viernes, 12 de marzo de 2010

Cultura y clase política

Muy buenas tardes tengan todos ustedes y muchas gracias a Martín Almádez por la invitación a participar en esta consulta sobre la cultura como asunto público.
El rezago educativo en México es espeluznante y los bajos niveles, que hasta parece ostentamos, en materias básicas como matemáticas y español, están estrechamente vinculados con el status cultural de la sociedad, van de la mano y, nadie podrá negar que el panorama es desolador.
Si en México no leemos o leemos muy poco, tiene que ver, por supuesto, con la calidad de la educación que se imparte en las escuelas. No abordaré aquí la responsabilidad de las familias porque, en todo caso, el origen es el mismo: la educación pública básica secuestrada por un sindicato poderosísimo, la dirigencia claro, que pacta con el gobierno federal sexenio tras sexenio y obstaculiza la excelencia en la enseñanza, utiliza al magisterio como carne de urna o de cañón y tolera (¿promueve debería decir?) la mediocridad.
En cuanto a la educación superior, a esas alturas, el mal ya está hecho y ahí están los profesores que no me dejarán mentir: en sus revisiones cotidianas se tropiezan una y otra vez con faltas de ortografía inimaginables y, en general, con un pésimo manejo del lenguaje que acusa las deficiencias formativas de nuestros estudiantes, las van arrastrando ciclo tras ciclo, nivel tras nivel hasta la maestría y el doctorado.
Eso sin contar, por supuesto que, aunque sea pública, la universidad es inaccesible para miles, mientras sus funcionarios de primer nivel buscan con frenesí enfermizo certificaciones aquí y allá, hasta ahora, no sé para qué.
No voy a ser exhaustiva, pero si la educación como asunto público nos ofrece este escenario que todos conocemos de sobra ¿qué podemos esperar de la cultura? Ya es un lugar común y una queja de tan trillada desoída, que los primeros presupuestos que se recortan en tiempos de crisis o no crisis, son los de ciencia, tecnología y cultura.
Planteo aquí varias preguntas y son sólo algunas: ¿En dónde están las iniciativas legislativas para mejorar los contenidos educativos? ¿De qué o para qué sirven los supervisores de zona en el intrincado organigrama del magisterio? ¿Alguien ha notado los efectos positivos de la carrera magisterial? ¿Alguien sabe de los resultados comprobables, claros a la vista del Acuerdo por la Calidad Educativa que firmaron con bombos y platillos el presidente Felipe Calderón y la mal llamada “maestra”, Elba Esther Gordillo, sí, la misma que dice AHLNL?
Y el presupuesto educativo no se recorta, al contrario, crece año con año; y en la Federación y en los estados siempre es el más abultado por el gasto corriente, por supuesto no alcanza para que los planteles sean suficientes ni limpios, mucho menos para que dispongan, cada uno, de bibliotecas y computadoras pero siempre hay recursos para cubrir las demandas salariales que negocian los dirigentes cada 15 de Mayo y que por regla general logran en un margen suficiente para que a los maestros y las maestras les sigan descontando de sus sueldos las cuotas para el SNTE.
Desde la sociedad es escaso el margen de maniobra, la educación privada que no necesariamente es mejor, es opción sólo para unos cuantos considerando el tamaño de la nación.
La realidad es desastrosa y el panorama político muy complejo como para lograr un cambio sustancial y de fondo en materia de cultura como asunto público.
Durante las elecciones, cada tres años, miembros de la comunidad cultural en Jalisco, para no ir muy lejos, son requeridos por los candidatos de todos los partidos para escuchar sus demandas y propuestas. Y los compromisos saltan a borbotones, pero una vez pasados los comicios, el triunfador, el que sea, se olvida por completo de sus promesas.
La reunión con las comunidades culturales o de intelectuales es muy importante para los candidatos porque se trata de personas con mayor nivel cultural y, por ende, de conciencia. Convencer a los intelectuales implica, en cierta medida, lograr un efecto multiplicador en otras personas, se convierten en promotores del que más les gusta.
La clase política en México --la jalisciense no es la excepción-- está enfrascada en la lucha del poder por el poder, de manera que su motor son las elecciones y sólo en función de eso actúan, pactan, acuerdan, legislan, toman decisiones, diseñan programas, hacen declaraciones y emiten discursos. Muy lejos, pero muy, muy lejos están de sus intereses los sociales y no se necesitan pruebas o ¿qué han hecho por ejemplo, para combatir el poder de Elba Esther Gordillo? ¿Qué, para que el acceso a los escasos productos culturales sea masivo? ¿Qué, para buscar talentos y apoyarlos en el arranque de sus carreras? ¿Qué han hecho, efectivamente, para que leamos más y mejor? Y esto concretándonos a los temas educación y cultura, apenas delineados… no es foro para hablar del resto de omisiones.
Lo he dicho en varias ocasiones, la clase política avanza por un carril distinto al de la sociedad y no hay intersecciones a la vista, más allá de las de dientes para afuera, de las populistas y mediáticas, sólo espejismos.
La cultura es muy lucidora, eso sí. Y los políticos no faltan a cuanta inauguración, presentación de libros, concierto, festival o feria sean invitados. Y se les llena la boca cuando citan, aunque lo hagan mal, a algún escritor o pensador; se regodean sacando las palabras domingueras y se esfuerzan en construir frases rimbombantes. Para eso sí son muy buenos y no todos, hasta con esa.
Entiendo que estos foros de consulta tienen como muy buen propósito convocar a servidores públicos que desde sus posiciones pueden impulsar cambios en materia cultural. La iniciativa es perfecta, sin embargo, hasta ahora, como esas reuniones de candidatos con intelectuales, los resultados no saltan a la vista. En este punto celebro que el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes no quite el dedo del renglón y ojalá que ante la falta de cambios contundentes, no se canse. Algún día pegará, espero.
El caso es que me encuentro aquí, por invitación del CECA, con la idea de que haga propuestas y sugerencias concretas en torno a la cultura como asunto público, pero me cuesta trabajo. Y me cuesta, no porque no haya qué hacer o qué decir, sino porque temo que el destino sea un saco roto.
Estuve leyendo el documento que reúne las participaciones de críticos y funcionarios en las anteriores consultas por y para la cultura convocadas por el CECA desde 2004 y a casi seis años de distancia, las cosas siguen por lo menos igual.
Ya fueron apuntadas las imprecisiones en la Ley de Fomento a la Cultura del Estado de Jalisco pero no han sido corregidas. Se hicieron siete propuestas concretas y puntuales con respecto a la Orquesta Filarmónica de Jalisco; un llamado urgente a la definición de políticas públicas culturales para la formación de nuevos públicos y para extender los programas culturales más allá de la zona metropolitana; se planteó la idea de reeditar obras literarias de autores y pensadores mexicanos; de poner orden mediante reglas claras en materia de artes escénicas, específicamente con respecto a la Compañía Estatal de Teatro; se hizo una crítica con argumentos contundentes al Programa Estatal de Cultura y se propuso el diseño de un esquema con objetivos, metas, evaluación y vigilancia; se ha llamado la atención sobre la conservación del patrimonio no como una tarea banal y con fines de ornato en tiempos de crisis sino como un elemento fundamental en la creación de identidad con todos los beneficios sociales y humanos que esto implica. Y sobre los espacios públicos para la cultura qué no se ha dicho. Pues de todo esto, poco o nada es una realidad ahora. Y se ha expuesto una y otra vez y además está escrito.
Administraciones van, administraciones vienen, diputados y regidores intercambian los mismos puestos y no pasa nada.
Documento con esta breve relación mi temor, creo que bien fundado, de que lo que proponga aquí sean palabras al viento y nada más.
¿Vendrán las palabras amables y condescendientes de cada consulta, de cada elección? “Atiendo y asumo cuánto aquí se ha dicho y me comprometo a integrarlo a mi programa de gobierno porque estoy convencido de que la cultura bla, bla, bla…”
De lo que yo sí estoy convencida, es que la cultura, entendida por los políticos más bien como un programa de actividades que como acciones de fondo y de largo alcance, no le interesa a nuestra clase política salvo si implica votos o lucimiento personal. Y creo que el desinterés es deliberado porque a la clase política de todos los partidos (perdón por la redundancia) no le conviene una sociedad consciente y lúcida, participativa y actuante, características que sin duda serían generalizadas en la población con esquemas culturales y educativos de excelencia, apertura, libertad, espacio, tiempo, presupuesto, acceso, apoyo, impulso, difusión, generosidad, honestidad, entrega, amor por Jalisco y por México.
Esa sería mi propuesta para considera a la cultura como un asunto público de la más alta prioridad: una clase política consciente con la ambición de ver a su ciudad, a su estado y a su país, en los más altos niveles de desarrollo. Pero como esto cae en el terreno de la utopía, me conformo con que, quienes están ahora en el servicio público, cumplan lo que está propuesto desde 2004 a través de estos foros y sus propios compromisos.
Me conformo con la dinámica cultural de la propia sociedad que, como el agua, pese a los obstáculos, encuentra y vuelve a su cauce, en una especie de resilencia cultural.
Muchas gracias



Ponencia en la consulta pública "La cultura como asunto público" convocada por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, miércoles 10 de marzo de 2010.