Ciudad adentro
México está inmerso en una revolución
silenciosa porque ha llevado adelante, con el concurso de todas las fuerzas
políticas, las reformas estructurales en materia de telecomunicaciones y
educación, más las reformas energética, fiscal y financiera. Y México está
captando grandes capitales de inversión extranjera directa; ahí están los
números.
El país está casi, casi en los cuernos de la luna y la inseguridad bajo
control porque, por ejemplo, el Gobierno federal nunca alentó la formación de
los grupos de autodefensa en Michoacán, al contrario, desde el 13 de enero
pasado envío fuerzas para que se hagan cargo de la seguridad en esa Entidad,
además de que se han abatido en 30% los índices delictivos, especialmente en
Monterrey y Ciudad Juárez (¿se acuerdan de la “medición” con notas negativas
que exaltó Osorio Chong?).
Por si fuera poco, también en el marco del Foro Económico Mundial de Davos,
Peña Nieto ¡firmó un acuerdo! --quién sabe de qué porque las notas publicadas
no lo precisan-- con la OCDE (¿O será la OSD?
Con eso de que se le perdona todo y hasta chistoso resulta) que encabeza el
mexicano que fuera funcionario federal en administraciones priistas, José Ángel
Gurría.
La perfección. A lo que sin duda se suma la omisión de la secretaria
Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, quien no se refirió ni por un momento
(al menos la información difundida a través de internet no indica lo contrario)
a los datos que esa organización, la Comisión
Económica para América Latina, acababa de dar a conocer en el sentido
que México es el único país de la región en donde se ha incrementado el número
de personas en pobreza extrema y en la indigencia ¿cómo no dijo eso? ¿Para qué
sirve entonces?
Creo que mínimamente, la CEPAL y sus estudios deberían servir para que los
países señalados pongan cartas en el asunto, que diseñen políticas públicas
para resolver, para reducir los índices de pobreza… Además de todo, suerte.
Seguramente la funcionaria de la CEPAL no tuvo corazón para aguarle la fiesta
al mandatario mexicano con los datos más recientes de la pobreza en el país.
Fuera sarcasmos y jiribilla, me parece sumamente grave que mientras en
México el índice inflacionario galopa y la inconformidad crece por varias
cuestiones, al otro lado del Atlántico se pretenda aparentar que todo es
perfecto.
La inconformidad crece no sólo en Michoacán por la inacción del Estado contra
la delincuencia; o por el mal manejo que se hizo recientemente al intentar
desarmar a las autodefensas cuando no se habían hecho detenciones del grupo
criminal conocido como los Templarios.
La inconformidad crece porque las reformas estructurales que Peña Nieto fue
a presumir a Davos no lograron el consenso de la población, al contrario; y en
lo que se implementan (si es que se cumple con lo prometido) las tarifas de gas
y gasolina siguen en aumento. La carga es cada día más pesada para quienes viven
en pobreza y pobreza extrema (más de 50 millones de mexicanos) y, sobre todo,
para los más humildes, pero eso sí, cautivos contribuyentes. Las nuevas facturas
y la venta de los programas necesarios para su envío y/o impresión, la
necesidad de contratar a un contador y los incrementos en todos los servicios,
desde los municipales hasta los federales, están dando como resultado falta de
liquidez y un acumulamiento incontenible de molestias, más los rezagos que
venimos arrastrando desde hace décadas en servicios sanitarios, educativos y
otros.
Pero allá en Davos, México es perfecto.
Columna publicada en El Informador el sábado 25 de enero de 2014.