Ciudad adentro
Me acuerdo casi como si fuera ayer cuando el entonces Presidente de México,
Felipe Calderón, a 10 días de haber tomado posesión como tal, anunciara con
bombo y platillo, vestido de militar, que se iniciaría un combate frontal
contra el narcotráfico y el crimen organizado con la participación del Ejército
mexicano y, para empezar, en Michoacán.
Ese día empezó una guerra que aún ahora lamentamos porque los efectos
perversos nos siguen afectando, nos persiguen y empeoran. En estos tiempos, en
los que se supone que vivimos en un estado de Derecho y que la justicia es pronta y expedita, todas las acciones
dirigidas a hacer justicia por la propia mano, son reprobadas porque a los
ciudadanos no les toca y si lo hacen, están fuera de la ley.
¿Pero qué pasa cuando la autoridad no tiene capacidad para que esa ley se
cumpla? ¿Cuándo no quiere o no puede? Varias veces en este mismo espacio he
hablado de los riesgos de que el Estado no cumpla con su responsabilidad en
materia de seguridad. Recuerdo –y las referencias van más allá del sexenio de
Calderón— varios linchamientos especial y curiosamente en el Estado de México.
Y en cuanto al surgimiento de los grupos de autodefensa, también escribí
aquí lo peligrosos que son, nada más al considerar la posibilidad de que se
convirtieran en grupos de paramilitares tipo Colombia.
Lejos de atenuar la gravedad de la situación, en Michoacán las cosas se han
complicado dramáticamente y ahora, las tibias manifestaciones de Miguel Ángel
Osorio Chong, secretario de Gobernación, aun cuando sostiene que se devolverá
la paz a esa Entidad federativa, son más un signo de alerta que de alivio.
Los grupos de autodefensa se han ido integrando con habitantes de las
mismas localidades asoladas por los grupos criminales como, en el caso de
Michoacán, los Templarios o la Familia y la manera de enfrentar este conflicto
que afecta a cientos de inocentes es combatir de manera efectiva a los
delincuentes. Si no fuera por la actuación del crimen organizado en el Estado vecino,
especialmente en la zona de Tierra Caliente, las llamadas autodefensas no se
hubieran formado.
Por si fuera poco, el contexto se complica con la protección que el
Gobierno federal está otorgando a uno de los líderes de esas autodefensas, José
Manuel Mireles. Analistas y periodistas sostienen que el Presidente Peña Nieto
está jugando con fuego.
Michoacán está mal y las expectativas de una solución en el corto plazo,
lejanas. Y regreso a las recientes declaraciones de Osorio Chong: el
funcionario pone como ejemplo (de que se devolverá la paz a Michoacán) otros
estados de la República en donde, dice, se ha abatido el crimen organizado y la
“prueba” que ofrece es que antes la información periodística en Veracruz, Nuevo
León, Chihuahua y Tamaulipas, era de dos o tres notas negativas a la semana (se
me hacen pocas de por sí y hay que ver qué son “notas negativas” para Osorio) y
que ahora, si acaso, ¡sólo es una!
Si este es el parámetro con el que se mide en el gobierno la incidencia del
crimen organizado, estamos mal, sobre todo en un régimen en donde varios medios
de comunicación empiezan a ceder ante la insistencia, relaciones públicas,
publicidad, sugerencias, recomendaciones y otras herramientas persuasivas del
estilo priista, enemigo acérrimo de las notas
negativas.
Publicada en El Informador el sábado 11 de enero de 2014.