Ciudad Adentro
Me parece patético el papel de los partidos de oposición
en México. Sus acuerdos y pactos, firmados de espaldas a los mexicanos, son el
ejemplo indiscutible del regreso al autoritarismo.
Como testigos de piedra millones de mexicanos vemos (unos
más que otros) cómo la clase política, por un lado, se sirve con la cuchara
grande (cada legislador se embolsará esta Navidad más de 400 mil pesos, por
ejemplo) y, por otro, no tiene ningún empacho ni pudor en operar ya instalada
en pleno cinismo, para llevar adelante una serie de reformas que no están
diseñadas, ni pensadas, ni estructuradas para favorecer a los mexicanos.
La reforma hacendaria, ya sabemos, se ensañará aún más
con el contribuyente cautivo de ingresos modestos, en lugar de incluir
estrategias y mecanismos para ampliar la base gravable y que los grandes
capitales paguen lo que les corresponde. Lo menos que pueden hacer es generar
empleo.
La reforma laboral, la primera en salir (si mal no
recuerdo), nada más con haber dado carta abierta para la formalización del outsourcing deterioró la calidad del
empleo en nuestro país y no se diga la reforma educativa que sigue generando
inconformidades porque es más una reforma laboral para docentes que educativa y
hay muchos puntos oscuros que dan margen a que tanto el SNTE como la SEP manejen
a discreción el sector, aun contra los propios profesores.
Claro que la información que se difunde sobre estas
reformas en los medios electrónicos masivos, manipuladora por lo general, ubica
perfecto a los buenos y a los malos y en resumidas cuentas, pareciera que los
afectados por los cambios legislativos –es decir, millones y millones de
mexicanos de a pie— somos los que mantenemos al país en el atraso, con
altísimos niveles de corrupción, de inseguridad (el crecimiento del secuestro
es impresionante), con educación y salud de mala calidad, con empleos
precarios, con infraestructura deficiente e insuficiente, en fin, pareciera que
somos pues los villanos de esta historia, porque, del otro lado, encima de
todo, nos dicen que tenemos el gobierno que merecemos.
Las reformas que ahora están en proceso de negociación
con la participación activa del Ejecutivo que ha intervenido a través de sus
operadores en una conducta que en otro tiempo –y no muy lejano— hubiera sido
calificada de intervencionista e irrespetuosa de la autonomía y soberanía del
Legislativo, son la política y la energética.
Hace varias semanas, un senador dijo sin tapujos, cínico
pues, José María Martínez, panista, que su partido no aprobaría la reforma
energética si el PRI no aceptaba sus condiciones para la política,
especialmente la creación del Instituto Nacional de Elecciones, INE, para
quitar poder a los gobernadores con relación a los institutos electorales
locales. De hecho, también afirmó sin rubor alguno que esa propuesta no tenía
como propósito reducir los altísimos costos de los procesos electorales.
Hace varios días de esto, más de un mes por lo menos, ya
se sabe pues y no es un secreto a voces, es evidente y claro. Y ahora resulta
que el PRD se dice sorprendido de esta forma de operar de PAN y PRI y una vez
más se sale del dizque pacto por México que, reitero, no es más que la fachada,
parapeto, máscara o como guste llamarle, de una forma de actuar autoritaria de
parte de la clase política de nuestro país.
Al rato, el PRD de los “Chuchos” volverá a la mesa, en
cuanto se le ofrezca algo que convenga a sus intereses… Y así son todos, no nos
debería extrañar ¿o sí?
Publicado en El Informador el sábado 30 de noviembre de 2013.