3%, después de que a lo largo del año se estuvieron haciendo “ajustes”.
Como era de esperarse, 2013 fue un año en el que prevaleció la incertidumbre y, por ende, la inversión nacional fue escasa; de hecho, ahora que estuvo el Presidente Peña Nieto en Europa el dato que destacó fue el de la inversión extranjera directa, que hasta en las telenovelas se está promoviendo (buscar en YouTube “telenovelas e inversión extranjera directa”). En general, no estaban las condiciones dadas para las grandes inversiones y de enero a septiembre el subejercicio del gasto público llegaba a 28 mil millones de pesos, según un informe de la propia Secretaría de Hacienda.
La justificación en su momento fue que el subejercicio del gasto público, en un primer año de gobierno, es normal y que así estaba contemplado desde el inicio, de acuerdo a declaraciones del mismo Presidente de México, sin embargo, esta inejecución afectó directamente el mercado interno, sobre la base de que el gasto público, especialmente el enfocado en inversión física, es su principal motor y esto no sucedió a lo largo de tres trimestres en los que se llegó a índices de recesión al registrar tasas cero de crecimiento por dos periodos consecutivos.
La situación es complicada y más aún con las modificaciones y nuevas disposiciones en materia fiscal que llevaron ya a que varios empresarios, y de los grandes, se ampararan contra el IVA y el IEPS, incluso a sabiendas de que difícilmente prosperarán sus denuncias. Es, no obstante, un reflejo de inconformidad.
En contraste, se dan a conocer las cifras de la banca mexicana, uno de los sectores con mayor nivel de ganancias a lo largo de 2013, a pesar de que también se incrementó la morosidad de los usuarios ¿la explicación? La banca registró tales niveles de utilidad por el cobro de intereses de los préstamos contratados por el Gobierno federal y los estatales.
Mientras tanto, hacia afuera, se sigue vendiendo la imagen de que México es casi el paraíso y se promueve la simulación (qué desvergüenza) no sólo ante cámaras internacionales, sino también locales y nacionales con la activa participación de comunicadores que, por ejemplo, hablan de las reformas –que obviamente se insiste en llamar estructurales— como hechos consumados y como si fueran la respuesta a todos nuestros males. No es así. Y lo peligroso de esta ficción que se reviste de realidad, es que impide que se discutan y revisen marcos legales que podrían mejorar o ajustarse tomando en cuenta las primeras reacciones luego de que entraron en vigor.
En la medida en que no se reconozcan problemas, deficiencias, fallas y lagunas en las tan llevadas y traídas reformas dizque estructurales, cualquier cambio será solamente por encimita, nada de fondo ni con miras a llevar a México a niveles superiores de desarrollo; igual si no se acepta el impacto negativo del subejercicio por ejemplo; o se siguen planteando altísimas expectativas de crecimiento económico como cimientos sobre fango.


Columna publicada en El Informador el sábado 1 de febrero de 2014.