lunes, 27 de enero de 2014

José Emilio Pacheco


Ayer, 26 de enero de 2014, falleció José Emilio Pacheco y para el mundo de las Letras y de la Cultura es una gran pérdida, irreparable como se dice siempre. Pero José Emilio Pacheco era poeta y ensayista y nos deja una amplia obra para leer y releer. Descanse en paz. En 1995 tuve el privilegio de participar en el homenaje que se le rindió en la Feria Internacional del Libro, como parte de las actividades del Premio de Periodismo Cultural "Fernando Benítez". Ese fue el momento más cercano con José Emilio y la impresión que me quedó de él y persiste, es que era un hombre generoso y muy humano, muy preocupado por el mundo y sus habitantes, cálido y amable. Aquí el texto que preparé para aquella ocasión:


El mundo podría acabarse mañana

El mundo podría acabarse mañana ¿y qué hacemos aquí? ¿Nos contentaremos con ser testigos del fin de los tiempos? Tal vez hasta consideremos como un privilegio cómo acaba todo, como acaba el hombre con el hombre, como acaba el hombre con la Tierra…



De algún tiempo a esta parte me siento pesimista y normalmente no lo soy ¿estaré acaso perdiendo la partida? Las noticias son terribles. No es para menos.



El fin de siglo se nos viene encima ¿y por qué ver todo tan negro? Tal vez sea un mal que padecemos los que nos toca en suerte vivir la conclusión de cien años, quién sabe; la situación es que ahora no sólo se acaba un siglo, sino que termina además un milenio, pero bueno, esto sí que es ver con pesimismo las cosas. ¿Por qué no pensar que habrá renovación y cambio? Vamos a estrenar –si es que la muerte no dispone otra cosa— el inicio de otros cien años, otros mil años ¿no es eso maravilloso?



He leído a José Emilio Pacheco como nunca… y me gustó y es extraño. Huyo del pensamiento negativo y, sin embargo, no pude desprenderme de la lectura de poemas y narraciones que son catástrofes, holocaustos y tormentas, apocalipsis y muertes grandes y pequeñas, muertes temporales y definitivas. La lectura de sus poemas de Fin de siglo me envolvió y encontré que me gustaron, y me pregunté por qué me gustaron. Tal vez porque soy amante de la verdad ¿será eso? ¿Serán verdades o mejor dicho, predicciones las que escribe José Emilio en sus poemas de hace más de 30 años? Aún no nacía y leer ahora "Jardín de Niños" por ejemplo (que es de hace menos), me transporta a lugares comunes, basta con encender la televisión o leer cualquier periódico para saber que se perfecciona el exterminio; para estar de acuerdo en que



Somos los peces de este ahora
que velozmente se transforma en entonces.
Los prisioneros, los reducidos a soñar un futuro
que otros muchos soñaron y ya es este
presente miserable

(1)

¿Cuándo escribiste ese poema José Emilio? (no es entrevista, aclaro) fue ayer ¿verdad? Años, no, no puede ser, es que es lo mismo. O de qué otra manera podría ser el presente hoy sino miserable, cuando, maldita sea, atendemos más la evolución de la paridad, cuando aprendemos términos como banda de flotación, devaluación y tipo de cambio o será ¿cambio de tipo? (¿habían pensado antes en lo extraño del término TIPO DE CAMBIO?); cuando hacemos más caso del nerviosismo de los mercados que del nuestro propio, que de nuestras propias inestabilidades, que de nuestros constantes y cotidianos tipos de cambio… de humor.

De qué otra manera podría ser nuestro presente, si en cualquier momento las pruebas nucleares podrían fallar. Nadie es perfecto y el mundo podría acabarse mañana para todos o simplemente para la babosa, sin ánimo de ofender, que todos o casi todos llevamos dentro, el paralelismo es increíble, es esa babosa que



En su moroso edén de baba
proclama
que andar por este mundo
significa
ir dejando
pedazos de uno mismo
en el viaje…
Pobrecita
Es tan supersticiosa
Teme
(justificadamente)
que alguien
venga y le eche sal

(2)

¿Qué hacemos aquí entonces? Muy sencillo.
Evadimos un fin inminente que quién sabe cómo será, pero será fin de todas maneras y ¿Qué hacemos mientras? Muchos hacemos cosas buenas y agradables, y aquí pueden echar a volar la imaginación, hay muchas cosas que son buenas y agradables, como estar aquí, y concentrar nuestra energía y nuestra atención en algo que sí vale la pena, en algo que no hará sino enriquecernos en este mar de pobrezas: rendir homenaje a un hombre que con todo y el pesimismo de años, no sé si de toda su vida, está aquí. José Emilio Pacheco está aquí y sigue en pie y, estoy segura, no ha dejado de creer, no ha dejado de tener esperanzas ni de pensar un futuro y un mundo mejor, uno no tan negro, ni tan denso, ni tan asfixiante. Y que quizá no sea éste, pero creer es lo importante. Tal vez todo sea una treta para atenuar un optimismo que por exagerado, debe ser reprimido. O a lo mejor es resultado de un altruismo inusitado: medicina para enfermos de optimismo, para obligarnos a pensar que lo que nunca imaginamos o que no queríamos imaginar, puede ser verdad.

El caos es una presencia constante en la obra poética y aun en la narrativa de José Emilio, es cierto, y también el mar. Eso me gustó mucho más. La tierra y el agua se compenetran siempre, la tierra la absorbe, el agua la nutre. Yo soy tierra y no sé qué tipo de relación tengo con el mar pero sé que es eso que los psicólogos definen como obsesión. Sí, la tengo. 

Y no sé si él la identifique de la misma manera, pero la encontré en sus libros. Encontré playas, arenas, conchas pulpos, olas, tormentas y un cangrejo inmortal. Agua. Tierra y Agua; Agua y Tierra, paisajes. Tierra inventada por el mar…

Alta mar que se inclina cuando ofrece a la tierra
el sacrificio de su oleaje
Verde y azul y color de arena
es la ola al romperse
En su insaciedad
¿qué palabra muda dice a la playa eternamente la espuma?

Podría ser amor, por qué no, todavía creo que el amor está vigente y que no ha pasado al terreno de lo cursi, como para muchos… lamentablemente. Esto no es tan negro, es hermoso.

Encontré el mar como un Idilio de Irás y no volverás, con lo que no tienen nada que ver las olas, que siempre vuelven.
Pero de pronto me sentí en la playa, cubierta por una fina brisa, tenía los ojos cerrados y cuando desperté y con mis manos traté de limpiar lo que creí que era sudor y agua salada, me encontré con las palmas rojas. Era el mar de sangre que ni José Emilio ni nadie ha podido vaciar; era el infierno del mar…

Cuando haya muerto el mar no tendremos oxígeno… el infierno del mar se adueñará de nosotros y… moriremos boqueando como peces fuera del agua.

(3)
Prefiero el mar de las Costas que no son mías:



Lo que dice la arena al mar es acaso:
No te serenes nunca. Tu belleza
es tu absoluto desconsuelo
Si alguna vez
encontraras sosiego perderías
tu condición de mar.
Si te calmas
dejará de fluir el tiempo

Escribo esto ante la imposibilidad de relatar alguna anécdota, pero no, no es cierto, ahora que me acuerdo sí hay una: una breve llamada por teléfono cuando José Emilio vino al homenaje a Enrique González Martínez; fue una llamada para confirmar que no da entrevistas y para saber que la razón era que hasta a su propia hija se la había negado. Ni hablar. Fue en esa misma llamada cuando, sin ánimo de ser indiscreta lo juro, le di la primera noticia de que su nombre sonaba como uno de los que podría recibir el homenaje del Premio Fernando Benítez. Le dio mucho gusto por supuesto y yo fui la primera sorprendida al saber que él no sabía.
Intenté otra llamada, ahora a México, quería platicar con él sobre su discurso apocalíptico con los mexicanistas en el Franz Mayer, pero me encontré con el muro infranqueable de una voz femenina y, les aseguro, fue muy efectiva, no he vuelto a intentarlo.

Además del caos y el mar, hay otra constante en José Emilio Pacheco: su labor incansable en pro del periodismo cultural, su trabajo de lustros por ampliar sus espacios, por defenderlo, por ejercerlo dignamente. Más que el mar, esa tarea me acerca mucho a José Emilio, la comprensión es inmediata porque todos los días, contra viento y marea, ejerzo el periodismo cultural y es difícil; es difícil porque es preciso luchar contra quienes lo menosprecian, contra los indiferentes que no sé si es peor; contra los y las vedettes del arte y la cultura; contra los prepotentes y contra los que quieren cortar a todos los periodistas con la misma tijera. Es difícil sí, porque aquí la cultura y sus espacios y manifestaciones son constantemente atacados desde distintos frentes. Es difícil, pero vale la pena. Es cosa de insistir, como el mar, que no deja de buscar a la tierra enemiga.

Creo en que el periodismo cultural nos puede acercar a una mejor comprensión de nuestra realidad, de nuestro entorno. El periodismo cultural, como especialidad periodística –sin entrar en polémicas con el significado de cultura—puede ser el vehículo que nos ayude a interpretar mejor los acontecimientos que nos agobian, que nos sofocan, porque implica aprendizaje, alimento espiritual e intelectual, es reflejo de identidades y de la diversidad de quienes formamos parte de este maravilloso país; y es ahora el gran pretexto para estar aquí.
El mundo podría acabarse mañana, es cierto, pero antes… felicidades José Emilio y gracias.

Texto de Laura Castro Golarte en el homenaje al escritor, poeta y periodista cultural José Emilio Pacheco, en el marco del Premio de Periodismo Cultural “Fernando Benítez” el 3 de diciembre de 1995 en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.